Actualidad

Lou Reed: I’m Waiting For The Man

Published

on

La última vez que había llorado fue en el 2010 cuando falleció mi tío Walter. Un tío muy querido con quien prácticamente crecí, con quien brindé muchas veces y con quien también me agarré a los puñetes. Un tío que está muy presenté en mi vida. Sí, esa había sido la última vez que lloré, hasta el pasado domingo 27 de octubre  cuando me enteré que Lou Reed había fallecido.

La primera vez que supe de la Velvet Underground fue en el número 6 de la revista Esquina de 1987, en un extenso y detallado artículo de Alfredo Rosso que me dejó con ese bichito que los buenos textos te dejan después de leerlos, saber más, averiguar más, investigar más. Pero como se trataba de rock, el bichito fue: tengo que escuchar a esta banda.

De arranqué fui al único lugar donde podía encontrar los discos  que no sonaban en la radio: la avenida La Colmena, las veredas de la universidad Federico Villareal. El impacto fue certero pues canciones como Venus in Furs, Pale Blue Eyes o Heroin fueron ese pase de vueltas que te cambian la visión de las cosas. Porque para mí, que escuchaba solo hardcore punk, las bandas de fines de los sesenta me parecían sospechosamente jipis con ese mensaje de paz y amor que no encajaba en esa Lima de mediados de los ochenta. No, los Velvet eran otra cosa. Eran esa lucidez sórdida e individualista en medio del desvarío jipilón de vivir en comunidad y armonía. Paz y amor. ¡Fuckyou! ¡Ellos eran de Nueva York!

Pocos meses después escucharía el disco Tranformer de Lou Reed ya como solista, fue entonces cuando looscuro fue tan sublime. A partir de ahí fui acompañando su música por donde llevara mis pasos. Sí yo era el que acompañaba a cada una de sus canciones, porque parecían estar en instantes cruciales y memorables. Y ambos disfrutamos de inolvidables momentos.

Como en esos días perfectos  en que el reproductor internoque llevamos dentro hacía sonar esa melodía tristona de la canción Perfect Day. Y entendíamos más que nunca esa optimista letra que Lou cantaba melancólico y desgarrador.  Cuántas veces le puso música a los momentos, por ejemplo, de caminar con la más linda compañía por un parque lleno de niños jugando o por las ruinas polvorientas de un culto milenario. O besarnos en un hostal perdido de una playa del norte, mientras afuera suena el rumor de las olas, para luego comer entre risas un plato de chifa entre dos.

O quizás cuando pensabas en esa chica que te supuraba el corazón y escuchabas de pronto  la voz de Nico diciéndote She’s going to break your heart in two, it’s true. Porque ella era una Femme Fatale. O cuando le enviabas a esa amiga el enlace de After Hours para que escuchara la parte que dice Oh, someday I know, someone will look into my eyes and say hello, you’remy very special one, solo para que sepa que, para ti,  es única y especial. O tal vez I’m sticking with you, porque sabes que no te puedes despegar de ella.

Esas canciones que de alguna forma reflejan lo salvaje de la urbe, que te motivan a cantar el coro de Walk On The Wilde Side, cuando pasabas por el lado de los semidesnudos tracas que adornan las calles oscuras del centro de Lima. O esos momentos de degenere en que te ponías a cantar Vicious  sin saber el cómo, el cuándo ni el porqué.O también esa carga de sentimientos por los lugares en donde sentiste la vida a mil. En ese sentido, nada como Coney Island Baby o Pale Blue Eyes para sentirte inspirado en dar un abrazo, una caricia, un beso. O sencillamente, escribir.

Sí, porque sus canciones te inspiran para vivir, para sentir, o para crear. Como en ese inolvidable cuento Perdidos en la noche de Sergio Galarza, en donde un bizarro y trágico amor gira en torno a la canción Pale Blue Eyes:“If i could make the world as pure and strange as what i see. I’d put you in the mirror i put in front of me”. (Si yo pudiera hacer del mundo tan extraño y puro como lo veo, lo pondría en un espejo y lo colocaría frente a mí) Motivo de una de las conversaciones entre el narrador y Lauren, la chica extraña que le hacía caminar por el lado salvaje.

Sí, ese era Lou Reed a través de su música. Presente acá, allá, en todos lados. Pero siempre ahí como esos amigos que están en las buenas y en las malas. Por eso, cuando la mañana de ese domingo prendí la radio para escuchar Nostalgia en Radio Doble 9, y escuché que había fallecido, no pude reprimir unas lágrimas que luego serían un llanto bastante sentido. Había muerto un amigo que siempre estuvo ahí. Y yo no pude cumplirle la promesa de algún día ir a verlo en concierto. Por lo pronto suena I’m Waiting For The Man.

Comentarios
Click to comment

Trending

Exit mobile version