Política

¿Malditos rojos? Vivimos repitiendo etiquetas

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Rojos, comunistas, fachos, aleluyos, libertarios, terrucos, reaccionarios, caviares, fujimoristas, viejos lesbianos, resentidos, ambientalistas. Nuestro abanico político se ha pintado de diversos conceptos que el ciudadano repite, a veces sin tener un conocimiento cabal de los mismos. ¿Qué quieren decir estos términos realmente?

Vivimos repitiendo conceptos, términos, etiquetas políticas. Son una manera de estereotipar al adversario político, una forma de pereza mental y un truco para instrumentalizar al otro. Los políticos aman las etiquetas y promueven su uso entre partidarios y votantes: es sencillo ganar adeptos polarizando a un sector de la ciudadanía. Por eso es imprescindible conocer a qué hacemos referencia cuando usamos etiquetas políticas. Aquí un breve glosario de lugares comunes:

Aleluyo: Término despreciativo o condescendiente para referirse a un creyente (el creyente puede profesar la fé católica, evangélica u otras confesiones) El que utiliza esta etiqueta suele considerarse – a sí mismo – un librepensador o cree estar en proceso de serlo y considera a los aleluyos como individuos obnubilados por la fe, incapaces de sostener un diálogo racional: seguidores de una doctrina.

Este término también hace referencia a quien no condice su vida privada con sus creencias: un hipócrita. Cuando un aleluyo entra en política es temido por los individuos de pensamiento progresista, pues el aleluyo suele tener posturas conservadoras. Para el progresista un aleluyo es fundamentalmente alguien peligroso. Sin embargo, para los defensores de los valores establecidos el aleluyo es un interlocutor válido, un aliado.

Al término aleluyo no se le suele anteponer el adjetivo maldito (eso se reserva para los rojos: malditos rojos) pero sí el sinónimo de borrego; es común escuchar a individuos decir: borregos, aleluyos.

Ser creyente no debería ser sinónimo de enajenación ni de irracionalidad  ¿No todas las confesiones deben respetarse?

Facho: El facho contemporáneo no tiene que ver exactamente con el original fascista italiano, aunque comparta ciertas características. Le dicen facho al que tiene un amor desmedido por la autoridad, apelando a la represión y a las reglas. El orden establecido muchas veces convalida injusticias o impide el desarrollo de ciertos pensamientos progresistas, por lo cual al facho es una especie de individuo conservador con arma, a diferencia del aleluyo, que es un conservador con Biblia.

Se le dice facho – también – a quien pondera, de modo desmedido, los valores patrióticos y se opone a la inmigración, a los que promueven el pensamiento reaccionario y a los que tienen en menos las prácticas democráticas. Es un término paraguas, de connotación peyorativa que es movilizado para etiquetar al adversario.

Quienes comparten características que el fascismo enaltecía no son fachos necesariamente, pero el término se usa de modo indiscriminado, con lo cual su concepto ha pasado a relativizarse. Los que motejan de fachos a otros suelen anteponer el adjetivo asqueroso: asquerosos fachos.

Fujis: El fujimorismo representa a la derecha populista: mientras se privatizaban las empresas y se ganaban millones, se construían lozas deportivas y se regalaban sacos de arroz. El fujimorismo apeló a la necesidad de los sectores populares. Luego del escándalo de corrupción del 2000 el fujimorismo se ha mantenido en política, generando la polarización del pensamiento entre muchos peruanos.

Para quienes acusan de fujimorista los otros, cualquier actitud es sospechosa de fujimorismo: criticar a políticos de diferente tienda política es ser fujimorista, exhibir la corrupción de otros partidos es ser fujimorista, informar sobre ciertos políticos es ser fujimorista. No interesa si el criticado, critica a su vez al fujimorismo. Cualquiera, en cualquier momento puede volverse fujimorista. El acusar a otros de fujimorismo se ha vuelto una práctica extendida e indiscriminada. Quienes acusan a otros de fujimorismo suelen añadir el sufijo bestia: fujibestias.

Generación del bicentenario: Con este nombre se suele definir a los jóvenes que recientemente marcharon y lograron la caída del régimen de Merino. La indignación juvenil ha sido positiva, implica no convalidar actos y prácticas antidemocráticas: el logro ha sido importante y ha resuelto un problema urgente, pero el problema estructural de nuestro país requiere, además de la indignación, la forja de las ideas.

Quienes denostan de los jóvenes y los motejan como borregos ejercen un pensamiento mezquino. La marcha juvenil y su indignación es válida, pero necesita ideas. La indignación resuelve los problemas coyunturales, pero las ideas resuelven problemas estructurales, criticar su indignación y no estimular el acopio y la promoción de las ideas es mezquino.

Quienes elogian a los jóvenes y ponderan las cualidades del tik – tok, de las redes sociales y del mundo virtual responden a otros intereses. No los quieren realmente. Se debe estimular la producción de ideas en los jóvenes, no encaminarlos hacia otros líderes, que están ahí por conveniencia. Las aplicaciones y las redes sociales son mecanismo vacíos sin las ideas y los conceptos.

Progre: Progre viene de progreso. ¿Quién está en contra del progreso? Este término, en su modo peyorativo, se aplica a quienes defienden ideas liberales (que promueven una apertura en los derechos del individuo) a los que defienden ideas en pro de la conservación del ambiente, a quienes promueven ideas que apelan a una mejor distribución de la riqueza económica entre los individuos, etc. Son acusados de promover ideologías foráneas, de socavar las instituciones tradicionales, de formar argollas de pensamiento único, de no ser coherentes con su discurso, de imponer ideologías en el estado. El progreso no es negativo, la apertura de derechos para el individuo, mientras no perjudique a los demás, no debe impedirse; la promoción de los derechos ambientales es necesaria, que el estado promueva los valores de respeto e igualdad entre individuos tampoco es negativo. Entonces ¿De qué se les acusa a los progres?

Quienes acusan a los progres suelen ser los defensores del status quo, los que convalidan el sistema tal cual está: detrás del ataque a los progres está la defensa de los valores tradicionales. Sin embargo, los valores tradicionales son una entelequia, no existen per se valores tradicionales, la humanidad está en constante cambio. Que el progre sea un defensor de los valores de igualdad y de progreso humano, no debería ser signo de reprobación en sí mismo.

Lo que sí se debe criticar y reprobar es la práctica – no exclusiva de los progres – de la argolla y el amiguismo. El constituir grupos cerrados, argollas y círculos no le hacen nada bien a los valores democráticos. Por más que en estos grupos se mueva lo más selecto de la “intelligentsia” o del pensamiento de vanguardia. Las prácticas de la argolla y del amiguismo son prácticas anti – democráticas por excelencia. Disertar sobre la pluralidad de voces y  la defensa de los valores del progreso, en un cenáculo privado, es incoherente. Otro punto criticable de los progres es su postura políticamente correcta, lo políticamente correcto y la censura, al que piensa distinto, es otra práctica anti democrática. El buenismo y el correctismo político como imposición es contraproducente y nocivo. Los que critican a los progres suelen decirles progres de mierda.

Rojo: El uso indiscriminado del término se ha extendido: marchar es ser rojo, reclamar derechos es ser rojo, leer a Marx es ser rojo, cantar huayno es ser rojo, promover ideales de igualdad es ser rojo. ¿Qué es ser rojo? Ser rojo es ser de izquierda. Marchar y convocar protesta ciudadana no es privativo de las izquierdas, la gran protesta contra la estatización de la banca no fue un movimiento de izquierda. Reclamar derechos no es ser, necesariamente de izquierda, leer a Marx no lo vuelve a uno de izquierda, etc.

Se les asocia a los rojos con la violencia, sin embargo, la violencia no es privativa de los rojos. Ningún movimiento de izquierda democrática en Perú reivindica la violencia para llegar al poder. Se dice que los rojos son parásitos del estado: el parasitismo es práctica de izquierdas y derechas. En el 2008, en la crisis norteamericana ¿Para quiénes fue el gran salvataje financiero? Con la crisis económica del coronavirus ¿Quiénes se han visto beneficiados con la parte más grande del pastel de REACTIVA? ¿Quiénes viven, también, del estado?

Hay rojos que viven del Estado, hay neoliberales que viven del estado, hay rojos parásitos y neoliberales parásitos: el parasitismo es democrático, no discrimina. Los rojos suelen ser catalogados como malditos: malditos rojos

Terruco: El terror, en política, es un concepto político. Terroristas son los grupos que intentan subvertir el orden establecido mediante la violencia, la intimidación y el crimen. El terrorismo en el Perú generó una gran conmoción social, que tarda en ser reparada. Por eso acusar, sin más pruebas que los dichos a alguien de terruco es aventurado y un despropósito. Se le suele decir terrucos a los que marchan, a los que reclaman, a los rojos, a los que no están de acuerdo con ciertas prácticas del sistema. El concepto es delicado, sin embargo, se usa indiscriminadamente para deslegitimar cualquier tipo de reclamo o cualquier tipo de conducta.

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