Alejandro Antonio Salas Zegarra —así se llama—, abogado de profesión, pretende evadir la grave responsabilidad funcional que le corresponde al frente del ministerio de Cultura a raíz de los 4 desplomes consecutivos que han afectado una parte del imponente muro perimétrico de la zona arqueológica monumental de Kuélap. Es esta una importante ciudadela prehispánica que se halla ubicada en la provincia de Luya, en la región de Amazonas. Está construida en la cima de una montaña a una altitud de 3000 m.s.n.m., y próxima al río Utcubamba; sus 430 edificios, de una morfología mixta, ocupan 450 hectáreas. Fue levantada por la macro etnia guerrera de los Chachapoya entre los 900 d.C. y 1450 d.C., es decir durante el Periodo Intermedio Tardío, tras establecerse en la región de los Andes nororientales del Perú.
El muro perimetral, que en su época defendía el pueblo —conocido también como “Fortaleza de Kuélap”— tiene una extensión de más de 600 metros de longitud y 20 metros de altura y ha resistido inhiesto el paso de los siglos, pero finalmente no ha podido vencer la negligente actuación del presente gobierno a través del sector Cultura y la autoridad regional, pues es cuando se ha desplomado en parte, algo que incluso puede resultar más grave aún, pues estamos en temporada de lluvias.
Seducido por el poder y la figuración, el pasado 1 de febrero, Alejandro Antonio Salas Zegarra juró el cargo de ministro de Cultura, aunque sin un ápice de calificación profesional y sin conocer la complejidad del Sector; solo correspondiendo a la desesperación del presidente Pedro Castillo por contar con el voto favorable de la agrupación Somos Perú en el Congreso de la República, para evitar su vacancia. Al asumir la cartera ministerial, y dada su absoluta inexperiencia, Salas no tenía la más mínima idea sobre el riesgo en que se encontraba Kuélap; no obstante, es preciso destacar que al realizar la transferencia del sector Cultura de manos de quien fue su antecesora, la señora Gisela Ortiz, recibió, como está normado y es regular, la información oficial documentada del sector con los activos y pasivos, entre estos últimos el que señala el peligro inminente en cual se encontraba la zona arqueológica de Kuélap antes del ocurrir el desastre. Por tanto, es evidente que el ministro Salas Zegarra no le prestó mayor atención a este delicado tema, aunque, curiosamente, al jurar el cargo del modo tan sonoro en que lo hizo, expresó que lo hacía: “por nuestra cultura milenaria”. Y es que el ministro Salas Zegarra ha estado dedicado a oficiar de vocero y escudero del presidente Castillo, faltando así al cumplimiento de sus deberes funcionales. Presenciamos hoy las graves consecuencias.
No podemos dejar de señalar que su responsabilidad es mayor, habida cuenta de que el día de ayer el congresista Edward Málaga Trillo declaró en una comparecencia televisiva, que gracias gestiones — encomiables sin duda— durante el mes de enero estuvo en Kuélap una misión de expertos en patrimonio mundial del Centro de Altos Estudios de la Universidad e Varsovia, que recomendó realizar en el menor tiempo posible un diagnóstico con equipo electrónico de última generación, para determinar el exacto estado en que se encontraba el muro; y, de otro lado, se cuenta con una tesis de maestría sustentada en la Universidad Nacional de Ingeniería en que se señala las partes del muro en mayor riesgo, precisamente una de las cuales se ha desplomado, y se pudieron apuntar, como recomendaron los lugareños encargados. Asimismo, las atendibles afectaciones estructurales producto de la ocurrencia de dos movimientos sísmicos en noviembre de 2019 y febrero del presente año. El cambio de gabinete ministerial y la posterior actuación distraída del ministro frustraron todo ello.
Alejandro Antonio Salas Zegarra, abogado fácil en construir frases retorcidas con las que se las apaña para engatusar al pueblo del que tanto habla, pretende ahora salvar su responsabilidad. Pero claro, no lo podrá conseguir, porque lo hace después de producidos los irreparables y penosos hechos.
«Después de» nos ha dicho ayer muy suelto de huesos que «Kuélap no se va a caer»; pero lo cierto es que ya comenzó a caerse, y de manera irreparable; también ha recordado que el 11 de febrero pasado su despacho declaró en emergencia el “Complejo Arqueológico de Kuélap”; la pregunta es: ¿y desde entonces qué? Asimismo, que lo restaurará «como corresponde», de manera que ¡«el pueblo peruano esté tranquilo»! Él ignora la dimensión de la catástrofe; que existe lo que se llama conservación preventiva, y si hubiera puesto la debida atención al caso, más allá de la declaratoria, seguro que no estaríamos lamentando el desplome. En su deplorable desconocimiento, él cree que todo se arregla con la reconstrucción, que es una técnica que solo se debe usar en casos extremos, y así se haga con esmerado tecnicismo, ya no será lo mismo desde el punto de vista histórico y cultural.
El día de hoy “Después de” ha sido citado a la Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural del Congreso, pero no se presentará, la comisión ha reprogramado la cita, ya que el ministro continúa en Amazonas. Lo cierto es que el día que se presente, solo buscará confundir a los incautos, moverá la boca y gesticulará con el objeto expreso de echar toda responsabilidad de lo sucedido a las gestiones anteriores —que ciertamente tienen lo suyo—; y se erigirá en otro Pachacútec contemporáneo más, a imitación del inca transformador del caótico estado de cosas. De esa táctica ya adelanto un tuit, en el que habla de «desidias de años anteriores, expedientes truncos y consultoría de humo»; pero en realidad, lo suyo también viene con cortina de humo. El improvisado ministro de Cultura, Alejandro Antonio Salas Zegarra, debe ser interpelado y censurado, y mandado a su casa y hacer lo que sabe. Muy lejos de la gestión cultural pública.