Literatura

LONTANANZA

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(Des) pedida

Aquella noche corría fresca y mi celular marcaba con justicia las nueve de la noche. Habíamos llegado a la pedida de mano de la novia de Martín, mi otro hermano.

La prometida llevaba una hora de retraso y los irónicos comentarios goteaban los apretados nervios del novio. Su rostro parecía las cataratas de Iguazú y su ojo izquierdo vibraba ligeramente, como siempre que se encuentra en suspenses.

Yo, normal… Un poco incomodo por el envase acartonado que se acostumbra para estas ceremonias. Sentados en la sala Jorge Chávez, de un club de oficiales de la Fuerza Área del Perú, éramos un triangulo de las bermudas, falaz y muy edulcorante para mi gusto.

Martín, el novio, el capitán, mi otro hermano, sentado frente a mí, disparando (es un decir) ráfagas con la cámara fotográfica. Es en ese momento, milimétrico de tiempo y espacio, a través del cañón del lente, que pude verle el temblor de su ojo izquierdo…
Casi a mi costado, sedentaria sobre un sillón Luis XV, observando los retratos de héroes nacionales que se encontraban en las alturas del salón, la reina, la matriarca de la familia, imperturbable ante la tecnología y el nomadismo de los mozos que nos cruzaban a cada segundo.
De carácter muy pasivo y amistoso, sin perder la curiosidad y admiración por ciertas cosas, Esther, mi bíblica madre, tuvo que aterrizar forzosamente su atención debido al ingreso al triangulo de las bermudas de mi pequeño sobrino:
— ¿Dónde está la novia, mamita? — repetía, incansable.
— Quizá se arrepintió en el taxi y tomó otra ruta. —deslizó una sonrisa casi malévola.
El capitán parecía haber cambiado de arma, ahora lo hacía desde su celular.
De pronto…
— Quizá le falta un poco más de textura. — Fausto, un todavía desconocido cuñado del novio, intervino mientras sorbía de a poquitos un cóctel de algarrobina.

No esperé ni un segundo y me atrincheré en el balcón. No estaba dispuesto a escuchar el sepulcral silencio de mi familia ni el conspirador espectáculo de aquel sujeto.  No percaté cuantos personajes más llegaron previamente que la novia,  sólo recuerdo el momento del stop de mi cuarto vaso de whisky, ante el rumor de la llegada de la tan esperada señorita y su corte.
— Llegó la novia de su luna de miel. —exclamó quien al parecer avanzó más rápido con los cócteles que yo con los whiskies.

El salón se puso de pie. Mi hermano, otra vez el novio,  se acercó a su futura esposa. No había sido más que un estiramiento muscular del tiempo por parte de la novia.  Le dio un beso y a partir de ese momento empezaron a multiplicarse los flashes, sumarse los mozos, elevarse a la “n” potencia los invitados, restarse la comida y dividirse el trago.

La ceremonia duró hasta altas horas de la noche, sin embargo, todo allá adentro parecía ir tan de prisa que sólo tuve conciencia de la espera y de la celebración mientras degustaba uno de mis tantos vasos de whisky en el balcón.

* Un especial saludo a mi hermano Martín y a Cristina (la novia) por la tan grata noticia que han recibido estos últimos días. Un miembro más de la familia siempre es bienvenido. ¡¡¡Felicitaciones!!!

 

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