Opinión

Literatura informal

Lee la columna de Márlet Ríos

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Por Márlet Ríos

La informalidad es un lastre que atraviesa varias esferas de nuestra sociedad. No solo es fuerte en la esfera económica, sino que también ha contaminado el campo cultural. De esta manera, encontramos a escritores que tienen muy mala ortografía y sintaxis (tal vez desde la escuela), editores inescrupulosos (¿estafadores?) y editoriales independientes y establecidas que no cuentan con un staff de correctores para filtrar las erratas en los libros publicados, algunas demasiado notorias. Al no contar con este filtro necesario, estas “editoriales” acaban afectando significativamente a los autores. El resultado final es un factor de calidad inexistente. Lo que no toman en cuenta estos “editores” es que, a pesar de que lo diletante predomina hoy en la literatura peruana, a muchos lectores nos sigue pareciendo imprescindible tener a la mano libros con ediciones bien cuidadas (y con errores ortográficos no rochosos). En ese sentido, estamos de acuerdo con el recordado Marco Aurelio Denegri para quien leer un texto plagado de errores es algo parecido a soportar una tortura china, es decir, algo totalmente insoportable.

Acá traemos a colación una charla de editores piuranos, en diciembre del 2023, en la que el escritor y docente Sigifredo Burneo señaló que en Piura no existían editoriales, sino simples imprentas. Para Burneo, el factor de calidad era algo invisible y dio como ejemplo una publicación, auspiciada por una institución universitaria, llena de faltas intolerables. Su crítica fue bastante tajante, aunque abordó la raíz del problema.

Conocemos el empuje y la voluntad de las editoriales independientes en Lima y fuera de la capital. Hace unos años, con el escritor Pool Carbajal y otros emprendimos la aventura de fundar una editorial independiente (Korriente A editores). Nos consta que, en nuestro país, se hace empresa y se genera riqueza a pesar del Estado mercantilista y parasitario. El Estado es el enemigo. Sin embargo, estamos convencidos de que hay una enorme diferencia entre un “imprentero” y un editor honesto y prolijo. Parafraseando a Gabriel García Márquez, nuestro rol como escritores (y lectores) críticos es, ante todo, escribir bien.

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