Cine

Mario Pozzi-Escot: “Ser alternativo es una forma de vida”

Mario Pozzi-Escot es mi papá, mi viejo. Y hace cine, su cine, de manera independiente, con la determinación y tenacidad que yo, a mis 23 años, anhelo para mi propio futuro. Este domingo 2 de agosto estrenará, vía Facebook, “El lugar de los encuentros”, documental sobre el poeta, escritor y periodista Germán Carnero Roqué. Una línea telefónica nos conecta, él en su casa y yo en la mía, en medio de esta Lima pandémica, y me concede la entrevista para la que me he estado preparando desde, que, de niño, era su asistente de rodajes. Apreto “grabar” y arrancamos.

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-¿Cómo conoces a Germán?

-A mí me tocó conocer a Germán de tres formas. La primera fue en Cuatrotablas, hace muchos años, en un espectáculo que realizó Mario Delgado, y llegó Germán, invitado. Después, buscando sus libros, lo pude volver a conocer leyendo El Lugar de los Encuentros, un libro fantástico. Eso me motivó a seguir buscando quién era este poeta, y descubrí que vivía en México, donde había dirigido la oficina de UNESCO, y había nacido ahí, hijo de peruano. Pasó el tiempo, y cuando entré a la Dirección de Cine de San Marcos, él era el director del Museo de Arte, y pudimos conversar, me regaló libros, nos hicimos amigos. Me gustó su manera de ser, es un gran amigo, leal, hombre progresista, de izquierda, sin ser dogmático…Y, 10 años después de haber trabajado juntos, una tarde, releyendo sus libros, me di cuenta de que tenía que hacer este documental.

-¿Qué aspectos de Germán quieres mostrar en el documental?

-Es  un reto, ya que, para mí, documental es vida. Y es cámara. Su obra, y lo que él es, fue lo que me retó a mostrarlo a través de cámara, en base a conversaciones, a lo que pude ver de su vida cotidiana. Su esposa, Adita, es una mujer maravillosa, es su compañera de toda la vida. Tú entras a su casa, y es una cosa hermosa, poder verlos juntos, conversando, trabajando. Ellos, como pareja, como unidad, me motivaron mucho. En el documental trato de mostrar la cotidianidad de Germán, su vida, a través de la cámara.

-Tu labor de difusión cultural comienza décadas atrás, con proyectos como, por ejemplo, Videomemoria. Hoy, continúas esa labor a través del internet. ¿Cómo has vivido ese proceso?

-Videomemoria comenzó en los 80. Surge ya que me revienta, me indigna, esta falta de memoria de nuestro país, ese olvido de su gente. Nuestro pueblo está marcado por este olvido, y es algo que arrastramos hasta hoy, con el COVID. Descubrimos, otra vez, que carecemos de muchas cosas, como sociedad, como país. A mí me pasó algo fuerte en el sentido político, moral, ético. Estuve en Barcelona buscando material de archivo para una película que estaba haciendo, y, en ese proceso, veo, en un film, bajando de un tranvía, a quien yo pensé era Vallejo. Pido que me separen esa secuencia, la veo, y no era Vallejo…o sí, era… bajaba del tranvía, parecía un judío errante, con su sombrero. Esa experiencia me marcó. A mi regreso, lo comento con Jorge Pimentel, de Hora Zero, quien me dice: “Pero Mario, aún hay poetas vivos”. Comienzo así con los poetas de los años 50: Romualdo, Sologuren, Washington Delgado… Desde la Casona, y mi trabajo en el Centro Cultural de la Universidad San Marcos, años después, son una extensión de Videomemoria. Para eso, logré un acuerdo internacional con Livemedia y pusimos el canal web. Hoy, retomo la web como espacio de difusión, ya que, creo, nuestro sistema ha mediatizado la expresión cinematográfica, la expresión libre de la gente. El cine es economía, política, arte, tecnología, expresión, y merece un espacio más.

Mario Pozzi-Escot y Jorge Pimentel, 1988

-¿Cómo entras al cine?

-Estudié en el Franco Peruano, y la filosofía, las preguntas de la vida, el tiempo, y el sentido siempre me motivaron a leer mucho, y a buscar, también, dentro de mí mismo. Comencé a entrenar bastante, me volví un fanático del gimnasio, pero, a la vez, había estado en el Leoncio Prado, y había encontrado, ahí, un Perú maravilloso: Arguedas, Vallejo… Entré a la Universidad Villarreal, pero mantenerse en clases, en esa época, era muy complicado. Los 60 fueron una época muy emocionante, de pura lucha. En la Villarreal, en esa época, había un gran partido arengando, trabajando… Conocí al APRA, Haya de la Torre.. Y estando en eso, mientras estudiaba filosofía, veo un aviso  de la escuela de cine de Armando Robles en el periódico. Al día siguiente me fui para allá, hablé con Armando, me explicó lo que estaba haciendo, y me pasé a la escuela. Estudié ahí, y Armando me contrató, junto con Fausto Espinoza, Jorge Suárez, Nora de Izcue, quien ya era su socia. Y entramos a trabajar con él.

Mario Pozzi-Escot y Armando Robles Godoy, rodaje de “La Muralla Verde”, 1970.

-¿Qué aprendiste de Armando?

-De Armando aprendí todo. Inculcó en nosotros esa gran pregunta de qué hacer con el cine, y ese cuestionamiento nunca se nos fue. Armando fue uno de los grandes vanguardistas de nuestro cine, uno de los primeros en luchar por una legislación. Con él, aprendimos a trabajar, ser independientes y creativos. Cuando trabajamos en películas como Espejismo o La muralla verde, éramos muy jóvenes, tendríamos tu edad…22, 23… (risas) Me volví escenógrafo, maquinista, asistente de cámara… Fue una maravilla haberlo conocido.

-Según tu experiencia, ¿qué significó la ley de cine de Velasco para la producción cinematográfica de los 70?

-La ley de cine de Velasco debe ser vista en el contexto sociopolítico de la época. Velasco fue un dictador progresista, nacionalista, era la cara opuesta de esa gran mascarada de las dictaduras fascistas que había en Latinoamérica, en Argentina y Chile, por ejemplo. Velasco cambió la historia del Perú. Aquella ley de cine propició que el cine nacional se viera obligatoriamente en las salas. Nuestra cuota era abierta, todos producíamos cortometrajes: el Banco de la Nación nos prestaba el dinero, que devolvíamos en base a la recaudación, y de ahí pasábamos al largometraje. Pero eso duró lo que tenía que durar, fue una especie de gran sueño llevado a cabo que nos formó como profesionales. En esa época trabajé con Armando, con Dennis Hopper, hicimos nuestros cortos…Yo me interesé por el asunto de la expresión, del rescate de la memoria. Hice un corto sobre Tilsa Tsuchiya, hice Baila Negro, otro sobre Cuatrotablas, un mediometraje… De ahí cae Velasco y entra Morales, quien, a mi parecer, lo traiciona, y regresa todo a como estaba. Borrón y cuenta nueva.

Mario Pozzi-Escot en el rodaje de “The Last Movie” de Dennis Hopper, 1971.

-¿Cómo ves el rumbo que ha tomado el cine peruano en los últimos años?

– El cine peruano es un reflejo del subdesarrollo peruano. La oferta cinematográfica está copada por producciones norteamericanas, por la gran industria, donde hay basura, y, de vez en cuando, buenas películas. Acá no se ve cine de Japón, de Argentina, de Francia…Nuestro cine se ha ido adaptando a eso, y ha logrado ciertas líneas comerciales, malas, y líneas personales de cineastas que han hecho su propio cine, lo que ellos han querido hacer. A partir de la ley de cine dada por el dictador Fujimori, en los 90, el panorama se volvió terrible, en el sentido en que si no entrabas en lo comercial, la cosa no daba para más. Desde entonces, el gran público ha estado copado por las líneas comerciales, industriales, y en ese contexto el cine peruano ha logrado grandes éxitos comerciales, pasando el millón de espectadores, por primera vez, con una película que es una basura, un film superficial, falso, chabacano… El cine debe aún lograr muchas cosas. No es solamente entretenimiento. También educa, lleva a la gente a la conciencia de su realidad.

– Es que también es políticamente conveniente para ciertos sectores tener un cine masivo de puro entretenimiento…

-Es la ley neoliberal: entretener, desinformar y explotar a la gente. El cine, a través del sistema de estímulos estatales, tiene haciendo cola a un montón de ingenuos cineastas nuestros. Muchos de los jóvenes están detrás de esto. Los viejos, de mi generación, ya se dieron cuenta hace rato. Este sistema de concursos implica, a mi parecer, una autocensura de los cineastas, para poder coincidir con los principios, las exigencias, que establece el concurso. Eso hace enmudecer este cine peruano, que, en el mundo, es virtualmente silenciado. Es, por lo tanto, frente a esta situación que yo adopto un cine como forma de vida, un cine libre, expresivo,  y es por eso que me gusta trabajar con otros artistas, sobre todo con poetas.

-¿Cómo, en medio de este panorama, en el que muchos cineastas dependen de los estímulos estatales o de auspicios privados, mantener esa independencia creativa?

-El reto es no caer en el juego oficial. Ser independiente, ser alternativo, es una forma de vida, que va en paralelo a mí, a mi forma de expresarme y hacer mi cine, que no depende del gran público, ni, mucho menos, de dineros o aportes del Estado. Videomemoria y mis expresiones a nivel cinematográfico tienen, en ese sentido, un público restringido. Es experimental: yo soy resistente a esa visión del cine comercial, de ese cine que depende de las líneas políticas reinantes de la coyuntura en la que el Estado le da el premio a alguien. El cine es un gran abanico de expresión: entretiene, forma, educa, informa… Cuando, dentro de estos cuatro elementos, das mayor peso al entretener, chau…Se fue “a la M” toda la expresión… Pero si entretienes, y además informas y educas a la gente, ya estás agarrando carne política, ideológica, filosófica…y el cine cobra otro color.

Mario Pozzi-Escot y Andrew Colquhoun, socio de Livemedia, en transmisión en vivo para “Desde la Casona” (Centro Cultural UNMSM), 2009.

-Tu cine es una proyección de ti mismo, de tu visión del mundo. ¿Dirías que es algo que te ha permitido encontrar un lugar propio en el mundo, una vida propia?

-La primera pregunta que uno se hace es la del sentido de todo esto. Y todo esto es un sinsentido. Valga la redundancia, es ese sentido del sinsentido lo que siempre ha guiado mi búsqueda. Es algo que me he hecho adoptar muchas posiciones, actitudes, y, si no fuera por el cine, por la creación artística, estaría metido en política, o sería un indignado gritón en la calle, protestando…(risas) El cine me ha permitido encontrarme a mí mismo. Comencé cuando tenía 20 años, han pasado más de 50, y sigo trabajando y manteniendo. Acabo de terminar la película de Germán, estoy haciendo otra, y lo hago sin depender de grandes capitales. Como dijo un gran cineasta, el cine es una cámara y una idea. Entonces, esa cámara y esa idea las llevo a cabo contra viento y marea. Me niego a seguir la ilusión del éxito. Lo que me importa es trabajar, ser como soy, decir lo que quiero decir. Estoy terminando una película que se llama Martín, con mi cámara, y un actor natural, maravilloso, que encontré. Empecé a grabar Martín antes del COVID,y ahora estoy editando y grabando cosas complementarias. También, voy a terminar mi Ochenio, documental sobre la dictadura de Odría. Me interesó mucho realizar un documental sobre Eloy Jáuregui, poeta Horazeriano y gran periodista, que está colgado en Zonavideored, junto con otros documentales, como Mundos Andinos, Lima Opinión pública, Arguedas Los Ríos profundos, con Cuatrotablas. Acá en casa, tengo mi computadora, mi cámara, mi biblioteca. Claudia, mi esposa, me ayuda muchísimo, también Amparo, mi hija, y tú. Tus hermanos mayores, estando en lo suyo, colaboran mucho también. Y ahí vamos, avanzando. El cine hay que hacerlo hasta el último momento en que uno tenga fuerza y capacidad de expresión.

-Es la búsqueda de una vida entera.

-Exacto. Para mí, vivir es hacer cine. Así trabajo yo, y así voy a seguir.

“EL LUGAR DE LOS ENCUENTROS- GERMÁN CARNERO: POETA, ESCRITOR, PERIODISTA” SE ESTRENARÁ ESTE DOMINGO 2 DE AGOSTO A LAS 6 P.M VÍA FACEBOOK.

PARA VER EL ESTRENO, ACCEDER A LA HORA PROGRAMADA AL SIGUIENTE LINK: https://www.facebook.com/zonavideored

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