Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

María Rostworowski, el mestizaje y la genuina identidad del Perú

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Leí en las redes sociales un fragmento de una entrevista a María Rostworowski de 1987 para la revista El zorro de abajo, aunque nadie puso la fuente ni nada ni, mucho menos, expuso ninguna idea sólida a lo que se divulgó impunemente, por todos lados, teniendo miles de compartidos y todo lo demás.

De inmediato expuse unas ideas sobre el tema en mi tablet, pero no me era dable publicar en cualquier muro así que les di espacio en mi columna y, por ello, a continuación presento las declaraciones de la celebre investigadora que, acto seguido, paso a cuestionar dado que repite los mil atavismos que pueblan la buena conciencia de no poca parte de la clase «ilustrada»:
«El peruano es un hombre acomplejado porque un puñado de hombres lo conquistó; luego porque tuvieron que venir de fuera para librarnos de España, y por último porque perdimos la guerra con Chile; todos son fracasos. Mientras no aceptemos nuestra realidad indígena, que nosotros somos un pueblo andino, serrano, mientras no comprendamos eso vamos a seguir siendo un país acomplejado; tenemos que aceptar lo andino.

El peruano quiere ser europeo, quiere ser yanqui, quiere ser cualquier cosa; no quiere ser peruano, no tiene orgullo de ser peruano. Hay que aceptar la derrota, hay que comprender por qué existió y que esa derrota fue también apoyada por los mismos indígenas, que ellos no tenían por qué imaginar lo que iba a pasar… Yo me acuerdo cuando principié una investigación, me dijeron: tú estudias indios. Te lo decían con un desprecio… Yo decía por qué si es lo más interesante y yo creo que no tengo ese complejo porque no me he educado acá no he seguido los malos textos sobre historia indígena y sobre historia del Perú.

No he tenido ese complejo y he venido al Perú con un sentido de admiración por lo que había logrado el pueblo andino a pesar de su aislamiento, a pesar de la falta de difusión de otras culturas. Porque si usted ve, Europa no inventó casi nada, Europa ha aprovechado del logro de otros pueblos. No es el mérito propio, sino que es una difusión, un constante cambio lo que ha facilitado el progreso. Pero aquí estaban totalmente aislados, dejados solos a resolver sus problemas, que eran terribles porque este no es el suelo fácil de Francia, es un suelo difícil, tiene usted desiertos, quebradas, punas, selvas. Entonces usted se da cuenta qué difícil es alimentar gente con esa situación. Sin embargo, cuando vinieron los españoles todos estaban de acuerdo en que la gente andaba bien comida, bien vestida. Es decir que el pueblo andino logró una utopía humana de dar de comer a toda una nación».

Como se ve este fragmento admite muchos matices y cuestionamientos. Vamos a ellos:
Ella dice, por ejemplo, que «El peruano es un hombre acomplejado porque un puñado de hombres lo conquistó…».

Esta es una primera mentira o un primer error gravísimo. La verdad es que el peruano es un individuo acomplejado porque no ha asimilado de modo unívoco que la conquista es tan suya como el mundo prehispánico que, además, no puede reducirse solo a los Incas que fueron detestados por la propia población tawantinsuyana como bien nos enseñan la suma de alianzas dadas en contra del Cusco y en favor de los aventureros peninsulares.

Prosigue e insiste con los atavismos conceptuales malamente enquistados en un montón de gente sin criterio, «(El peruano es un hombre acomplejado)… porque tuvieron que venir de fuera para librarnos de España…».

Este punto admite un millón de contradicciones puesto que no hubo ninguna liberación sino una reducción de los intereses de la población que prefería no solo a España sino que, además, gozaba de ventajas y posibilidades que la República criolla aniquiló en todas sus manifestaciones. Y agrega que «por último (el peruano es un hombre acomplejado) porque perdimos la guerra con Chile; todos son fracasos.»

Este punto es muy importante puesto que comprende dos factores fundamentales además de la fragilidad y estupidez de la clase dirigente criolla; el primero, es la ausencia de una identidad nacional fuerte y, el segundo es la renuncia a luchar por mantener la hegemonía continental como sí se sostuvo durante el régimen hispánico (hasta 1776).
El problema, entonces, no pasa por la falacia de la mera aceptación de lo indio como elemento predominante en el ser peruano sino por la doble aceptación de una conformación tan hispánica como india, ya que negar dicha complejidad es una mutilación que solo ha producido daños en la población y en la «academia» y si no acabamos de una vez con dicha farsa seguirá dañando a los peruanos en el futuro.

Por lo tanto, debe dejar de verse en el seno mismo de la identidad nacional solo a un manto indio sino que debe advertirse con la mayor claridad a una doble capa que es hispánica en la misma medida que es india o incluso mas desde el punto de vista de la utilidad, aun cuando ni siquiera la España moderna tiene el criterio suficiente para exaltar con lucidez su pasado imperial.

Enfatizo este último punto debido a que el distanciamiento de aquella España imperial posibilitó la desbordante tropelía de los «libertadores» incluso las del digno San Martín (pese a todo, agudo clarividente de la idiosincracia del pueblo peruano) y ni mencionemos las del despreciable Bolívar, denodado enemigo del Perú (pese a sus meritos personales incuestionables).

En este punto, considero, desde una visión personal, que para hacer del Perú una nación poderosa, debemos apartarnos de la mirada ciega de «académicos» acomplejados que promueven el victimismo y el indianismo, pues estos lastres solo debilitan a la población con sus monsergas absurdas, las mismas que pretenden hacer del indio el elemento fundamental de la peruanidad, del antihispanismo una fuerza capaz de organizar una identidad peruana realmente impostada y de Arguedas el descubridor del Perú profundo (algo que si fuera cierto sería la mayor condena para todos y gracias a la literatura que existieron Arguedas y Scorza para mostrar otros rostros del mundo andino, aún así insuficientes para dar una vista cabal de lo que es ser o de lo que puede ser el peruano).

Por todo ello, en tanto no se entienda esta complejidad, el Perú y sus frágiles elementos constituyentes dispersos y desunidos una y un millón de veces seguirá diciendo «ay» por todos lados y, desde luego, se «seguirá muriendo». En este punto, debo hacer una digresión preliminar sobre el mestizaje puesto que debería empoderar a la población y no acomplejarla ni alienarla, pero, en este país, lo niegan en todas sus formas, pese a hacer una mala publicidad del mismo, y todo por no aceptar la parte hispánica como eje nuclear, mucho mejor estructurado que todo lo del mundo prehispánico que pese a sus elementos de valor no tuvo opciones de constituirse como «inca» en ningún momento.

Lo peor es que todos estos temas no cuentan ni siquiera con los «intelectuales» para el ejercicio de una problematización solvente y, desde luego, la gente en general no puede orientarse ante todo este embrollo. Pienso, como contraparte de todo esto, en cuánto le serviría al ciudadano promedio jactarse de que hasta 1776 el Perú cubría toda la Sudamérica hispana importante hasta el Atlántico.

También, me parece muy claro que la simplicidad y contundencia de Blasón serviría mucho más para el empoderamiento de nuestro pueblo que cualquier cosa propuesta por Arguedas o Vallejo. Solo así, el Peru se constituiría al fin en un pueblo hermoso de verdad, pero, por el momento, todo está al revés .

Y, para finalizar, contrariamente a lo que cree la masa convicta y acrítica ante la farsa inglesa anticolonialista, en este país no hubo ningún colonialismo dado que la colonia dista demasiado de lo que fue, en realidad, un reino importante como el Perú (aunque no tanto como México que por algo fue denominado Nueva España).

En este orden de cosas, la mayor falsedad indianista es atribuir al mundo prehispánico una suma de virtudes inexistentes (pese a un evidente desarrollo tecnológico en agricultura e hidraúlica) pues era un marco mucho más opresivo que cualquier otra forma de dominación, sobre todo si se ve con ojos críticos la estructura social incaica y el trato dado a los mitimaes (en su faceta de penalidad) entre otros detalles que hicieron del Cusco y sus adeptos en entorno de inmenso desprecio por las naciones que recientemente había anexado el Tawantinuyo.

Tampoco es cierto que todos los indios la hayan pasado pésimo bajo el imperio español puesto que hubo cientos de casos de aristócratas incaicos y de otras nacionalidades prehispánicas que gozaron de amplios beneficios por cuenta de la Corona española y eso se vio hasta el último día antes de la batalla de Ayacucho, donde curacas y gente nobiliaria descendiente de los pobladores autóctonos defendieron la bandera del imperio español (que era y es una parte tan suya como cualquier otra que se pueda pensar) y ni se diga de la gente del pueblo que, también, defendió a España.

El Perú, entonces, en líneas generales, nunca quiso desligarse de España, pero dicha monserga fue impuesta desde el extranjero y es lo que más debilitó al país hasta la fecha, pues le hizo renunciar a su pretensión hegemónica sobre el continente y a su múltiple pasado imperial.
El Indio Fernández, gran mexicano y hombre sin acomplejamientos, amaba a España y la consideraba la Madre Patria a la par que a su propio mundo mexicano.

En el Perú, desde luego, muy pocos han tenido o tienen esa clase de criterio y basta comparar las muestras de arte y pensamiento de los dos lados para constatar la mutilación identitaria que denuncio plenamente.

Esa es la realidad. El desprecio y el rechazo de la égida cusqueña facilitó el triunfo hispánico hace cinco siglos . Por todo lo expuesto, negar a España es mutilar la identidad nacional, solo para dar cabida al capricho y al resentimiento.

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