Hace una semana Lima Gris, había anunciado la presentación de su edición impresa número 13, como todas las demás anteriores, una edición de colección. Y como siempre en la tapa iría un icono cultural, pero esta vez no sería un peruano, sino un argentino, que moriría a los 42 años y se convertiría en uno de los referentes más importantes de la literatura argentina.
Roberto Arlt, para quienes lo han leído dicen que mejor que Borges y Cortázar, y el primero en incluir el uso de la jerga bonaerense en sus escritos. Argentino como San Martín o Gareca, ambos figuras en el Perú, uno por haber declarado la independencia de nuestra nación y el otro –Gareca- por habernos sacado de un Mundial de Futbol –México 86- y habernos devuelto -con orden y disciplina- a un nuevo mundial 36 años después. Por su puesto que San Martín es incomparable pero al igual que Gareca es icono en el Perú, y la Plaza que lleva su nombre –próxima a cumplir 100 años el 2021- sigue siendo todo un referente de la bohemia limeña.
Curiosamente tres argentinos, San Martín, Gareca y Artl reunidos en la tarde calurosa haciéndose noche del 6 de abril del 2018 en una ciudad que lleva el color de su cielo “gris” y por eso sus habitantes la conocen como Lima Gris. Y digo curiosamente tres argentinos porque fue ahí justamente donde un pintor iqueño que fue boxeador en sus años mozos en Buenos Aires conoció a una mujer argentina de ascendencia francesa y convertirla en su musa entre 1940 y 1946 a quien conoció a su regresó de París a donde había partido para perfeccionarse como pintor y retornar al Perú para luego convertirse en el personaje icono de los 40s y 50s en la mítica Plaza San Martín acompañado siempre de una copa de buen pisco.
Un boxeador, un pintor y un pisquero llamado Sérvulo Gutiérrez fue quien se enamoró de una mujer llamada Claudine y cuyos cuadros –de los muchos que hizo- retratándola, aun pertenecen a la familia de Gutiérrez y quienes saben la historia saben que aquella mujer, antes que Doris Gibson, fue su segundo amor y su musa y esa fue Claudine, Claudine Fitte.
Por ello Pablo Espinoza y Jesika Urbina en honor a esa linda historia de amor, de bohemia y aventura entre Sérvulo y Claudine, decidieron bautizar a su Pisco como Claudine, como la musa de las noches prohibidas y que se reflejan en un pisco sobrio como son los piscos actuales en el 2018 cuando se destilan como debe ser, con el equilibrio natural entre el contenido de la botella, la elegancia del nombre y la belleza del empaque que cuando se destapa deja fluir los aromas naturales de uva pisquera del Torontel o la Quebranta de Guadalupe y que hoy algunos afortunados pueden disfrutar en Italia, algunos peruanos lo pudieron disfrutar no hace mucho en Tokio y en la noche previa a la celebración de los 30 años del Pisco como Patrimonio Cultural de la Nación –se declaró un 7 de abril de 1988- cronistas mayores como Eloy Jáuregui acompañado de otro referente del diseño periodístico como Víctor Escalante, y todos los asistentes podían disfrutar mientras presentaban la edición 13 de Lima Gris.
Pisco que atrajo la atención del surquillano Jáuregui, quien entrega en la revista una crónica sobre el escritor Gregorio Martínez, quien fuera su maestro y lo viera vendiendo libros acompañando a su padre en el parque universitario allá por los 50s y 60s, nos contaba donde quedaba el Bar “El Triunfo”, aquel punto de encuentro de los pupilos de Porras Barrenechea y que describe tan magistralmente Vargas Llosa en la Tía Julia y el Escribidor, en una noche de confesiones largas ante la barra entre el joven Mario y su amigo Javier, una noche donde el joven que algún día el destino lo premiaría con el Nobel de literatura sucumbía ante la fuerza de los capitanes pisqueros, mientras escuchaba las penas de amor del amigo Javier, por esos años donde el joven Mario, tras salir de la primera radio de los Delgado Parker caminaba entre el jirón de la Unión, la Colmena y el café Branza o las noches de bohemia en el Negro Negro de la Plaza San Martín que retrata en Conversación en la Catedral, donde, como él dice iban pintores y escritores y él quería descubrir esa bohemia de los pintores, entre los cuales siempre en algún lugar de la Plaza estuvo el recordado Sérvulo acompañado de una copa de pisco quizás pensando tal vez en Claudine y Buenos Aires o en alguna otra mujer como la Gibson en Lima, pero claro Claudine llegó a ser su musa primero y después su esposa, a quien había conocido en Argentina, cuando quiso ser boxeador, como lo fue también el Cholo Matías o el Cusqueño José Quintanilla, pisquero el primero, pintor el segundo.
Eloy Jáuregui, Pablo y Jessica Espinoza.
Y claro en esa noche de presentación de la numero 13 de Lima Gris, donde un argentino era la portada había que brindar por la edición impresa y los 30 años de la Declaración del Pisco como Patrimonio Cultural de la Nación y que mejor que con algunos puros y chilcanos de Pisco de Claudine, un pisco que lleva el nombre y encanto de una musa con sabor a bohemia. Sino que lo diga Eloy Jáuregui –el cronista- y Don Víctor Escalante, el padre y mago el diseño periodístico antes que existiera la computadora.