Opinión

Los radicales en busca del poder

Por Tino Santander Joo.

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Hace un mes que estoy viajando por el Perú y tengo la esperanza de que los radicales afirmen su voluntad indeclinable de transformar el Perú; que hagamos una revolución social que afirme la libertad económica y política; Todos queremos acabar con el crimen organizado y la corrupción de los grupos de poder que manejan el Estado.  He encontrado cientos de organizaciones sociales que admiran a Bukele; he escuchado a los jóvenes identificados con Milei, por su verbo encendido contra los políticos y sindicatos corruptos. La mechonada a Dina Boluarte, es el símbolo de la rebeldía subconsciente de la inmensa mayoría.

En el Perú, se está desarrollando una resistencia silenciosa en las redes sociales, en las iglesias y en la vida cotidiana contra el sistema. Los peruanos no ven ninguna diferencia entre Acción Popular, el Apra, el fujimorismo, las izquierdas en todas sus versiones; Acuña, Renovación Popular, y los grupos corrompidos que están en el congreso; ven con desprecio a Antauro Humala, que busca oportunistamente  subirse a la ola de indignación y repudio contra el sistema. Por el momento, nadie los representa.

Los trabajadores formales e informales de las ciudades; los campesinos asociados a las juntas de regantes; los comuneros andinos, las comunidades amazónicas, los mineros artesanales, las asociaciones de licenciados del ejército, los dirigentes populares barriales que luchan por el agua y el desagüe, los alpaqueros, los miles de productores agrarios abandonados, los pequeños empresarios que sufren la invasión de textiles chinos; los pequeños industriales que sueñan con industrializar el Perú. Todos ellos son los nuevos radicales que odian a los políticos podridos.

¿Qué queremos los radicales?  Primero: libertad para trabajar y seguridad ciudadana, es decir, políticas públicas que combatan al crimen organizado. No hay medias tintas, mano dura contra los delincuentes y corruptos; segundo: infraestructura agraria y educativa financiada por la gran minería formal; esto requiere un pacto político por la minería, la agricultura y la educación. Tercero: el país necesita democratizar el crédito y acabar con el oligopolio de los cuatro bancos (BCP, BBVA, INTERBANK, SCOTIABANK) a través de la competencia financiera reformando la ley de bancos y de la SBS para garantizar el crédito barato en todos los ámbitos.

Es imprescindible reformar el Estado en todas sus instancias, para acabar con las mafias en salud que desabastecen las farmacias de los hospitales públicos. No podremos tener salud, educación, carreteras, puertos, aeropuertos y telecomunicaciones con un Estado capturado por las mafias. El Estado, se ha convertido en un instrumento de opresión de los grupos de poder económico y de los políticos podridos; tenemos que reducirlo y ponerlo al servicio de la gente.

Sin trenes, sin el manejo adecuado de las cuencas, sin internet, no podremos convertirnos en un país exportador, ni aprovechar los TLC que tenemos; tampoco podremos construir una industria turística eficiente como la tiene España, Francia y Chile, si grupos mafiosos controlan el parque arqueológico nacional. Acabar con las mafias no es obra de los partidos políticos podridos, sino de los radicales.

Los radicales no son un estado de ánimo; saben que deben renegociar el contrato de Camisea para hacer, por ejemplo, una planta metalúrgica en Espinar (Cusco) y exportar valor agregado; el litio es imprescindible para el país y debemos negociar con el capital extranjero sin venderse. No se necesitan gritos, ni consignas vacías, sino conocimiento e inteligencia. No es nacionalismo vulgar, sino sentido común. Los radicales están organizando una gran coalición popular. No es fácil armonizar intereses regionales, plataformas tribales, pedidos, solicitudes, miedos, mitos, fantasías y sobre todo la ansiedad por el estatus del político nuevo. Hay que tener la paciencia de Job y la sabiduría de Moisés, para ¡Salvar al Perú! Veo con expectativa como la gente discute con pasión; cada una tiene una visión particular, cada tribu, un símbolo, un tótem; incluso una mentira, una pendejada, porque, sin ella no estaría el alma nacional.  Guillermo Suarez y los dirigentes del nuevo partido ¡Salvemos al Perú! Están haciendo una tarea heroica y gigantesca que será reconocida por la historia.  

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