Escribe Jorge Delgado
Los revolucionarios peruanos tuvieron que enfrentar las condiciones más difíciles de todos los próceres sudamericanos porque Lima era la gran metrópoli española en la América del Sur, la más poderosa plaza militar y con un amplio sector de la población que no era proclive a quebrar, por temor o por intereses, el orden establecido durante 300 años. Mientras que para los ejércitos extranjeros fue una guerra de todos contra el Perú, para nosotros los peruanos se trató de una guerra civil.
Fue con ideólogos y precursores como Juan Pablo Viscardo y Guzmán, autor de la histórica Carta a los españoles americanos en 1791, José Baquíjano y Carrillo de Córdova, III Conde de Vistaflorida, miembro y fundador de la Sociedad Amantes del País y de su vocero el Mercurio Peruano, que junto a José Hipólito Unánue y Pavón, Alejandro Toribio Rodríguez de Mendoza, José Faustino Sánchez Carrión entre muchos otros más, que se difunden las ideas liberales republicanas, antimonárquicas y de un Estado laico.
Así también gracias a José de la Riva Agüero y Sánchez de Boquete, Manuel Lorenzo de Vidaurre, Francisco Javier Mariátegui y Tellería, Manuel Pérez de Tudela, Francisco de Paula Gonzáles Vigil, Francisco Xavier de Luna Pizarro, José Bernardo de Tagle y Portocarrero, José Matías Vázquez de Acuña, Conde de la Vega del Ren, José Andrés Rázuri Esteves, Domingo Nieto y Márquez y al Presidente José Domingo de La Mar y Cortázar, para destacar solo a algunos de ellos, que se lleva a cabo la acción y la guerra independentista.
El rol de las mujeres fue fundamental para la difusión de las ideas republicanas y de la gesta revolucionaria, tal fue el caso de las olvidadas María Parado de Bellido, Rosa Campusano, Manuela Sáenz, Carmen Guzmán, Juana Azurduy, Josefa Messia de la Fuente y Carrillo de Albornoz, Marquesa de San Miguel de Higar y Condesa de Sierra Bella, Petronila Arias de Saavedra de Puente, María Hermenegilda de Guisla y de Larrea, Marquesa de Guisla y Guicelín, Carmen Vásquez de Acuña, Condesa de la Vega de Ren y tantas otras que pasaron por el Tribunal de la Inquisición, la cárcel y las armas realistas.
Las organizaciones subversivas fueron logias de Masones y círculos secretos llamados Clubes como: el de San Jacinto (o de las Flores o de los Forasteros), el de San Pedro (o de los Neriz), el de los Coralinos, los Copetudos, los Provincianos (o de Presa). Sectores del pueblo mismo, criollos de las clases medias emergentes, indígenas, mestizos, esclavos negros que se plegaron a los ejércitos libertadores, han sido los fundadores anónimos y no reconocidos de la República. La revolución tuvo diferentes motivaciones, lo más reconocido es que sectores de la aristocracia criolla buscan la independencia para fortalecer y emancipar su poder de la corona y convertirse en los señores de la nueva república. En ese proceso algunos de ellos cumplieron un rol progresivo, después con el tiempo como clase se encargarían de convertirse en todo lo contrario.