Los podridos (léase la clase política) siempre mienten y hacen demagogia con los graves problemas nacionales con el objetivo de afirmar su poder y seguir robando con la mayor impunidad. La lucha por el control de la Junta Nacional de Justicia es un ejemplo de la subordinación del “poder judicial”, al poder político. La inmensa mayoría silenciosa no cree en ninguno de ellos, menos en la prensa tradicional que se mueve por las migajas que le arrojan el oligopolio financiero y el monopolio farmacéutico del Interbank.
Los podridos hacen gala de su demagogia, ignorancia e improvisación para resolver los problemas nacionales. La inseguridad ciudadana y el desborde de la delincuencia lo pretenden resolver con declaratorias de emergencia y con el patrullaje de las FFAA que se suponen disuaden a los delincuentes de menor cuantía. El gobierno corrupto de Boluarte y el pigmeo Otárola, saben que esas medidas no solucionan el verdadero problema del crimen organizado que se ha insertado en el Estado y en la sociedad peruana.
Lamentablemente, millones de peruanos son cómplices del contrabando en diversas regiones del país; conocen las actividades del narcotráfico; el lavado de activos; la tala de árboles, la minería ilegal, etc. Se relacionan con estas actividades de manera informal; es un mecanismo de sobrevivencia y en algunos casos de reconocimiento y movilidad social. Nada de esto es desconocido en el país. Los podridos que gobiernan, legislan y, supuestamente imparten justicia son cómplices o operadores del crimen organizado.
Por ejemplo, las mafias que rematan bienes de millones de familias que no pueden pagar sus créditos de vivienda, porque, perdieron sus negocios o se quedaron desempleados a causa de la pandemia. Estas mafias se organizan desde los bancos, con la complicidad de estudios de abogados, jueces y empresas especializadas en martilleo o remate. He sido testigo del sufrimiento de miles de familias ante la indiferencia del parlamento lumpen y de jueces venales.
Los medios de comunicación tradicionales no tratan estos temas; por eso la inmensa mayoría los repudia; viven del escándalo, de la insidia, de buscar quienes son los “asesores” o que norma incumplió tal o cual funcionario. Los problemas de millones de peruanos sin empleo, sin servicios básicos son ignorados. La inmensa mayoría silenciosa percibe que la prensa tradicional es aliada de los podridos, por eso, los llaman prensa basura, aunque muchas veces este calificativo sea injusto y generalice.
La solución a los graves problemas nacionales no pasa por andar los viejos caminos de los podridos, con sus partidos anquilosados, con sus medios de comunicación, sus instituciones “democráticas” sospechosas de estar al servicio de los poderes económicos. La construcción de infraestructura productiva y social que necesitamos para el crecimiento económico; el pacto político que requerimos para que la minería financie la infraestructura agraria; democratizar el crédito y comprender que somos un país pobre e insignificante económicamente no se va a lograr con los podridos de siempre.
NO es una revolución cualquiera, no es una insurgencia callejera que termine en un juego de carnavales con la policía. Nosotros proponemos una revolución social en la que participe la inmensa mayoría silenciosa; primero para que deje de ser indiferente y participe en la solución de los problemas. Necesitamos que los jóvenes, los trabajadores, los agricultores y sobre todo los comuneros con su sabiduría ancestral y las mujeres con su coraje sean la fuerza de afirmación de la libertad económica, social y, política del Perú. ¡Viva la revolución social!