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LOS PROBLEMAS DE LA MUJER TRABAJADORA

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Escribe: Susan Abigail

Si bien gozan de derechos formales, las obreras siguen siendo despedidas si se embarazan o sufren el acoso sexual de los gerentes de las empresas. Se sabe también que las trabajadoras ganan menos que los hombres porque en los sectores donde predomina su participación (como el textil, la agroindustria o el mismo magisterio) las remuneraciones son inferiores. Finalmente, en muchos casos son torturadas o asesinadas por sus parejas que reproducen en sus casas la opresión machista de las empresas, el Estado y el conjunto de la sociedad.

Quizá las mujeres de la revolución rusa de febrero de 1917 no se denominaban “feministas”, pero no dudaron un segundo a la hora de decidir salir a las calles para exigir pan, paz y tierra, desafiando al Zar y marchando separadas de la burguesía “democrática”. Fue un abierto enfrentamiento político precisamente en el día internacional de la mujer, que daría inicio a los acontecimientos que condujeron al triunfo de la revolución obrera y campesina en octubre de ese mismo año, esa revolución que les reconocería en algunos meses los derechos que por siglos y hasta hoy los países capitalistas nos niegan, pese a las declaraciones formales y leyes de papel.

Pero el primer Estado obrero no solo derogó las leyes del patriarcado, sino que además comenzó a disolver la propiedad privada y la explotación capitalista, base material de este régimen que explota, esclaviza, esteriliza, cosifica, mutila y asesina mujeres. Lamentablemente la burocracia estalinista liquidó estas conquistas y luego encabezó la restauración del capitalismo, sin embargo, nadie puede ahogar en sangre y mentiras nuestras luchas y victorias para siempre.

La tarea del reformismo es enterrar estas lecciones de la Historia. Las reformistas nos quieren hacer creer que la lucha por la causa de las mujeres es independiente de la lucha contra la sociedad dividida en clases sociales. Por eso el feminismo burgués no siente el menor asco de convocar a “todas las mujeres” para marchar contra “todo tipo de violencia hacia la mujer”, aunque la mujer que marche al lado de la obrera sea Mercedes Aráoz, la actual vicepresidenta “feminista” que fue parte del gobierno aprista, que en junio del 2009 destruyó la vida de cientos de mujeres que vieron cómo sus hijos, hermanos o esposos eran asesinados en Bagua, mientras su ministerio promovía el remate turístico de las riquezas de la selva del país. En lugar de reparar a las víctimas, ahora se pretende condenar a los sobrevivientes a cadena perpetua y de esto las feministas de clase media no dicen ni una palabra.

Las reformistas nos dicen también que no es necesaria la revolución para conquistar la liberación de la mujer. Sin embargo, luego de un siglo de sus campañas “educativas”, recolección de firmas y marchas pacíficas, las mujeres siguen siendo asesinadas impunemente. En Perú, la justicia burguesa ha cerrado el caso de las esterilizaciones forzadas iniciadas con Fujimori y continuadas incluso bajo los gobiernos de Paniagua y Toledo por los que llamaron a votar en ese entonces muchas viejas feministas de ONG como “Flora Tristán”, que usurpan el nombre de una reconocida socialista e internacionalista franco-peruana mientras reciben el financiamiento de transnacionales machistas como la Ford.

No nos pongamos vendas en los ojos, ni engañemos a las que desconocen esa realidad. No existen intereses de la “mujer” en general. La división de la sociedad en clases sociales ha puesto a las mujeres en trincheras irreconciliables. Como dijo Flora Tristán: “Es necesario absolutamente que el pueblo sólo cuente consigo mismo, si él confía sus intereses a los burgueses estará perdido”.

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