El cuento clásico de La bella durmiente, (escrito por Perrault en 1697 y que tiene su versión primigenia en Sol, Luna y Talía, del italiano Giambattista Basile en 1634), fue llevada al cine en versión animada por Disney en 1959. Esta vez, la misma casa cinematográfica nos entrega el otro lado de la historia, una que los dejará tan desconcertados como gratamente sorprendidos.
Maléfica, película dirigida por Robert Stromberg y cuyo guión estuvo a cargo de Linda Woolverton, nos cuenta una versión alejada del cuento clásico de Perrault, el lado B de la historia, una donde el hilo conductor de la trama está signada por la ambición, la avaricia y la venganza, y el resultado es una cinta hermosa, tierna, llena de imágenes que rompen el estereotipo del cuento clásico animado donde el final feliz termina con la bruja devorada por las llamas del infierno (de su propio infierno) y el príncipe y la bella durmiente viven felices para siempre sin preocuparse de los gastos de fin de mes, el colegio de los nenes, los concursos fotográficos o las elecciones municipales.
Pero Maléfica es también una cinta donde el mensaje de redención está presente desde el inicio, entre los días que transcurren en aquel páramo mágico donde nace el amor entre un humano (Stefan, que en el guión original era el hijo bastardo del rey) y un hada (Maléfica, que ya desde el nombre lleva el karma de su destino), una tierna historia envilecida por la ambición y la codicia del hombre. Traicionada por quien creyó “el verdadero amor”, Maléfica convierte a un cuervo, Diaval, en su aliado (en sus “alas”), y a su páramo magnífico en un reino oscuro desde donde planea su venganza.
La interpretación de la bruja, a cargo de Angelina Jolie, es tan buena que uno reconoce en su aparición ante el rey el día de la celebración de Aurora, a aquella que aparece en el dibujo animado. Maléfica es también una alegoría de la mujer que se pierde en el odio víctima de una traición, y que se encarga de propinar el más cruel de los actos: vengarse a través de una niña indefensa. Y es entonces la naturaleza la que se ocupa del resto. Sí, la naturaleza, a pesar de tratarse de un ser de fantasía, se presenta en Maléfica a través del vínculo más poderoso, el amor, y de la relación que va creciendo entre la pequeña Aurora y ella, porque ese es el lado B de esta historia: la relación entre la bruja mala y la víctima, narrada desde la propia voz de esta última, una estupenda vuelta de tuerca que nos pone a pensar en las grandes posibilidades narrativas de tantas historias leídas o escuchadas cuando niños y que se siguen leyendo y contando cada noche en algunas casas.
En este lado B el príncipe azul no existe, no es “el amor verdadero” que se nos presentaba corporizado en un príncipe montado en su corcel blanco: el amor nace en la bruja al reconocer que ama desde siempre a la pequeña Aurora, y que encuentra en ella el reflejo de sí misma, de su lado puro y de la posibilidad de recuperar el paraíso perdido: ese páramo donde su infancia estuvo llena de magia. Y en este final, que es también la historia paralela de la locura y el envilecimiento del rey (el traidor) está la clave del cuento.
Mención aparte merecen los efectos especiales y el desarrollo de los personajes fantásticos que se presentan, todos, en el lado mágico. Y la banda sonora, realizada por James Newton Howard, incluye la nueva versión de «Once upon a time», esta vez en la voz de Lana Del Rey, que nos devuelve, en cierta forma y por algunos minutos, a la historia original. Una cinta imperdible que cumple y conmueve, que nos regresa a aquellas narraciones donde el ritmo no decae y donde la emoción se agradece. Vayan a verla.