Escribo estas líneas con estupor, luego de escuchar la entrevista publicada el 25 de septiembre de 2024 en el canal de Youtube «Después de clases» de Alberto Grados, escuchar a la Ex ministra de Educación Marilú Martens Cortés decir expresiones como «No son los más talentosos los que dicen ‘me voy a Educación’ o ‘No son las carreras más consideradas, como las que oye, tienes que prepararte, tienes que ser el mejor para ingresar a esta carrera, no veo a una chica a un chico que dicen yo quiero estudiar educación, pero es muy difícil entrar tengo que prepararme mucho porque ahí van los mejores, no, por último entraré a Educación”.
¿Qué clase de país somos cuando la carrera que forma a quienes forjarán el futuro de la nación es vista, desde los ojos de una ex ministra de Educación, como “la última opción” para quienes no lograron ingresar a otras profesiones? ¿Con qué clase de personas conversa la ex ministra para que le digan algo así? O, tal vez, habla desde el resentimiento que aún guarda hacia la carrera docente. Al parecer, todavía le queda rencor por la huelga del 2017, aquella que fue impulsada por docentes organizados y liderados por el ex presidente Pedro Castillo Terrones, una huelga que inició desde las aulas rurales, y que provocó su salida del cargo. Una huelga que ni ella ni los técnicos del Ministerio de Educación supieron manejar. Se inició en Cusco y Arequipa, el sur peruano siempre contestatario, siempre rebelde, siempre lucido y dispuesto a dar batalla, mientras el norte aburguesado solo mira y aplaude. Le queda el encono de haber sido desplazada por un docente al que, luego, su grupo de amigos con apellidos de avenidas no pudo vencer en las urnas.
Tal vez la ex ministra no recuerda que existen grandes maestros que han ejercido la docencia en las escuelas del Perú y que decidieron ser docentes. A lo largo de la historia del Perú, numerosos docentes han dejado una profunda huella no solo en las aulas, sino también en la literatura, la filosofía, la pedagogía y la construcción de una identidad nacional. Figuras como Jorge Basadre, Ciro Alegría, Oswaldo Reynoso, César Vallejo, José María Arguedas, César Picón, Walter Peñaloza, Mario Vargas Llosa, Everardo Zapata Santillana y Enrique Guzmán y Valle, entre muchos otros, han ejercido la docencia y han contribuido al desarrollo intelectual y educativo del país.
Muchos docentes de vocación son reconocidos con las Palmas Magisteriales, la más alta distinción honorífica otorgada por el Estado peruano a los maestros por su destacada labor en la educación, la ciencia y la cultura. Otros han sido galardonados con premios como el Horacio Cevallos Gámez, que destaca la excelencia docente y la innovación pedagógica en el país.
He visto ministros de Educación que no durarían un día frente a un aula de secundaria en Puno. Tecnócratas que hablan de «competencias digitales» en zonas donde no hay electricidad. Asesores internacionales que confunden Huancavelica con Huancayo en sus lujosos informes.
Las lamentables declaraciones de la ex ministra de educación, solo intentan convertir esta noble profesión, la docencia, en sinónimo de fracaso, relegándola al último escalón de la escalera social.
O rescatamos la dignidad de la carrera docente, o seguiremos permitiendo que discursos como estos pasen desapercibidos. Es cierto: no es la profesión mejor remunerada, y muchas veces trabajamos en condiciones de infraestructura que ponen en riesgo la integridad de docentes y estudiantes. Pero eso no significa que no tengamos derecho a exigir cambios profundos.
En cada aula, en cada rincón del país, existen docentes preparados, con vocación y compromiso. Elegimos ser docentes. Y no fue nuestra última opción.
Si para la señora Marilú Martens la docencia representa “lo último”, ¿por qué entonces CARE Perú —la organización que ahora dirige— continúa firmando convenios con el Ministerio de Educación en nombre del cierre de brechas? ¿Por qué sigue viviendo de la educación y de los docentes peruanos?
Basta revisar la Resolución Ministerial N.º 475-2024-MINEDU, que aprueba el otorgamiento de una subvención de hasta S/ 1 796 000,00 (un millón setecientos noventa y seis mil soles) con recursos del Estado a favor de CARE Perú, destinada a la implementación de una propuesta de servicio educativo en ochenta y siete (87) instituciones educativas del nivel Primaria Multigrado Monolingüe Castellano en las regiones de Arequipa, Cajamarca, Huánuco y Junín. Esta subvención se enmarca en la Cláusula Sexta del Convenio N.º 058-2024-MINEDU, conforme a lo dispuesto en el artículo 96 de la Ley N.º 31953, Ley de Presupuesto del Sector Público para el Año Fiscal 2024.
¿No es contradictorio? ¿Cómo puede deslegitimar la docencia y al mismo tiempo beneficiarse institucionalmente del trabajo y la entrega de quienes ella misma desacredita?