Por Márlet Ríos
Los empresarios mercantilistas maximizan sus ganancias, pero quieren socializar sus pérdidas. Se aprovechan de que el clientelismo político (y el patrimonialismo) es tan común entre nosotros como la mala hierba y con frecuencia ser amigo o conocido de un político gobiernista es suficiente para ganar una buena pro. Los privilegios de mercado se imponen antes que todo. Durante el fujimorismo, los empresarios mercantilistas (v. gr. Dionisio Romero Seminario) se reunían en la sala del SIN para transar.
Los empresarios mercantilistas no creen en la libre competencia y en el mercado liberado. Se valen de los lobbies congresales y de las leyes con nombre propio. Están muy cómodos con las puertas giratorias.
Los empresarios mercantilistas no aprueban ni respetan la libertad sindical. Creen que los trabajadores no tienen derecho a sindicalizarse y se sienten en un feudo premoderno donde su autoridad y poder predominan por encima de cualquier derecho fundamental. Un ejemplo es la empresa Molitalia, que viene incurriendo en constantes prácticas antisindicales (prepotencia, vulneración de las vitrinas informativas del sindicato, etc.). Asimismo, la empresa Topitop intentó descabezar, durante años, el sindicato.
Los empresarios mercantilistas se aprovechan convenientemente de la coyuntura mundial, a costa de los trabajadores peruanos. Son, en realidad, antipatriotas. Apuestan ciegamente por proyectos políticos autoritarios y ultraderechistas. Se sienten a gusto con el abuso de la posición de dominio. Son monopolistas (y oligopolistas) por naturaleza. Se mofan de la auténtica libre competencia y de la libre concurrencia.
Se agrupan en gremios mercantilistas, para hacer lobbies y direccionar la política económica de los sucesivos gobiernos democráticos.
Ignoran que el anarquista norteamericano Lysander Spooner fundó en 1844 una empresa privada de correos (American Letter Mail Company), para enfrentarse al monopolio estatal. Tuvo éxito y representó una amenaza real al Estado.
A los empresarios mercantilistas no les interesa que los pobres se eduquen y se cultiven. Los quieren siempre menesterosos y sumisos, para que caigan convenientemente en las redes de los políticos clientelistas.
Los empresarios mercantilistas alaban los regímenes autoritarios y de mano dura. Son casi siempre macartistas y liberticidas. Están cómodos en un Estado policial.
Desearían regresar en el tiempo, antes de octubre de 1969.