Por: Raúl Villavicencio H.
Poco se ha dicho sobre el destino de los hijos, legítimos e ilegítimos, de quien fuera el decimotercer inca, quien, a la fecha de su ejecución, según cuentan los cronistas e historiadores, contaba con 14 descendientes reconocibles.
Pese a las insondables diferencias étnicas y culturales, Francisco Pizarro y el inca Atahualpa lograron forjar una curiosa amistad, pues ambos se debían mutuo respeto; uno al considerar al Hijo del Sol como una autoridad digna de estudiar y valorar, y el otro tomando al hombre con armamento plateado todo un misterio que tenía que descifrar.
Como producto de esa singular amistad, Pizarro, honrando la promesa que le hizo a su difunto amigo, se encargó de averiguar el paradero de sus hijos para brindarles protección y tutela, encargándole dicha tarea a Sebastián de Benalcázar y a Diego de Almagro.
De los catorce identificados por los historiadores, quedaron con vida once hasta la muerte de su padre; ellos habían sido llevados a la región de Yumbos, al oeste de Ecuador, sin embargo, por razones no determinables se conoció que llegaron a su destino solo ocho. Cinco de ellos pasaron a la custodia de los frailes del Convento de San Francisco de Quito y los restantes al Convento de Santo Domingo, en Cusco.
Existe mayor documentación solo de tres de sus hijos: Francisco, Carlos y Felipe, siendo registrados con el apellido Túpac Atauchi, o Topatauchi. Francisco y Carlos fueron los más beneficiados al recibir una pensión anual de 300 patacones de la corona española. El tercero de ellos, Felipe, lastimosamente no se cuenta con documentos reales que confirmen cualquier tipo de pensión. Muchos de los historiadores consideran que Felipe habría muerto antes de que se realicen los trámites para su pensión.
En tanto, Francisco y Carlos tuvieron una vida acomodada y llena de privilegios, como la entrega de encomiendas para el primero, y una renta vitalicia de 700 patacones anuales para el segundo, pagados por la Caja Real de Quito.
Fueron catorce, pero solo Francisco logró importancia política y económica en el aún insípido virreinato. Incluso, se menciona que bien pudo ser el único y legítimo sucesor de su padre. La descendencia de Francisco bien podría encontrarse desperdigada entre Ecuador y España, pero no existen pruebas que confirmen tal hipótesis.
Columna publicada en el Diario Uno.