Opinión

«Los poetas muertos» del noventa

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Todos los poetas del noventa éramos amigos, unos más y otros menos, pero siempre en mancha. Patota de barrio. Los conocí a todos entre hojas sueltas de poemas inconclusos y vasos de cerveza o enamorados de la luna con libros bajo el brazo y los ojos despiertos. Jóvenes, muchachos, riéndonos a carcajadas y a veces a punta de silletazos como ocurría en el jirón Quilca cuando había que defender el honor y era mejor caer derribado por un certero golpe que ser “poetastro”. Eso era imperdonable.

Eran los tiempos de Josemari Recalde con ropa de colegio. Julio Chiroque y Lo Gallos Vigilantes cuyos sueños se fueron en los rieles de un tren. Manuelito Meza que una vez en la ANEA escribió un poema que había que leer con un espejo. Ulises Valencia con los periódicos que le quedaban del día porque era canillita. Juan Vega, quien siempre me guardaba cola en el cineclub del BCR, jirón Ucayali. Carlos Oliva a quien fui a ver leer en la Biblioteca Nacional en un evento organizado por el negro Armijos y solo había cuatro personas, una de ellas era Juan Ramírez Ruíz y este servidor.

Eli Martín a quien acompañamos toda una madrugada por la avenida Arequipa junto al escritor Carlos Rengifo. José Pancorbo que en la noche iba a los conciertos punks y al día siguiente lo podías ver con su terno impecable saliendo del Club La Unión; y a los amigos íntimos les hacía una ofrenda con su espada de samurái. El gran Rudy Pacheco que siempre me invitaba a su casa y mientras hablaba de versos sacaba su guitarra y se ponía a cantar un tema de Sui Generis. O Tomás Ruíz, viejo amigo y su Camión Editores cuya historia merecería una novela aparte. Jorge Luis Obando, su Docetismo y su trasmutación en editor. Percy Hinostroza que siempre nos acompañaba en los viajes y que murió en el río Monzón (un río monse, ¡carajo!). Lúcia Mendo Ferreira que fue mi compañera de la adolescencia y que antes de despedirse me dejó su último libro inédito.

Y muchos más ascenderían al cielo del parnaso: Eiber Suclla, Miguel Ángel Guzmán, Ana Luisa Soriano. Y Héctor Ñaupari, un caballero que siempre vio la forma de ayudar a los amigos. Imposible olvidarse de todos ellos porque quizás solo escribimos un solo libro: La fabulosa generación del noventa.

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