Opinión

Los desalmados del pinchazo

Published

on

Pilar Mazzetti y Martín Vizcarra.

Vizcarra no fue el único vacunado. Una cohorte de funcionarios (diplomáticos, exministros y burócratas allegados al poder) se pasaron por el forro la cacareada frase: “El Perú primero” y pusieron el hombro para recibir el pinchazo, dándole así la espalda al pueblo. Fue como robarle la comida a un mendigo. Un latrocinio cometido por una banda de facinerosos que medró con este recurso, gracias a su cercanía con el poder.

La política peruana se confunde día a día con el bajo mundo. Parece que vivimos en Sin City o en Narnia. No se cumple la ley. Los políticos se benefician con el voto popular y acaparan los recursos del pueblo para su beneficio. Vale más ser amigo de un burócrata,  amante o caficho de un poderoso y ayayero de algún ministro, que ser un profesional honrado y decente. Mientras miles de policías, doctores y ciudadanos de a pie se batían contra el virus, un cónclave de corsarios se beneficiaba con vacunas a dedo. ¿Cómo sucedió? Gracias a la inveterada corrupción —como siempre— que nos entrega otro capítulo de las prácticas políticas en nuestro país.

Mienten los turiferarios del anterior gobierno cuando dicen que Vizcarra fue parte del grupo de voluntarios. Una mentira grosera, solamente superada por el cinismo de intentar trocar la pendejada por heroísmo. Se coronan como sinvergüenzas los ayayeros de estos exministros, cuando dicen —en una falaz lección de realpolitik— que así son las cosas, que quienes están a cargo de la dirección del país deben vacunarse primero. Que así sucede en otros países, que no hay delito. Si estos funcionarios estuvieran en una guerra se comen el rancho de los soldados, los matan de hambre y desertan. 

Fue mentira el casco de albañil, el jean sucio, el chaleco de peruano trabajador. Fue falsa la frase “El Perú primero”. Queda claro que existen ciudadanos de primera y segunda clase. Los de primera clase son los que siempre han esquilmado al país, aunque se vistan de oveja y digan: “Porque te quiero me distancio”. Los de segunda clase son los ciudadanos de a pie, los que se batieron —sin armas— contra el virus. Los primeros hoy se sienten compungidos, fue un error dicen, un error de cálculo deberían decir. Mientras tanto, las investigaciones comenzarán su curso, un circo para bobos, donde nadie resultará responsable. Y todas las noches, por los noticieros, se seguirá criminalizando al ciudadano de a pie.

¿Y Vizcarra? Negando lo evidente y comiendo ceviche, con la seguridad de quien está inmunizado. Pero a Vizcarra no le hacía falta una vacuna. Lo que a Vizcarra le hace falta es que le trasplanten un ojo en el trasero: para que vea todas las cagadas que está haciendo.

Comentarios

Trending

Exit mobile version