Opinión

Los griots, el rock y las letras

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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El rockandroll tiene sus bases en el blues, la música gospel y los espirituals, pero sobre todo los griots africanos, esos primeros negros esclavos que llegaban a América traídos con grilletes y que muchas veces morían apaleados o ahorcados y que cantaban y bailaban sus desventuras y sufrimientos. Y se distanciaban de occidente porque “cualquiera puede ser artista, pero no cualquiera puede ser griot».

Y es que los griots no solo contaban historias o declamaban poemas, sino que eran y son la historia viva de sus pueblos subsaharianos y que aún sobreviven en Mali, Guinea-Bisáu y Senegal entre otros países. Y aunque el término griot significa “sirviente” (de la transliteración francesa «guiriot»), es también cierto que se prefiere el uso del término mandé Jeli que significa “sangre”.

Muchos poetas crecieron y escribieron sus textos al compás del jazz y el rockandroll. Allen Ginsberg decía que “el rock es la poesía moderna”. William S. Burroughs cantó con The Clash y, según muchos, fue él quien acuñó el término “heavy metal”. Después más escritores experimentarían con este género.

Por estos lados, Los Saicos fueron gran influencia para los poetas del setenta que incluían sus letras como epígrafes o dentro de sus propios textos. En los ochenta, el rock subterráneo fue de la mano con grupos de poesía como Kloaka; y en los noventa, el asunto iría in crescendo. Los “Lunes del Sapo” que afablemente dirigían Piero Bustos y nuestro amigo César N en el bar “Las Rejas” harían que ese cóctel poesía/rock se fusionara a la perfección. Legado que después asumiría el “negro” Acosta y El Averno.

Este servidor también creció escuchando rock gracias a hermanos y familiares mayores. Y cuando, en la adolescencia, se me dio la oportunidad pude fundar bandas como “Distorsión Ácida” o “África Caníbal” y después “Cirko Terror”. Y había que caminar como Patty Smith, “la madrina del punk”, quien dice que siempre tiene tres libretas: una para las canciones, otra para las novelas y una tercera para garrapatear notas sueltas o dibujos.

Mientras tanto, muchos bluseros estadounidenses se reclaman herederos directos de los griots quienes, por cierto, eran grandes danzantes y mejores coreógrafos e hicieron que sus martirios en los algodonales se convirtieran en canciones. Por ende, podemos decir que el blues y el rock primitivo fueron proletarios y, de hecho, su primer público masivo fue el mismo pueblo.

(Columna publicada en Diario UNO)

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