Por Ricardo Terrones
Hablar del arte peruano es mirar y contemplar las maravillosas huellas universales de nuestras civilizaciones que estuvieron comprometidos con la innovación de las artes, civilizaciones que cimentaron sus pensamientos con ideas humanistas y con una profunda visión espiritual. Asimismo, hombres y mujeres dejaron un legado con conocimiento intelectual critico y visionario de este vasto territorio, que con sus talentos lucharon desde la cosmovisión cultural de las artes, para abrirse camino en el Perú virreinal, consolidando en el espacio y tiempo la vertiente del futuro intelectual artístico de lo que hoy se conoce como “República del Perú”.
Es en este resquebrajado territorio llamado “República”, que el arte peruano contemporáneo ha sido invadido por artistas y pintores “zombies”. Son una variopinta variedad de personajillos irresponsables, que actualmente emanan de las cenizas como “muertos vivientes” dentro del circuito artístico de Lima y de algunas regiones del país.
Estos personajes improvisados, se consideran “artistas plásticos”, siendo unos efímeros en la atmosfera artística actual, aparecen sin pensamiento creativo crítico, para luego desaparecer sin talento ni discurso intelectual propio. Carentes de compromiso de convicciones artísticas, se convocan entre ellos, para desempolvar y exponer la pobreza conceptual de sus paupérrimos lienzos, perdiéndose en las penumbras de la mediocridad de sus ahuesados trabajos creativos.
Estos mismos personajes, después de años de estar desaparecidos y alejados. Como el ave fénix emergen, queriendo ser reconocidos en los epicentros culturales, museos, galerías, u otros espacios. Desesperados buscan el oportunismo, el amiguismo, los contactos, relaciones, o en todo caso, comienza a fluir el bendito dinero, cuánto me cobras: ¡yo te pago tanto para exponer! Son estos personajes repentinos que quebrantan, confundiendo la imagen actual del arte peruano contemporáneo.
Muchos de estos muertos vivientes, nunca han estado comprometidos en el desarrollo del progreso de una carrera, consistente y consecuente. Viven ufanándose en el instinto del oportunismo del pasado de algunos premios artísticos, en la ya conocida ruleta rusa de los concursos de pintura. Ahí se aferran, arrastrándose en sus años de egos banales de los concursos ganados, viven del pasado.
Son limitados, sin conocimiento intelectual, no tienen compromiso en edificar un lenguaje conceptual dentro del contexto del arte peruano latinoamericano.
Es decir, son deshonestos por naturaleza, muchos de ellos, se la pasan pintando de memoria 20, 30, 40 años, las mismas estructuras y composiciones pictóricas, repiten infinidad de veces los mismos conceptos banales. Son como un perro mordiéndose la cola.
¡Es una vergüenza!, para los pocos pintores y artistas que son contados con los dedos, que sí están comprometidos en la lucha del desarrollo de la construcción y progreso de un lenguaje del arte peruano. Hay artistas que están inmersos trabajando año tras años, luchando en escalar su carrera profesional a otros niveles dentro del ámbito global del arte del siglo XXI.