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Lecciones de Shōgun, la serie

La gran lección que deja esa serie es que en la guerra no siempre sale vencedor el que tiene más soldados, sino el que tiene paciencia e inteligencia para dar el golpe más certero al momento de la batalla.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Decía el milenario militar chino Sun Tzu en su famoso libro El Arte de la guerra: “Cuando se está cerca, se debe parecer lejos, cuando se está lejos, se debe parecer cerca. Se muestran carnadas para incitar al enemigo. Se finge desorden y se lo aplasta”. Apariencias, de eso trata, a modo de resumen, todo lo que tiene que ver con la nueva versión de la famosa serie de los ochentas Shōgun.

Yoshii Toranaga (mayúscula interpretación de Hiroyuki Sanada), un gran Señor de la era feudal japonesa del siglo XVII, personifica todo lo que debe de tener un líder militar: astucia, autocontrol, sabiduria, temple, imparcialidad y coraje. En la serie se muestra como un individuo que juega al filo de lo que es conocido como ético en el mundo occidental; impávido a la hora de tomar decisiones, así sean incómodas y dolorosas para muchos de sus vasallos.

Toranaga sabe desde muy pequeño que para ascender en esa escalera hacia el poder hay que hacer muchas cosas contrarias a lo que es correctamente popular o solo para quedar bien con sus generales y subalternos. Un gran jefe debe demostrar ante su pueblo firmeza en sus decisiones y ocultar aquellas debilidades que por dentro lo consumen. En ese Japón feudal importa tanto la forma como el fondo de las cosas; de la forma de servir el té a ofrecer su vida en sacrificio, cada cosa tiene un porqué y muchos malentendidos se originan por el más mínimo detalle.

Es ahí el sentido de la frase de Sun Tzu; puede que uno se encuentre en clara desventaja militar y arrinconado, y son las apariencias que van formando una idea en el enemigo que ya saborea de antemano una apabullante victoria. En una parte de la serie se muestra a Toranaga derrotado en número por sus adversarios, haciéndoles creer que efectivamente ha depuesto las armas para su captura, pero solo el gran estratega sabe ocultar sus verdaderas intenciones, llevándolos, casi sin derramar una gota de sangre, a su propia destrucción.

La gran lección que deja esa serie es que en la guerra no siempre sale vencedor el que tiene más soldados, sino el que tiene paciencia e inteligencia para dar el golpe más certero al momento de la batalla.

(Columna publicada en el Diario Uno).

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