Madeleine Osterling aparece comúnmente en la racista, pestilente y vomitiva revista Cosas, y veranea, cuando está en el Perú, en el elitista club náutico de Asia u otros de su especie, donde no se juntan el agua con el aceite; o sea, los que tienen plata con los que no tienen plata. Pero, es, además –y esto es lo que nos importa ahora–, candidata a la alcaldía de san Isidro por el “partido” lumpen más hediondo de la historia peruana: Fuerza y no qué cuantos más (ya no sabemos ni qué nombre tiene ahora, porque el fujimorismo cambia su careta, como un camaleón, de acuerdo a las circunstancias y de acuerdo al clima político).
Curiosamente, en estos días de chanfaina electoral, farsa democrática y cretinismo politiquero, nos hemos sorprendido de los disparates, despropósitos y sinsentidos que salen de la boca de esta “señora regia” (heredera de un linajudo clan político-minero), y, sobre todo, esa imagen mormoniana y cuasi angelical de querer convertir a su distrito en una especie de edén, paraíso o Shangri-Lá. Y hasta ahí no tenemos nada qué decir. Total, los exabruptos son una característica natural de los mamíferos políticos, solo observar que los casos patológicos y las aberraciones mentales pueden, por alguna ley de Murphy, convertir a un extraterrestre en alcalde.
De este modo, la Osterling (hija del finado ultraderechista recalcitrante Felipe Osterling Parodi y Josefina Letts Colmenares, hermana del magnate minero Roberto Letts, también fallecido), ha salido al frente para defender a los suyos, los empresarios y la gente de bien (estamos pensando en esos diez multimillonarios peruanos fichados por la Forbes), y pararse fuerte frente a la indiada, los cholos, los negros y demás ciudadanos de segunda, tercera y cuarta categoría que le quieren «invadir» sus propiedades y respirar de su aire. (Seguro se habrá dado cuenta de que en Japón ya venden aire enlatado para la gente in). Habrase visto. “San Isidro para los sanisidrinos”, dice a voz en cuello. ¡Basta ya!, porque «en San Isidro no hay analfabetos; vive gente que ha tenido acceso a la educación, alimentación. Y la mejor calidad de vida está en este distrito. No hay derecho que los sanisidrinos no tengan un gran pulmón verde, un gran parque a dónde concurrir los domingos, los feriados o el día a día». (¿Alguien le podría decir a esta señora que no vive en Dubai, Montecarlo o, siquiera, en Las Vegas?)
Pero lo peor fue lo que dijo en televisión abierta donde, prácticamente, intenta salir a cazar indios con escopeta en mano –como hace el gobernador de Arizona, Rick Perry, con los inmigrantes mexicanos– y derrumbar un colegio recién remodelado en 2010, por el simple hecho, realidad cruel, que los 1800 alumnos que estudian ahí no son de la zona y son de orígenes humildes, al igual que los 80 profesores; y, por lo tanto, no cuentan para nada: «En el lugar donde está el colegio Alfonso Ugarte podría hacerse una torre de estacionamientos inmensa o quizá hacerse un centro empresarial. ¡La mayoría de niños no vive en San Isidro! Tienen que tomar uno o dos carros. El Ministerio de Educación con esos fondos podría hacer varios Alfonso Ugarte en diferentes distritos. O sea, no tiene mucho sentido tener un colegio nacional en la zona financiera de San Isidro».
Pero hay un par de datos que la cultura del Manual de Carreño y el Dedo Meñique de esta señora no ha tenido en cuenta o intenta contrabandear. Primero, según se sabe, por esta gran unidad escolar pasaron los escritores José María Arguedas (como profesor) y J.E. Eielson (como alumno), entre otros. Suficiente para convertir en intangible este lugar. (Quizás, por personas tan miserables, como la Osterling, Arguedas se suicidó y Eielson se largó a vivir a París). El segundo dato es que en este colegio estudió el reptil Alberto Kenya Fujimori (líder del partido de la Osterling) y esto, sin ser conspiranoicos, podría ser un pedido especial para acabar con un colegio emblemático en la historia peruana desde su fundación en 1927 por Augusto B. Leguía y su reinauguración, como gran unidad escolar, en 1952, por Manuel A. Odría.
Después de todo, lo que queda claro es que esta vez, Madeleine Osterling –la ex abogada de Telefónica y miembro principal del bufete Osterling que defiende a las grandes mineras– sí cruzó la acera; un poco más y quiere ponerle murallas a su distrito y retornar, como sea, a la época del feudalismo o a la esclavitud, imponer un apartheid solapa o salir con su cucurucho, al modo de los kukluxklanistas, para desaparecer a quienes no tengan la piel blanca o no cuenten con los recursos para vivir en San Isidro porque, como ella dice, es “supersencilla”, una mujer del pueblo que practica tenis en su casa, tres veces por semana, con un entrenador particular y le prepara un sándwich a la señora que viene, por las tardes, a acicalarle el pelo. (Sic).
Y es que, a no dudarlo, el Perú, entre la izquierda almagrista y la derecha pizarrista, avanza al despeñadero.