Actualidad

Lima, una ciudad furiosa, violenta y cobarde

Published

on

Si es posible describir a una ciudad en términos personales, Lima es, sin duda, una ciudad furiosa y violenta pero también cobarde.

Los múltiples enfrentamientos entre choferes alharaquientos que detienen el tráfico para exhibir sus bravuconadas, pero muy rara vez llegan a darse golpes de verdad, los gritos de propios y extraños en las avenidas, calles y pasajes de la urbe que nunca desencadenan nada distinto a una vociferación vacilante, coprolálica y fugaz que se apaga ante el primer embate físico de una pelea en serio, las amenazas de Philip Butters y su blando retiro en tanto a cualquiera se le ocurre darle frente, etc., demuestran la veracidad del último adjetivo que he atribuido a Lima.

Esta cobardía, qué duda cabe, cobra mayor énfasis en el mundo del hampa y en todo aquel que abusa de su posición o ventaja para causarle daño a aquellos que no gozan de tales prerrogativas.

En el caso del hampa, el énfasis referido erige en casi todos los “barrios”, el reino de la violencia pura y la intimidación, claramente una posición ventajosa frente a la apacible vida de mayoría de los ciudadanos que no tienen por qué verse tan expuestos a las formas salvajes de agresión que estos inmundos individuos han conformado como parte orgánica de su vida cotidiana.

El hampa peruana actual, cuyos integrantes, han perdido toda forma de sujeción a códigos o leyes como fue su tradición en otras épocas, se caracteriza por haber perdido toda muestra de clase y elegancia y, en ese sentido, hacen un uso predilecto de uno de los más viles delitos, la extorsión, actividad a la que recurren en toda su escala de intensidad y/o gravedad, desde los “grandes” bandidos y “taitas “hasta los “insignificantes” y “cucarachas”.

Un país tan blando como es el Perú, no puede menos que encumbrar a la extorsión como el delito por antonomasia en los bajos fondos. El sicariato, el homicidio y toda la otra rastra de tipos expresamente sancionados en el Código Penal ceden ante esta ominosa forma de intimidación pero, a veces, surge con gravedad ante nosotros, el horror de no poder obviar la gravedad del asesinato o la abominable realización de la violación sexual, delito que ni siquiera es castigado en las cárceles como antaño, es decir con el ultraje del miserable abusador, puesto que basta con pagar el adecuado “chalequeo” para que no se ejecute la debida Ley del Talión.

Ante todos estos hechos deberíamos responder con la máxima efectividad en aras de procurar la obtención de la justicia, pero dado el marco en el que dicha abstracción se halla sepultada en este país, lo que más se facilita a los delincuentes es la impunidad de todo aquel que puede comprar a los encargados de ajusticiarlos.

El vil homicidio perpetrado por delincuentes motorizados ayer en el Jirón de la Unión nos demuestra hasta qué extremos ha llegado la degeneración de nuestra sociedad. Una humilde trabajadora de limpieza ha sido asesinada por la falta de tino de unos delincuentes incapaces de medir las consecuencias de sus actos. Una bala perdida, una vida perdida. Y tanto sufrimiento irreparable en las familias afectadas tan solo por la ambición de unos vagos ávidos de llevarse unos cuantos soles de más, que bien podrían conseguir si se esmeraran en trabajar antes que en preferir la vida fácil y las licencias que da el dinero corrompido, en este caso, ensangrentado y homicida.

Ser cobarde no impide el ser furioso y violento. Es más, la furia y la violencia agravan y amplifican el alcance de la cobardía puesto que, en un momento de intensa convulsión emocional, el cobarde no puede medir el impacto de estas dos fuerzas oscuras. Otórguesele un arma de fuego a un cobarde y se tendrá en ese caso, una verdadera bomba de tiempo, limitada, tan solo, a la rapidez con que se puede apretar el gatillo.

Lima está de luto, sangre inocente ha sido derramada en el centenario paseo en el que transitan miles de limeños día tras día. La tragedia pudo ser inclusive más grande pero una vida perdida en vano en el espacio que todos sabemos, es un renglón enlutado en las páginas de la vida de todos los transeúntes habituales del Jirón de la Unión. De hecho, la víctima pudo ser cualquiera de los que usamos esa vía y tantas otras vías del viejo centro de nuestra ciudad.

En medio de esta desgracia, cabe alegrarnos por no haber sido nosotros y, al mismo tiempo, cabe entristecernos no por nosotros sino por nuestras familias dado que cualquier limeño pudo ser la víctima de estos pobres diablos armados.

Rosa Mamani Apaza, podrá descansar en paz, pero no sus asesinos ni ninguno de nosotros hasta que estos no sean puestos adentro de un penal por “el resto que les quede de vida”.

Post Scriptum.

Detenernos en el “brillante” proyecto legislativo que ha mencionado el ministro Basombrío, respecto de prohibir el uso compartido de una moto lineal al mismo tiempo por dos hombres a fin de reducir el riesgo del tipo de atentados descritos, copia y calco repetido hasta el hartazgo en diversas latitudes de modos, por demás, infructuosos, solo nos confirma la ineptitud y torpeza del entorno de poder del presidente Kuczynski, en este caso, la cereza añadida al pastel podrido que representa el conjunto de actuaciones y declaraciones públicas del titular del Ministerio del Interior.
Es una lástima, que el gobierno en ejercicio esté tan perdido. Su falta de seriedad, imaginación, capacidad y reflejos son otros motivos añadidos al enlutamiento permanente que padece el Perú.

Comentarios
Click to comment

Trending

Exit mobile version