Cultura

Luz sobre la ausencia

En el marco de la 15ª Bienal de La Habana, la artista peruana Sonia Cunliffe revive la magia del cine ambulante reanimando el último camión, alma de las proyecciones nómadas en la isla durante los años sesenta.

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El 26 de diciembre de 1960, la mayor de las Antillas se llenó de inconmensurable dolor: en un acto orquestado por la iglesia Católica de Cuba y la CIA norteamericana, más de 14 mil niños fueron enviados a Miami bajo el pretexto de que los barbudos, comandados por Castro, los «secuestrarían». La mayoría de esos niños nunca volvieron a ver a sus padres, quedarían atrapados en un limbo de promesas incumplidas y serían conocidos como «Peter Pans».

Esa historia de ausencia y separación, que sigue viva en la memoria colectiva cubana, fue recreada en una instalación multimedia por la escritora, fotógrafa y artista visual Sonia Cunliffe: “Operación Peter Pan: De ausencia en ausencia” remezcla imágenes de la propaganda anticomunista con la historia clásica del personaje creado por J.M. Barrie. Lo extraordinariamente singular es que la artista hizo que cobre vida en un viejo camión que en los años de la Guerra Fría había recorrido los recónditos pueblos de la isla alfabetizando con el cine.

Ocurre que Alberto Sedeño, su conductor y proyeccionista, comenzó a recorrer Cuba cuando apenas tenía 22 años. Y hoy, a sus 84, todavía conserva el añejo motorizado como el último vestigio de una época en la que esa luz móvil sobre una pantalla retráctil llegaba a las plazas desiertas y a los campos olvidados. Cunliffe lo encontró e hizo que la magia del cine ambulante regrese. Que la gente se congregue alrededor del vehículo atraída por una fuerza casi mística.

Este fenómeno, que comenzó en los años 20 en Italia y recorrió América Latina en los años 30, revivió con fuerza en Cuba durante los primeros años de la revolución. Los proyectores itinerantes traían consigo una promesa de cambio, de esperanza. Ese mismo espíritu que terminó convirtiendo al automotor en una de las principales atracciones de la 15ª Bienal de Arte: bajo el cielo habanero brilló el videoarte, un trabajo que no solo homenajea a los niños que cruzaron el mar: es una poderosa reflexión sobre los recuerdos perdidos y las cicatrices de la historia.

Así, el redivivo cine ambulante terminó siendo un oráculo de la memoria que proyectaba algo más que imágenes. Los rostros de cientos de espectadores, atrapados en ese rayo de luz, se fueron iluminando con la fuerza de un pasado que nunca se olvida. Porque no solo se proyectaba una película, era la memoria misma de Cuba, esa que no puede ser borrada, que sigue viva en las historias de aquellos que partieron y en los susurros de aquellos que se quedaron.

Lo cierto es que el viejo camión ya es un símbolo de resistencia cultural y, aunque la Bienal de Arte ha terminado, seguirá recorriendo los lugares más emblemáticos de la capital cubana: su andadura continuará durante el 45 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano a realizarse del 5 al 15 de diciembre en esa ciudad. Un recordatorio tangible de las ausencias que no pueden ser olvidadas. Que en cada fotograma proyectado, en cada imagen que cobra vida bajo la luz del proyector, se revive un pedazo de historia, se da voz a los recuerdos silenciados.

Lo que antes era un acto de olvido, ahora es un puente entre el pasado y el presente, entre lo perdido y lo recordado. Y mientras el camión sigue su ruta, llevando su mensaje a cada rincón de Cuba, la memoria de aquellos que partieron y nunca regresaron seguirá latiendo bajo las estrellas.

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