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LOS LETRADOS ENTRE EL PODER Y EL HORROR

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Cuentan que por las noches, los judíos que se encontraban prisioneros en los campos de concentración tenían la misma pesadilla. Soñaban que lograban sobrevivir al infierno nazi y retornaban, cansados y enfermos, a sus hogares. Se sentían felices y efusivos, pero le tenían miedo a todo. Además, sentían que ya no eran ellos mismos, eran otros los que habían regresado. Hasta aquí la pesadilla no era tan escalofriante. Lo terrorífico empezaba cuando ellos se atrevían a relatar sus testimonios de todo lo que habían vivido, visto y escuchado en aquellos lugares de espanto, pero nadie les creía, ni sus familiares, ni amigos. Esto era la verdadera muerte para ellos.

Esta pequeña historia puede ser analizada desde distintas perspectivas. En todo caso, la principal sería el de la incomunicación y de la indiferencia hacia el elemento testimonial de un sector oprimido por un grupo de poder, quien aumenta su hegemonía desde distintas formas de control.

No hay que ser tan minucioso para darse cuenta de que el testimonio de uno de la S.S, en ese mismo contexto, resultaría verídico para la población alemana. Con ello evidenciamos que el manejo de la comunicación, por parte del grupo de poder, representa un tipo de violencia muy común en la historia de la humanidad. Cabe mencionar que la violencia siempre necesita herramientas para la manipulación de la verdad y de los intereses.  Por ello Marx consideraba al Estado como un instrumento de violencia en manos de la clase dominante.

En toda sociedad donde se ejerce al abuso del poder por parte de un sector, hallamos dos testimonios contrapuestos, el de los dominantes y el de los oprimidos. El del segundo se mantiene en los márgenes y en las periferias, siendo ignorado casi por completo. En cambio, el del primero (el de los “letrados”) es el epicentro de la “verdad”. Es necesario mencionar que desde tiempos remotos el poder ha seducido a un grupo de intelectuales y académicos, convirtiéndolos en seres totalmente despreciables, ejemplos hay por doquier. Resulta curioso el dato de que en la introducción a la Gramática de la lengua castellana (1942), Antonio de Nebrija mencione que “siempre la lengua fue compañera del imperio”, detalle que sirve como preámbulo al genocidio de los indígenas americanos.

Hay diversos autores que han teorizado al respecto, entre ellos tenemos:

Gramsci: “Los intelectuales son los empleados del grupo dominante a quienes se les encomienda las tareas subalternas en la hegemonía social y en el gobierno político”.

Fanon: “El letrado es un sujeto colonizador, que no solo sirve al poder, sino que también es dueño del poder”. Este sujeto, que aparentemente es dueño de la verdad, es un elemento central en lo que conocemos como la ciudad letrada”.

Ángel Rama: “En el centro de toda ciudad, según diversos grados que alcanzaban su plenitud en las capitales virreinales, hubo una ciudad letrada que componía el anillo protector del poder y el ejecutor de sus órdenes”.

Resulta, entonces, adecuado establecer la relación que hay, y que siempre ha existido, entre el poder y el manejo de la comunicación, con intereses de por medio, respecto a un mismo contexto sociocultural. Para sustentar esta idea vamos a tener en cuenta dos acontecimientos históricos, el primero sería, como ya se ha mencionado anteriormente, el antisemitismo alemán en los campos de concentración (basada en la monumental “Trilogía de Auschwitz” del escritor Primo Levi), y la segunda, la colonización española de nuestro territorio.

Primo Levi es un escritor italiano de origen judío que a los veinticuatro años fue llevado como prisionero a un campo de concentración de Auschwitz. Cuenta el escritor que en las últimas semanas de su reclusión empezó a escribir las primeras páginas de esta trilogía portentosa, formada por “Si esto es un hombre”, “La tregua”, “Los hundidos y los salvados”. No voy a explayarme sobre las vicisitudes o los detalles más importantes de la trilogía (esto no es una reseña), sino en la cuestión lingüística y en la forma de opresión que subyace en ella. Es necesario precisar que la obra de Levi puede ser analizada desde distintas perspectivas, ya que posee una riqueza en lo histórico, psicológico, étnico, etc. Hay un aspecto que me llamó mucho la atención, y que tiene relación en lo que se planteó al inicio del texto: las distintas formas que tiene el poder para subordinar al grupo oprimido, en este caso, mediante el uso del lenguaje.

En primer lugar, los mismos alemanes tergiversaban la información respecto a los métodos que se empleaban para el funcionamiento de los campos de concentración, utilizando eufemismos para ocultar la verdadera realidad de los acontecimientos.

Primo Levi menciona lo siguiente:

“Para mantener el secreto, entre otras medidas de precaución, en el lenguaje oficial solo se usaban eufemismos cautos y cínicos: no se escribía “exterminación” sino “solución final”, no “deportación” sino “traslado”, no “matanza con gas” sino “tratamiento especial”.

Con este dato interesante que revela el autor de la trilogía, se confirma que el lenguaje es un instrumento de poder en manos del grupo dominante u oficial. Cabe mencionar también que los Komandos, grupo de personas encargadas de trasladar a los judíos a los hornos y después a las fosas para quemar los cadáveres, estuvieron formados por los mismos judíos prisioneros de Auschwitz.  Estos solo sobrevivían cuatro meses en aquella misión, luego eran asesinados para que no informen a nadie sobre la función que tenían, todo esto se hacía con el objetivo de esconder la verdad. Solo los alemanes debían poseer y escribir la historia que se estaba tejiendo en esa época. El otro objetivo de la elección de los judíos para formar los Komandos era que tenía que recaer sobre sus conciencias el peso de la muerte de los miles de condenados a muerte. Esto demuestra que los alemanes buscaron distintas formas para violentar a los judíos.

Toda esta información se relaciona con el siguiente fragmento:

“Los soldados de la SS se divertían en advertir cínicamente a los prisioneros: de cualquier manera que termine esta guerra, la guerra contra vosotros la hemos ganado (…) ninguno de vosotros quedará para contarlo, pero incluso si alguno lograra escapar el mundo no lo creería. (…) La historia de los lager, seremos nosotros quien la escriba”.

En la instauración de un grupo hegemónico, se busca la protección del poder mediante el testimonio de los que conforman ese mismo grupo. Todos se convierten en funcionarios de la burocracia. Son estos mismos los que cambian la versión de la historia, los que, mediante leyes, reglamentos, proclamas, cédulas, propagandas, justifican y sustentan sus malos actos.

Otro fragmento que sustenta todo lo expuesto es la siguiente:

“Pero en el arcihipiélago del Lager alemán se había delineado un lenguaje sectorial, una jerga, el lagerjargon, dividido en las subjergas características de todo Lager, y estrechamente emparentado a las viejas jergas de los cuarteles prusianos y al reciente alemán de la SS.  Lagerjaergon (influido por el polaco, el yiddish, el dialecto eslesiano y el húngaro)”.

Esta cita es muy curiosa, se habla de un “lenguaje sectorial” utilizado solamente en los campos de concentración, con el objetivo de despreciar a los judíos utilizando jergas e improperios que los alemanes comunes no utilizaban. En la última parte de la trilogía, Primo Levi cuenta que aprendió el alemán en el tiempo que duró su reclusión, y que años más tarde, cuando entablaba algún diálogo con un alemán, este se sorprendía por la forma tan peculiar y extraña que tenía el escritor al hablar en ese idioma, debido a su aprendizaje del “lenguaje sectorial”. Como anécdota queda que en la entrada a Auschwitz estaba la siguiente frase aterradora que daba la bienvenida a los judíos: “El trabajo nos hace libre”.

Se podrían enumerar mucho más dato respecto a las vivencias de Primo Levi en Auschwitz; sin embargo, este no ahonda tanto en explicar la idiosincrasia alemana en tiempos de Hitler, ya que hay que tener en cuenta que todo su relato parten de su propia experiencia.  Ante la publicación del primer libro de la trilogía, una parte del pueblo alemán buscó, de cierta manera, justificar todo lo ocasionado por el gobierno de ese entonces, manifestando distintas posturas. Una de ellas fue mencionar que todo ocurrió por obra y gracia del demonio (resulta fantástica y estúpida esta justificación); otra, recurrir a la ignorancia y falta de información respecto al horror que los judíos estaban viviendo.

Para contrarrestar esta postura, voy a citar a Hannah Arendt:

El poder nunca es propiedad de un individuo, pertenece a un grupo y sigue existiendo mientras que el grupo se mantenga unido.  Más claro, imposible.

El segundo acontecimiento, respecto a la postura inicial del texto, es el de la colonización europea en nuestro territorio.

Es de conocimiento general que los conquistadores también utilizaron distintas formas de violencia para dominar a las masas indígenas, esta actitud se fortaleció cuando se tuvo en cuenta que la cultura incaica era ágrafa, estaba en pleno desarrollo y que, según algunos autores, no lograron desarrollar una filosofía total. En esas circunstancias, la escritura ingresó en los andes dentro de un marco de abuso de autoridad para favorecer al poder. Además, simbolizó la derrota de la oralidad para los indígenas. Cornejo Polar mencionaba que en la conquista de América se llevó a cabo dos formas de agresión: política y semiótica.

La historia del incanato y de la conquista española fue registrada en las famosas crónicas, que eran discursos cerrados por parte de un autor que buscaba legimitizar su verdad e incorporar su experiencia al discurso. Por ellos los primeros cronistas fueron los mismos conquistadores, ellos incluyeron en sus crónicas el horizonte cultural que traían desde Europa, esto se evidencia en la aparición de leyendas relacionadas a algunas del viejo continente: “las amazonas”, “el Dorado”, etc. Estas historias tenían poco o nada que ver con nuestra tradición. Según José María Arguedas, los españoles también buscaron deformar los elementos simbólicos de nuestra cultura, un ejemplo es el reemplazo de nuestros animales símbolos (como la serpiente, el puma, el cóndor y otros más) por el del toro, que simbolizaba el poder y la fuerza del conquistador.

La ciudad escrituaria minoritaria consolidó sus límites mediante el elitismo, la jerarquización y la exclusión. Buscaron justificar la conquista y el genocidio manifestando que la cultura incaica era tirana, salvaje, despreciable, y otros adjetivos más que solo buscaban minimizar y despreciar nuestras tradiciones, tratando de ocultar que el imperio del Tahuantinsuyo poseía una buena estructura en distintos ámbitos, lo que causó una gran sorpresa en muchos de los españoles; sin embargo, la ambición por la riqueza y el afán de destrucción pudo más. Hay que resaltar la gran labor que tuvieron algunos jesuitas con la masa indígena, denunciando los abusos y la explotación que sufrían a manos de los conquistadores.

El cronista principal de la conquista, elegido por el Rey Felipe II de España, fue Sarmiento de Gamboa, quien escribió su famosa obra “Historia Índica”.  Richard Parra menciona que para Sarmiento, la riqueza de la monarquía española, debido a la extracción de los minerales de nuestro territorio, no solo fue consecuencia de la actividad económica. Fue definida como un pago por bienes temporales hecho por Dios a los reyes de España. Además, buscó satanizar la figura de Atahualpa, argumentando que la ejecución fue un acto de justicia.

De esta forma la escritura estuvo articulada como una idea de poder.  Las primeras crónicas, que vienen a ser las fuentes primarias de nuestra historia nacional, fueron escritas por autores que, como ya se ha mencionado, buscaron legitimizar la postura del reino español para beneficio de sus propios intereses. El lenguaje de los conquistadores organizó un discurso colonial de pura violencia, cargada de una función ideológica supeditada a los intereses del poder.

La aparición de cronistas como Guamán Poma de Ayala, Titu Cusi Yupanqui, Santa Cruz Pachacuti, el Inca Garcilaso de la vega, entre otros, intentaron forjar una versión más real y justa en relación con la conquista. Garcilaso, pese a sus contradicciones internas y a lo polémico que pueden resultar algunos de sus escritos, buscó acabar con el abuso hacia la masa indígena. En ese sentido, la figura de Guamán Poma de Ayala resulta más crucial y conmovedora. El historiador Juan José Vega menciona que el cronista quechua “consideraba que la educación debía ser impartida sin considerar las definiciones sociales. Tenía que ser para todos. Lo cual lo coloca en la delantera universal”. Además de que “rompiendo los esquemas incaicos de una educación patriarcal elitizada y los moldes europeos, igualmente patriarcales y segregativos, abogó por una educación universal que abarcara los dos sexos por igual”. Por ello lo considera como el “cronista precursor” de nuestra tradición.

A forma de conclusión se puede decir que muchas veces el lenguaje es un instrumento de control por parte del sector hegemónico, quien busca silenciar la voz de los oprimidos; sin embargo, siempre aparecen figuras trascendentales que relatan la verdadera historia de los sucesos.  Es el caso de Primo Levi y de algunos cronistas peruanos que desafiaron al poder colonizador, demostrando que, a pesar de la coacción física, de la tortura, del hambre y de cualquier forma de violencia, siempre existirá un testimonio que lleve un halo de luz, de verdad y de valentía a la historia de la humanidad

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