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Los últimos veranos del periodismo

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En el verano del año 2000 ingresé a trabajar al Grupo El Comercio a la Gerencia de Nuevos Productos. Teníamos una oficina en un altillo del local principal y las tareas estaban al comando del Ernesto Soto y de Felipe Noriega. Recuerdo a mi Alicia Vásquez Curti en las ediciones de video del “El Siglo XX de El Comercio”, una colección sucesos en un recuento antes no logrado.

Ese mismo año fui encargado de realizar los texto del un libro en 10 volúmenes de la Historia de La Música Peruana que fueron acompañados por sus respectivos CD con temas poco conocidos del acervo de nuestros géneros musicales. Al mismo tiempo fui contratado por la gerencia de Silvia Miró Quesada para efectuar cursos de capacitación para todos los periodistas del diario El Comercio y luego pasé a formar parte del equipo de la unidad de Opinión que dirigía Hugo Guerra.

Fueron infinidad de trabajos que realicé en esa empresa incluso fui designado Director de Prensa Popular, la entidad que posteriormente iba a publicar Perú 21 y Trome. Pero sin duda, la mejor parte de mi trabajo en el Grupo El Comercio fue trabajar junto a Eduardo Carbajal, el Jefe de Redacción quien se bancaba a un grupo de cronistas que todos los días publicábamos en “La Contra”. De ese grupo destacaban Milagros Leiva, Jimena Pinilla, Toño Angulo, Daniel Titinger, Marco Avilés, David Hidalgo etc. Fue el mismo Eduardo Carbajal quien expulsó en 1998 a la ese entonces, editora de la página de medio ambiente, Martha Meier Miró Quesada por la intromisión en las decisiones editoriales del diario.

El 2000 fue año de definiciones. El Grupo El Comercio pese a tener como asesor principal en Economía y editor los fines de semana, Fritz Du Bois y a Aldo Mariátegui en la sección de Economía también tuvo un desempeño ejemplar en las relaciones con el fujimontesinismo. Como dice Ricardo Uceda: “Desde 1998 la intervención de los accionistas en la redacción se redujo a cero durante el período de Alejo Miró Quesada Cisneros. Desde luego, ellos podían tratar con el director, pero un periodista sabía que podía investigar un hecho que supuestamente contrariara los intereses de un miembro del Directorio. Incluso un periodista podía quejarse de la intromisión de un propietario, pues había una norma interna que lo impedía”.

En mi caso, desde el 2000 y hasta el 2004 en que dejé de trabajar porque no me renovaron mi contrato anual, jamás me presionaron ni me censuraron una crónica. Yo fui columnista en Luces y DT y mis crónicas aparecían en La Contra con toda la libertad que el buen periodismo exige. En aquel tiempo, El Grupo El Comercio no era lo que es hoy. Un pulpo. El monopolio anticonstitucional que hoy genera el rechazo masivo de la ciudadanía no derechista.

En el 2000, una investigación sobre el millón de firmas falsas que presentó Fujimori para inscribirse como candidato, sumada a la demostración de que el principal empresario aerocomercial peruano era narcotraficante, mostraron un agresivo perfil periodístico del diario por entonces. Pero ésta y otras evidencias demostraban también que el público cautivo de El Comercio no se identificaba plenamente con el producto que se estaba ofreciendo. Esa es la verdad. La derecha bruta y achorada no quería un diario democrático sino un medio reaccionario, de clase y racista hasta sus cachas. Yo no me arrepiento.

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