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LOS FUNERALES DE PAPÁ GRANDE

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1.

Las últimas horas de Fidel Castro en su casa de La Habana, según los lugareños, ubicada en la Autopista Este-Oeste que parte a la provincia de Pinar del Río, tiene múltiples versiones. Circula la información que un paro cardiaco lo sorprendió mientras dormía. No obstante varios periodistas locales, cuando tomábamos un café en plena Rampa, me contaban que ya desde la mañana a su muerte, el histórico líder de la Revolución cubana se había agravado a tal punto que fueron convocados una decena de médicos a la unidad hospitalaria que se había instalado en su propia residencia. Sin embargo, ni el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, ni las pocas emisoras que se escuchan en La Habana, ni los tres diarios que se editan en Cuba señalan ni el mínimo detalle del suceso. Cuando le pregunté a un veterano taxista que cómo había muerto Fidel Castro, él que era muy locuaz, apenas alcanzó a responderme: “de esos asuntos no hablamos los fidelistas”.

Es cierto, desde muy temprano en la mañana del lunes, mientras aguardaba en la fila –aquí no se dice cola— para que se abra el imponente Memorial mausoleo de José Martí de la inmensa Plaza de la Revolución donde descansa las cenizas de Castro, dos veteranos que me antecedían se pusieron de acuerdo para convencerme que en Cuba, la mayoría no era comunista sino “Fidelista”. La gramática política de los cubanos es como ellos, variada, de contra puntos, de acuerdo al calor. Hasta ayer no había escuchado en las calles términos como marxista-leninista, ni materialismo dialéctico, ni lucha de clases. Aquí hay dos términos que nadie duda en expresar: Pueblo y Revolución. Y a lo largo de la ardiente mañana donde tres enormes filas de cubanos empujaban para subir al recinto donde descansaba su comandante para despedirse, todos con los ojos mojados y las frases en sordina solo hablaban de la muerte de su padre.

El poema Fidel de Miguel Barnet se editó a página completa en la edición de hoy en toda la portada del diario Juventud Rebelde: “Es cierto que los poetas / atrapan instantes de la vida / y los fijan en la historia / Generalmente el pasado / vago y nostálgico / O el presente inmediato con sus fuegos sutiles / y sus reverberaciones / Pero qué difícil atrapar el futuro / y colocarlo para siempre / en la vida de todos los poetas, / de todos los hombres”. Aquello es un sello de la prensa cubana que a pesar de contar con excelentes periodistas escritos, sus publicaciones mantienen un magma simbólico, metafórico y en clave. Las cosas del Estado son del Estado y las asuntos del pueblo, pues del pueblo. No hay el manoseo de los diarios del Perú donde el político vale tanto o menos que una “malcriada” del diario Trome –con el perdón de Trome— o un musculoso bobalicón de “Esto es guerra”.

2.

A las nueve de la mañana, cuando se abrieron las puertas para despedir a Fidel en toda La Habana retumbaron 21 cañonazos que se oyeron en todas partes. Miles de personas de todas las edades entonces, avanzaron en silencio con pequeños ramos de flores. Lo que me llamó la atención, al contrario, era que aquellos que no portaban ni nardos ni clavales llevaban sus smarphones con sus respectivas cámaras de videos. Aquello, solo hasta el año pasado era imposible. Recuerdo, que hace un poco más de un año, cuando el Papa Francisco realizó una misa solemne en esta misma plaza, solo uno que otro lucía estos aparatos digitales. Algo había pasado en estos meses en la isla. La tecnología de punta cuando es del pueblo, pues agarra masa y sin distingos.

Pero los testimonios que fui escuchando, entre viejos y jóvenes, entre hombres y mujeres, era ya por la tarde, que fue la hora donde la muchedumbre estuvo a punto de llevarse los controles de seguridad, eran en su mayoría, palabras que decían algo así: “Mis padres eran analfabetos y vivían enfermos, pero llegó Fidel y ahora toda la familia es profesional”. O una mujer que caminaba con un bastón ortopédico que me contó: “Yo tengo 17 operaciones en el cuerpo e incluso padecía de cáncer a la vejiga. Sin la Revolución ya me hubiese muerto hace rato. Por Fidel estoy viva”. Es verdad. Las muestras de agradecimiento por el líder fallecido no tienen parangón. Familias enteras lo están despidiendo y lo que estaba programado hasta las diez de la noche se tuvo que cambiar para que los cubanos vean por última vez a su gran timonel.

En La Habana existen los llamados “Los parques del wi fi”. Decenas de personas asisten como a una ceremonia religiosa a comunicarse con sus pares. Uno piensa que ríen solos, que gritan solos o que se enamoran solos. No, están disfrutando de aquello que no tenían. Más allá, los llamados “cuentapropistas” se han desatado con sus negocios propios. Cierto, está de moda una tendencia que para otros es añeja. El negocio de las pizzas. Si hay algo que se le atribuye a los cubanos y con justa razón es su arte por el reciclaje. Todo lo viejo lo hacen funcionar, desde una refrigeradora hasta un auto Chevrolet que ahora luce motor coreano y caja de cambios polaco. Pero lo de las pizzas es increíble. En la avenida Paseo que desemboca en la Plaza de la Revolución, por ejemplo, sospechando a una multitud que asistiría a despedir a su Comandante, se han instalado una decena de negocios ambulantes. ¿Qué venden? Para la sed, agua en botellas. Para el hambre, pizzas. ¿De qué? De frejoles.

3.

Desde la noche del lunes han arribado al Aeropuerto Internacional José Martí diferentes presidentes y delegaciones oficiales a las ceremonias fúnebres de Fidel Castro. El primero en arribar fue el vicepresidente chino. Es un hombre de mirada dura y rasgada por la inmensidad. Lo tratan con respeto. Hoy, China es el segundo socio estratégico con Cuba. Luego llega Nicolás Maduro a eso de las 10 de la noche. Inmediatamente le instalan un par de micros junto a las escalinatas del avión. Maduro, aunque no lo parezca, es una suerte de hijo de Fidel Castro. Está vez está fino en su perorata, habla de la integración de los pueblos, de una sociedad con una economía que vaya a los seres humanos y no a la acumulación neoliberal y dice que sin Fidel Castro, el equilibro en el mundo hubiera sido imposible. Luce triste y ha llegado con su familia entera. Así lo tratan, como a uno de la casa.

Amanece en La Habana. Esta vez no ha llovido como anoche y hoy será un día de un sol y un calor despiadado. La fila de cubanos sigue llegando a la Plaza de la Revolución, las cenizas de Fidel Castro, con el calor de su pueblo, siguen vivas. Vivas como desde la mitad del siglo pasado cuando fue víctima de más de 600 atentados y no pudieron matarlo. Eusebio Leal, el arquitecto que ha reconstruido La Habana histórica me contó que él creía que un 90 por ciento en el mundo respetaba al líder cubano, el resto, aquellos que lo odian y maldicen, odian y maldicen a la humanidad, a su igualdad y a sus derechos.

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