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LIBERTAD BAJO PALABRA: La política peruana actual o la cartografía del infierno

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  1. Los nueve círculos del infierno de Dante no existen. En el infierno no existe división alguna.

 

  1. Los últimos presidentes del país han demostrado esta uniformidad infernal hasta el hartazgo. Es decir, varían los montos de los que se han adueñado y el número de muertes que ocurrieron bajo su responsabilidad, pero nada más, porque en su sustrato final, su desinterés por el país en tanto nación truncada una y mil veces, así como su ambición y deshonor forman parte de la misma cadena de miseria que ha hundido al Perú a contracorriente del desarrollo económico de las últimas décadas.

 

  1. La caída de los expresidentes es tan grave que la política peruana actual ha devenido en materia perfecta para escribir una gran novela trágica y ni siquiera se necesitaría ser un escritor desbordantemente talentoso para llegar a tal fin, sino que bastaría con ceñirnos exclusivamente a un recuento de los hechos que han salido a primera vista en el transcurso de las últimas semanas y la obra, sin mayor esfuerzo, estaría hecha.

 

  1. Las fuerzas políticas más importantes del país han respondido como corresponde a su esencia, es decir, deplorable y miserablemente. Por ejemplo, las reacciones del Fujimorismo, del que no puede esperarse nada bueno, y del Partido Aprista, que le sigue la posta en punto de descrédito ético y humano, ante la vergüenza de Toledo conformaron un episodio demasiado nauseabundo hasta para el tipo más obsesionado con la escatología y el gore. Entre la mediocridad habitual de los fujimoristas y la megalomanía de Alan, es decir entre el descaro y el cinismo ilimitado de unos y otros, sin duda, aquellos deben creer que, si todos son corruptos, ninguno lo es en tanto que este debe creerse un dios o debe vivir en un enajenamiento tal que de verdad cree ser un hombre probo; publicar una expresión como «Tanto hablaron de corrupción y terminan siendo megacorruptos», acredita lo que he especulado respecto de García.

 

  1. Por otro lado, la recurrencia excesivamente lenta de la izquierda para organizar siquiera una marcha – peor aún una marcha que exige una nueva Constituyente, salida absurda puesto que la calidad de los constituyentes variaría en nada respecto de los actuales congresistas- da una muestra exacta de su calidad moral y de los problemas que su bancada afronta a causa de la pugna de poder entre sus dos “lideres” más representativos y debe corresponder a un más que posible apoyo del Partido de los Trabajadores a las campañas de Humala y Verónica, hechos que deberían investigarse.

Esta mención no es gratuita. La Izquierda que llevó al poder a Fujimori, en conjunción con el APRA, la misma que siguió hundiéndose hasta las elecciones de 2006 en las que movimientos como Ciudadanos por el Cambio, el Partido Socialista, Patria Roja y otros encumbraron a Humala no puede representar ninguna posibilidad, absolutamente, ninguna posibilidad, en tanto se consideren tres detalles muy concretos: Santos ha sido  vinculado con Odebrecht, Arana es el peor conciliador posible dentro de este deteriorado sector de nuestra deteriorada política nacional y Verónica Mendoza, su candidata principal,  proviene de un periplo humalista de muchos años, hecho que fue soslayado durante la última contienda presidencial pero que deberá ser atendido con malicia de ahora en adelante. De hecho, el pasado humalista de Verónica sólo podría justificarse por ingenuidad, pero dado que en política no hay espacio para los ingenuos, obtenga cada uno su propia conclusión.

 

  1. El Perú es un país tan endemoniadamente intenso que cuando aún no terminamos de oponernos a algo malo siempre aparece algo mucho peor, pero tratar a fondo este problema sería hacer uso de dotes adivinatorias que no corresponden a este espacio, sin embargo, bastará sugerir que quienes lleguen al 2021 no representarán nada para Antauro Humala quien podría ser enaltecido a partir del 2020, tras haber pasado más de 15 años en una prisión. Desde ahora, hemos de prever alguna salida a ese indeseable impasse fascista.

 

  1. Recuerdo a Haya de la Torre- tenía 67 años cuando le robaron la elección del 62 y 83 cuando se reunió la Asamblea Constituyente- y recuerdo como en las sociedades antiguas, los ancianos no solo eran objeto de veneración de todos los ciudadanos, sino que estaban encargados de regir el gobierno y pienso que es una lástima que Haya no haya sido presidente, sin duda, la más grande oportunidad perdida del país. Aleatoriamente, pienso que es muy grave que un alto porcentaje de ancianos vivan en el desamparo y que no hayamos preservado en nada las ancestrales tradiciones de respeto a su experiencia y a su buen criterio gubernamental.

Pienso en estos extremos de lo que es la ancianidad en el Perú y concluyo que es una contorsión horrible de la dignidad nacional que los últimos presidentes peruanos, ahora ancianos, hayan degenerado en lacras tan deplorables que, probable y meritoriamente, perecerán en prisión.

 

  1. La corrupción ha herido al país desde los tiempos coloniales, conforme lo acredita el famoso libro de Alfonso Quiroz, pero el golpe que nos ha revelado Odebrecht nos enseña que la infección llegó hasta lo más profundo porque las traiciones de los expresidentes, que en teoría simbolizaron a la nación durante los periodos en que ejercieron el gobierno, han demostrado que nunca representaron a nadie más que a sus propios intereses. En tal sentido, para la historia del Perú, son solo unos muertos vivientes que deberán ser encarcelados para evitar que sigan corrompiendo todo lo que está a su alrededor.

 

  1. Los problemas ya no son los expresidentes, ni los endebles partidos políticos sino todos aquellos que consentimos la farsa democrática de los últimos 16 años sin tomar una conciencia crítica, pero, ahora, tenemos la oportunidad de cambiar, no debemos dejar que muera nuestra dignidad y si podemos extraer de este maremágnum de inmundicia una sola conclusión valiosa para el futuro, sería la siguiente: “Nunca más, ni siquiera en Segunda Vuelta, debemos acceder a la infame complacencia de optar por el mal menor”.

 

El mal menor y el infierno dantesco son inexistentes, pero existe el mal y debemos identificarlo y combatirlo en todas las formas que pueda proponer ante nosotros porque esta confrontación es la única garantía que tenemos a fin de asegurar un futuro digno para todos.

 

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