Escribe Narciso Sánchez Keller
De los diez finalistas de la Bienal Mario Vargas Llosa, solo figura una novela peruana: Vivir abajo (Peisa, 2018) de Gustavo Faverón. La noticia ha sorprendido a muchos porque ha pasado desapercibida, hasta los reportes de ventas le hacen honor a su nombre y el público habla más de los escándalos extraliterarios del autor que de la novela bolañera sin Bolaño.
¿Venderá cinco ejemplares más ahora que es finalista frente a otras novelas que han venido obteniendo críticas positivas y varias reimpresiones? Ojalá.
Pero Faverón debería ser más sincero y no quejarse como bueno de la poca atención que los medios peruanos han hecho de la noticia de los finalistas de la Bienal. Ya pues, Faverón, sáquese la careta, apague el Skype, moje la mitra, porque lo suyo es un sancochado argollero.
Antes de eructar ofensas, piense y responda estas preguntas. ¿Es cierto que uno de los miembros del jurado de la Bienal escribió un texto celebratorio que figura en Vivir abajo? ¿Qué piensa Ud. del ser juez y parte, práctica que por muchos años ha condenado en su muro de Facebook o es que acciones como estas no tienen valor cuando sus intereses son parte del juego que lo beneficia?
¿Acaso sus seguidores no merecen saber que ese miembro del jurado es su amigo? ¿Por qué no lo nombra? ¿Por qué se queda callado sobre un dato importante que el público merece saber? ¿Por qué no dice nada de la sucursal que su editorial peruana abrirá en México?
Caramba, caramba, cuántas casualidades juntas, señor Faverón. La diferencia entre muchos autores peruanos talentosos y Ud., es que Ud. teje por lo bajo una red de relaciones que hace pasar por mérito. Así no se mueve la pelotita, ni así se prepara el mojito. Kukín Flores era más auténtico que Ud. Apago el Skype.