Opinión

Los 143 años de Leónidas Yerovi

Se dedicó al periodismo, la literatura y fundó la revista Monos y Monadas.

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Dicen que ‘de raza le viene al galgo’. Los Yerovi ya tienen un lugar entrañable en el mundo del periodismo y las letras peruanas. La rama empezó con Leonidas Yerovi Douat, que luego de la invasión chilena, nació un día como hoy en 1881. Su hijo Leónidas Yerovi Pérez (1916-1975) continuó con el oficio de la palabra oral y escrita. Y Nicolás Yerovi Díaz, que felizmente aún nos acompaña con 73 años de edad, recientemente le rindió tributo a su abuelo con la publicación del libro “Monos y Monadas—La Sonrisa perdurable”, una recopilación con 263 páginas de historias y crónicas festivas sobre el inicio de la famosa revista de humor político que lleva el mismo nombre y que vio la luz de la publicación en 1905.

A pesar de no haber pasado de la secundaria, Leónidas como buen autodidacta se convirtió en un prolífico dramaturgo a inicios del siglo XX y su vasta producción poética fue de corriente modernista. Para vivir, tuvo que dedicarse al periodismo colaborando en diversos periódicos y sus columnas eran las preferidas de los lectores. Sin embargo, la estrechez económica hacía de las suyas. Pero luego de fundar ‘Monos y Monadas’, ganó mejor reconocimiento profesional como editor.  

Leónidas Yerovi murió asesinado en el jirón de la Unión frente al local del diario La Prensa, el 15 de febrero de 1917, en manos del chileno Manuel José Sánchez, que, por un ataque de celos, debido a que la actriz española Ángela Argüelles correspondía al cortejo del poeta, éste le disparó cuatro balazos y al trasladarlo a la clínica Maison de Santé, debido a la gravedad de sus heridas, Yerovi falleció a los 35 años de edad.

Su muerte dejó atónitos a todos los limeños porque la criminalidad en aquellos tiempos era prácticamente impensable, mientras, las crónicas rojas de las publicaciones en ese momento narraban que más de 30 mil personas acompañaron el recorrido fúnebre; algo jamás visto en Perú por la pérdida de un poeta.

Peso a ello, el legado de Yerovi permanece intacto: “Tanto mi abuelo como mi padre, se dedican como un salvavidas a cultivar la gracia, la sátira, el ingenio y a reírse de las cosas”, exclamó recientemente en público en la FIL su nieto Nicolás.  

Columna publicada en Diario UNO)

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