Esta mañana escuché en RPP al médico Harold Cervantes internado en la cama 9, Medicina General, del hospital regional de Iquitos, desesperado porque sabe que tiene a la muerte cerca. Él y seis colegas están doblegados por el Coronavirus y su única opción es ser trasladados a Lima. El médico cuenta, con la voz tenue, difícil, que: “El cuadro está avanzando, mi pulmón se está complicando, no puedo respirar; igual mis colegas” y con una pausa obligada por el poco aire entrega una frase que duele: “No queremos ser una estadística”.
El decano del Colegio de Médicos, Miguel Palacios, llama a la radio y refiere que están buscando alquilar una avioneta para traer a los médicos desde Iquitos en un vuelo que podría salvarles la vida. El periodista, sorprendido, le pregunta ¿por qué alquilar si el ejército tiene aviones que se usan para vuelos humanitarios? El decano da una respuesta que sobrecoge: “Hace días que estamos en gestiones. Anoche logramos hablar con el ministro de Defensa y nos ha dicho que es necesario que el pedido lo haga el ministro de Salud”. El periodista, asombrado, repregunta: “¿Está hablando de un trámite burocrático? el Dr. Cervantes no puede respirar y está haciendo un esfuerzo sobrehumano al llamarnos a la radio en esas condiciones y esto ¿no se puede resolver por trámites burocráticos?”. Sí, la burocracia. El decano precisa: “Hemos hablado con varios generales y también nos han dicho que el ministro de Salud tiene que solicitarlo. Por eso estamos buscando alquilar una avioneta para nuestros médicos”. El Dr. Cervantes, postrado en la cama 9 en el hospital de Iquitos, escucha y se echa a llorar. Sabe que la burocracia es aliada de la muerte. Sabemos lo que sigue. El inaccesible ministro de Salud, Víctor Zamora Mesía, volverá a salir en el tedioso mediodía con su discurso de estadísticas, miles de camas ficticias, supuestos puentes aéreos con toneladas de oxígeno. Buscará esconder con mentiras su ineptitud y sus decisiones basadas en criterios políticos.
En esta línea un mensaje a los que se esmeran en exhibir su ignorancia a través de comentarios de este tipo: “era inevitable que esto pase”; “ni USA, ni Rusia ni Tombuctú pueden”. “¿Cuál es tu propuesta?” A esos les recuerdo que, por supuesto, la pandemia nos iba a desbordar. Por supuesto que somos un país sin una estructura sanitaria. Que los centros comerciales nos interesan más que la salud. Claro que lo sé. Lo que alguna gente no quiere entender, sabrá Dios por qué razones, es que habían medidas que se podían tomar para aliviar —no solucionar— repito: aliviar la tragedia si se entendía algo que un gobierno de burócratas no quiere entender: organizar equipos en lugar de ministros hablando; equipos de trabajo con acciones concretas y no exposiciones televisivas. Para esa organización hubo tiempo desde marzo pero en el día 55 hay un Presidente que sigue diciendo “estamos evaluando”.
¿Acaso no se podía prever que se necesitaría oxigeno tratándose de un virus que afecta los pulmones? Cuando dos sacerdotes en Iquitos lograron una gran colecta solidaria para comprar ese producto, recién ahí se le ocurrió al gobierno un puente aéreo con oxígeno, y no sabemos si realmente se está realizando. A eso me refiero. Están haciendo política, están pensando en las cuestionables encuestas, están pensando en su imagen mientras la gente se desespera y los médicos y policías se contaminan. Están realizando licitaciones para robar. No vaya a ser que estén eligiendo al “mejor postor” para el oxígeno y por eso se demora su entrega. Hay que ser un infeliz para insistir en conferencias de prensa plagadas de mentiras cuando la gente se muere y ni siquiera se recogen sus cuerpos pero el 10 de abril anunciaron “en una muestra de acciones articuladas” un “equipo humanitario estará a cargo del recojo de cadáveres de personas que mueran por el COVID-19” y anoche, en Lince, un ataúd fue dejado en medio de la calle. Dan cifras. Pero les importa un bledo entender que detrás de cada cifra hay un ser humano, una familia, un dolor. Y peor todavía: para sus mentiras usan cifras falsas. Al día de hoy no son 1,814 muertos. Se acercan a los 7 mil. Se llenan la boca diciendo que “los médicos y enfermeras constituyen la primera línea de acción y los estamos respaldando” pero no les dan la protección básica y un noble médico de apellido Cervantes tiene que llamar, con el poco aire que le queda, a RPP para pedir que él y sus colegas sean auxiliados y que su abandono no los convierta en una estadística. ¿Por qué es necesaria la mentira? ¿Por qué esa falta de respeto en cada mediodía? ¿Por qué insisten en manejar la crisis un conjunto de burócratas en lugar de formar grupos de trabajo eficientes?
Nunca la realidad se puede esconder con mentiras. Hay que ser mísero para usar, en este país pobre y aturdido, técnicas informativas del nazi Goebbels para mostrar a la gente una realidad falsa y que la masa termine creyendo por un tiempo… pero no para siempre. Aquellos que aplauden a los burócratas del mediodía porque piensan que el virus no los tocará, aquí tienen la historia real y cruda de los médicos de Iquitos. A ver si dejan de auto-engañarse o, en todo caso, aplaudan (o insulten) a sabiendas de que esto que se relata les puede ocurrir.