Con apenas 2 fechas cumplidas, es prematuro aventurar conjeturas de carácter deportivo. Sin embargo algunas apreciaciones pueden ser expuestas.
La ceremonia de inauguración fue una de las más pobres y aburridas de las últimas décadas. Sin brillo, incapaz de provocar un grado de asombro o despertar una mínima admiración. En verdad se esperaba algo mejor de los brasileños, considerando su vasta riqueza cultural. Entre sus artistas locales hubieran hallado abundancia de figuras con mucho mayor talento que Jennifer Lopez, Pitbull y la propia Claudia Leitte (su anatomía en azul lo único rescatable de la –felizmente- breve presentación). Llamar a Shakira para que cante su insípido “La-la-la” sólo hubiera empeorado las cosas. El millonario aparato publicitario no alcanza para convertir la idiotez en un producto musical de calidad.
Las patéticas condiciones sociales del país atentan contra el éxito del evento. Aunque las protestas se han agravado en los días previos a su inicio, la FIFA acusó recibo del malestar y la oposición del pueblo carioca desde el momento mismo en que le otorgó la sede. Lo que derivó en una alarmante falta de apoyo e inadmisibles retrasos en la entrega de los estadios (nuevos o remodelados). Cabe preguntarse, entonces, por qué Blatter y Platini no replantearon oportunamente la posibilidad de llevarse la Copa del Mundo a otra parte, donde sea en serio una fiesta y no una lucha. Tal como hizo Joao Havelange cuando decidió despojar a Colombia de ser el organizador en 1986 porque 5 años antes –¡en Julio de 1981!- un hincha invadió la cancha de El Campín de Bogotá durante la disputa eliminatoria contra Perú.
Las fatídicas actuaciones arbitrales demuestran que es tiempo de que el organismo máximo del balompié internacional ingrese al siglo XXI y siga por fin el ejemplo de lo que hace tantos años ponen en práctica las autoridades del béisbol, el básquetbol o el fútbol americano en los Estados Unidos. Ante una jugada dudosa –no cualquiera intrascedente sino sólo aquella que puede decidir el destino de un partido- los jueces recurren al video. Suspenden la acción unos instantes, revisan en un monitor las imágenes grabadas y verifican lo que realmente sucedió. Si marcaron bien, ratifican su fallo. Si encuentran que se equivocaron, lo corrigen. Nadie se espanta. A ningún aficionado se le ocurre decir que un procedimiento de ese tipo desvirtúa la naturaleza del juego. Por el contrario, todos apoyan el uso de la tecnología porque comprenden que es una herramienta que ayuda a resolver con justicia los resultados de una competencia de alto nivel.
Brasil 2014 apenas empieza. Por lo visto hasta ahora parece que la abdicación del Rey de España ha sido una certera premonición de lo que espera a la furia roja. Y ésta quizás sea además la resurrección de ese ballet de danza moderna conocida como la naranja mecánica. Tan (o más) letal que la de Kubrick…