Texto: José An. Montero / Fotografía: Lorena del Rio
No jury. No selection. No money. No returns. Este lema al que se agarran los artivistas postales los ha mantenido alejados de los circuitos comerciales y de la voracidad del capitalismo corporativo al que acaba sucumbiendo cualquier movimiento cultural. ¿Todos? No. Hay uno que resiste ahora y siempre al vil metal. El Mail Art.
Predecesores del movimiento Creative Commons y del Software Libre llevan desde el principio de los tiempos postales haciendo de su arte una manera de dar un toque de atención al civilizado mundo en el que vivimos. Basta un sello al revés casual o intencionado, unas letras cruzadas superpuestas a otras o unas letras al margen de la fotografía del paraíso para subvertir el mensaje. Una creatividad que se cristaliza y condensa en diez por quince centímetros a la que no ha podido resistirse ningún artista. Un ojo infantil que miraba por la ranura de un buzón se convertía en una berenjena con sello postal en la edad adulta. Arte rebelde que circula por las venas del poder. Arte de mano en mano. Sin jurado, sin selección, sin dinero y sin retorno.
Cuenta la tradición de los mail artistas que el norteamericano Ray Johnson fue su pionero con sus listas de artistas y sus «moticos» en los años cincuenta y sesenta. El Mail Art ha disfrutado sus infinitas variaciones, aunque para hallar las primeras correspondencias con intendencias artísticas deberíamos remontarnos mucho más atrás. Muchos, como la crítica de arte Pilar Parcerisas consideran que es descendiente directo del Arte Conceptual, recordemos las postales de On Kawara. En la experimentación vía postal también podemos encontrar ejemplos a principios del siglo veinte entre los dadaístas, en la Bauhaus y, quizá también, en artistas futuristas como Ivo Pannaggi o Giacomo Balla, quieres exploraron esta vía para realizar tarjetas postales con una intención artística.
El fenómeno creció y creció durante los años sesenta culminando en 1972 con el artículo publicado por Jerry Bowles en el número de Marzo-Abril de Art in America que llevó por título Fuera de la galería, dentro del apartado, en el que escribió: «En todas sus varias manifestaciones, el nuevo movimiento podría ser llamado mejor arte «comunitario», porque su verdadero objetivo es proveer un sistema a través del cual los artistas puedan comunicarse entre sí, aprender de intereses comunes, y promover el desarrollo de ideas». De esta manera marcó las bases sobre las que se ha desarrollado el mail art y abriendo así una nueva etapa expansiva y abierta a un mayor número de artistas y participantes.
Como explica José Ramón Alcalá, catedrático de Procedimientos Gráficos de Expresión y Tecnologías de la Imagen y exdirector de las CAAC, estas «creaciones que de alguna manera también tendrán un regreso. Esta práctica intoxicó a muchos movimientos; es decir, esta práctica insufló ideas, innovación, insufló activismo a movimientos tan importantes de la mitad del siglo XX, como fueron el Arte Conceptual o el Fluxus Happening, y también a otras técnicas como el Copy Art o el Fax Art».
El arte postal nunca dio el salto a las Galerías de Arte, aunque como nos cuenta Ibirico, una de las figuras clave del Mail Art en español, «ha habido intentos. Galerías que han intentado vender Mail Art. Nos hemos negado rotundamente y además lo hemos denunciado, porque es un arte, digamos que tiene el valor, pero no un valor crediticio».
En sus momentos más gloriosos, finales de los años noventa del siglo veinte, eran múltiples las convocatorias a lo largo de todo el planeta que reunían a miles de artivistas. Según César Reglero, «el Mail Art es arte más democrático que existe Con un simple sello, tú participas en la convocatoria, en una exposición, en un evento, en un experimento y sin censura, sin jurado y sin selección. Todos pueden ser artistas. Son parámetros que rompen con todo lo establecido». No tardó en llegar a España, y sus huellas se pueden seguir también asociadas a la poesía visual, a las performance de Esther Ferrer, los conciertos del grupo ZAJ o las instalaciones de Valcárcel Medina. Esta nueva manera de expresión artística cristalizó por primera vez en la mítica exposición «Tramesa Postal» celebrada en 1973 en la Escuela de Diseño EINA, que dió origen a los primeros grupos de mailartistas.
Aunque este arte nunca llegó a popularizarse, ni siquiera cuando Yoko Ono lo puso de moda en todo el mundo enviando postales con un agujero a todos sus amigos. No son muchos los nombres españoles que podemos citar entre los grandes del mail art, pero sí lo suficientemente interesante para sacudirles el polvo y rendirles el debido respeto. Peres Sousa, editor de P.O. Box, que sigue en cierta manera viva a través de la web de Merz Mail; Ibirico, padre espiritual de Asociación de Mail Artistas Españoles, AMAE; el Poeta Visual Apropiacionista César Reglero; Francesc Vidal, del colectivo SIEP o Salvador Benincasa, conocido como Valdor.
A pesar del fax primero y el email después, el Arte Postal sigue siendo un arte activo aunque ha hundido sus raíces aún más en el territorio underground, convirtiéndose casi en un símbolo de resistencia al mundo deshumanizado y digital que se nos impone. Hay quien habla incluso de la muerte del Mail Art. Con fina ironía, se puede participar hasta el 29 de junio de 2019 en el enterramiento final del Mail Art. Ibirico (AMAE), César Reglero (TDS) y Domingo Sánchez Blanco (MMM) han lanzado la convocatoria universal final para participar en el Museo Mausoleo de Morille en Salamanca (España), donde se recibirán las últimas piezas de Mail Art y se les rendirá el debido homenaje. Allí serán enterradas en un objeto volante no identificado que llevará los anagramas de oficinas postales posiblemente vinculados a otras galaxias.