Opinión

Macondo y los renegados del cine

Lee la columna de Edwin Cavello Limas

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Cien años de soledad, una de las obras más emblemáticas de la literatura latinoamericana escrita por el colombiano Gabriel García Márquez, llegó a Netflix en una serie de ocho capítulos, lo cual ha provocado curiosas reacciones, pero hay un argumento recurrente que resulta un tanto absurdo: el de quienes deciden no verla por temor a “distorsionar la imaginación” que tuvieron al leer la obra. Aquellos parecen ignorar que cualquier lectura ya es una interpretación personal. Olvidan que cada lector ha creado su propio Macondo.

La serie no es una copia fiel al libro, como ninguna obra literaria que ha sido llevada al cine tampoco lo ha sido. El propio Mario Puzo primero se resistió a que su obra “El Padrino” fuera publicada y luego llevada al cine, pero al final se convirtió en un clásico.  La serie de Netflix puede incomodar a los puristas pero no deja de ser un intento honesto de plasmar en pantalla la complejidad y riqueza de la narrativa de García Márquez. El resultado, si bien irregular, tiene momentos brillantes, especialmente en sus últimos dos capítulos, donde logra capturar el espíritu de los personajes y conmover al espectador.

Más allá de las críticas, es importante recordar que García Márquez no solo fue un maestro de la literatura, sino también un apasionado del cine. Su amor por el séptimo arte lo llevó a ser uno de los fundadores de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, un espacio donde se han formado generaciones de cineastas de diversos países.

Además, la serie está despertando un renovado interés por la figura de García Márquez y su legado literario. Nuevas generaciones están descubriendo a este genio colombiano que, en 1982, recibió el Premio Nobel de Literatura. Si la serie ha conseguido esto, ya podemos considerarla un logro significativo y una gran recompensa económica para la familia del escritor.

Al final, cada uno vive su propio Macondo. Esa es la magia de la obra de García Márquez: un universo literario tan vasto que deja espacio para cada lector y espectador. En ese sentido, podríamos decir que, al igual que los Buendía, todos también creamos nuestros propios monstruos, ya sea en la imaginación o en las decisiones que tomamos frente a las historias.

(Columna publicada en Diario UNO)

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