Opinión

Mario Vargas Llosa (1936-2025)

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Ha muerto Vargas Llosa nuestro premio Nobel y también de España y República Dominicana, último país que le entregó la nacionalidad en 2023.  Escritor de libros emblemáticos como La ciudad y los perros, la casa verde, Conversación en la Catedral y otros. Y gran propagandista de las ideas liberales desde Tatcher hasta la derecha chicha de Alberto Fujimori, su antiguo rival electoral en 1990. Escritor monárquico como Eliot o ultra-francoderechista como Cela.

Fue participe de escándalos como el premio “Rómulo Gallegos”, dinero que habiendo prometido donar a Cuba y que más bien le sirvió para comprarse una casa en Los Pulpos, barrio residencial playero al sur de Lima. El caso Uchuraccay donde MVLL era el presidente de la comisión investigadora llegó a conclusiones inverosímiles: los comuneros asesinaron a los periodistas porque confundieron las cámaras fotográficas con armas de fuego, controversia que se acentuó cuando se revelaron los rollos de Willy Retto (periodista del desaparecido “Observador”) y se ve en la foto que hubo diálogo previo a la matanza; esta visión cavernícola nunca fue aceptada por los especialistas ni por la opinión popular y marito se ganó las críticas por su ineficiencia.

Su apoyo a los banqueros en el sonado caso de la estatización de la banca empujado por Alan García en su primer desastroso gobierno. Quizá otro hecho escandaloso fue el que se nacionalizara español cuando perdió las elecciones de 1990 —y motivo por el cual también lo celebraran allá— cuando más se le necesitaba como intelectual en la lucha contra Fujimori. Otros escándalos menores quedan en la memoria, el asunto del ojo moreteado que le dejó a García Márquez o el caso de la tía Urquidi con quien tenía un entuerto por asuntos de derecho de autor con la novela “La tía Julia o el escribidor”. Su fracaso como político (y, también, como cineasta) terminó por empujar al novelista a no salirse de la pluma y el papel en una perseverancia que ha merecido el saludo de muchos escritores y de quienes lo admiran.

En este último tiempo, después de su fracaso con la socialité Isabel Preysler, se la pasó revisitando sus otrora lugares emblemáticos como La Catedral, ese célebre bar de la avenida Alfonso Ugarte, el colegio militar “Alfonso Ugarte” y también el jirón Huatica. Antes de morir dejó dicho que quería una ceremonia fúnebre en privado sin ceremonias.
Sus libros le sobreviven. 

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