A nivel global una de las épocas más intensas en torno al debate de los liberales y neoliberales fue la década de los noventa del siglo pasado. El Perú no estuvo exento de ese debate que se produjo en la política, en la economía, en la academia y en los cafés más snob.
Hoy conviene poner al día esa discusión con la perspectiva que dan los años y en el tiempo propicio para sentar posición alrededor del “liberalismo”, ordenar las ideas de los peruanos, como también matar fantasmas y sofismas.
Se ha vendido generalmente el concepto de que ser “liberal” o “neoliberal” es la mejor carta de presentación frente al elector y lo han hecho incluso políticos que no tenían la menor idea de lo que ello significaba.
A menudo se usa el término “liberal” como sinónimo de “derecha”, en contraposición del concepto de “progre” o “caviar” que supuestamente corresponde a la izquierda. Sin embargo, no todo es blanco o negro porque al medio hay una variada gama de grises y hasta colores encendidos como aguachentos.
Por tanto, lo más saludable resulta poner el debate en una sana y propositiva dimensión, partiendo de la premisa de la historia política y constitucional de occidente, que tiene dos ingredientes fundamentales en la construcción de la democracia: el liberalismo político y el liberalismo económico.
Además, el liberalismo no surgió por generación espontánea, pero si en medio de procesos contradictorios, de marchas y contramarchas, que llevan más de diez siglos y sobre todo desde la revolución francesa. De manera que el Estado, la democracia, la política y la economía tienen que revisar sus orígenes y volver a sus fuentes, a las dos caras de una misma moneda: el liberalismo político y el liberalismo económico.
En ese sentido, un aporte de Ricardo Belmont, jefe y fundador del Partido Cívico Obras, de Daniel Barragán, secretario general, y de otros dirigentes nacionales no solo es la promoción de las diez vigas maestras para reconstruir el país, sino que también está la convocatoria al elector para prepararse en torno a un basamento filosófico y a estudiar más la historia, dejando atrás la dicotomía de derechas versus izquierdas, porque al final eso no resuelve el problema de la gente y termina representando espejismos donde las derechas se comportan como izquierdas y las izquierdas más parecen derechas.
En ese orden de ideas, hoy la batalla política no debe producirse entre liberales y progres, ni entre neoliberales y comunistas, porque ambos lados obedecen a conceptos trasnochados del siglo pasado, además son clisés que a nada conducen salvo a mantener el statu quo de abuso, explotación, falsedad, hipocresía, antivalores y corrupción global.
En definitiva, lo ha sostenido coherentemente RBC, desde los centros de poder mundial y desde los escritorios de las grandes corporaciones se vende al mundo el apotegma romano “divid et regnes”, divide y vencerás.
Es decir, se nos hace creer que existen liberales de derecha y progres de izquierda para dividir a los pueblos, para confundir a las naciones y distraerlas, mientras depredan nuestros recursos y hacen tabla rasa con nuestra soberanía.
Por tanto, esa dicotomía de derecha e izquierda ha quedado superada hace mucho tiempo, y el Perú necesita sacudirse de ese sofisma construido por sofistas multibillonarios y sus mercenarios mediáticos bien aceitados en las mega corporaciones para ilusionar y mantener a casi ocho mil millones de habitantes divididos, atemorizados y desorientados.