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Luis Delgado Aparicio / LA MÚSICA CALLADA DE LOS AMIGOS

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He contado que conocí a Lucho Delgado de casualidad, en un estudio de abogados que asesoraban a una compañía que le jodió la vida a mi padre. Y al principio les agarré bronca a toda esa manga de letrados. Pero al tiempo, cuando acababa de cumplir los 18 años lo encontré tocando la campana (cencerro) y acompañando a la orquesta El Combo Loza en el salsódromo Los Mundialistas de la Av. Grau pasando el hospital Dos de mayo y a la vera de Tacora.

Lucho llegaba los viernes saliendo de la oficina. Por esos años estaba encargado de la parte legal de la compañía Aeroperu y se aparecía elegante e impecable, en medio del humo, la batahola y la baraúnda del antro. Entonces con su corte de otros abogados y hermosas secretarias, y a veces con Pilar, su esposa, se acomodaban en su mesa reservada y luego salía a bailar y a tocar la campana y hasta la madrugada.

Entonces lo conocí. En realidad me invitó a su mesa y conversamos y luego dijo para que vaya a su casa a escuchar música y a tomarnos unos tragos. Era la Lima de 1973, época del gobierno militar de Velasco y no la pasábamos bien. Un fin de semana me contó que se iba a EEUU y qué quería que me trajese. Y yo le dije que discos, que quería la colección completa de Machito y Graciela. Al cabo de unas semanas me llamó. Tenía mi encargo y que me lo llevaba esa noche a Los Mundialistas. Había llegado al mediodía a Lima y lo primero que se acordó era de mis discos. Horas más tarde, a mi compadre, el timbalero Armando “Pato” Ordóñez le trajo unos timbales carísimos y a mí me hizo esperar. Que mi encargo lo tenía en el carro, y que sabía que la esperada me iba a dar mucha sed. (Continuará…)

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