Cultura

Las vidas de «Don Gato»

Una entrevista con Hernán Santiváñez Guija.

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Imaginemos en una ficción que Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Brice Echenique, Catalina Recavarren y Hernán Santiváñez Guija, se encuentran reunidos y disfrutando de una amena charla en el restaurante ubicado frente al mirador barranquino que lleva el nombre de aquella poeta y escritora nombrada como Catita en La Casa de Cartón, publicado por Martín Adán en 1928, y nos preguntamos, ¿cuál sería su tema?

Naturalmente que cada uno de estos escritores, los cuatro limeñísimos como la mazamorra morada, abordarán lo propio de sus trabajos literarios, así Ribeyro quizá algún relato de Los Geniecillos Dominicales, Bryce, explicando por qué “Dándole pena a la tristeza”, editada en el 2012, sería su última obra y Catita, los haría reír contando algunas de sus graciosas anécdotas o rememorando esos días de radio y leyendo uno de sus cuentos para niños.

Nos queda el cuarto contertulio, Hernán Santiváñez Guija, que a diferencia de los otros literatos, es ingeniero agrónomo con estudios en la universidad de La Plata,y seguramente en esta ocasión, leería algo de esos relatos que guarda en el libro Los gatos también escriben (Impresiones Shalom, 2023).

Y será de Santiváñez de quien nos ocuparemos en esta nota, para ir descubriendo lo nuevo de su creación y dando a conocer su larga trayectoria como escritor. Nacido en Lima, antes de que se inventara el celular y existiera el internet, fue docente en la PUCP,l ha trabajado en diferentes países y el jubilado en el Banco Interamericano de Desarrollo.

En esta nueva estación de su vida, decidió dedicarse a su otra vocación, la escritura, oficio que le ha permitido acumular algunos títulos como, Las mujeres más sufridas son los hombres, (2004) Los comensales de la mesa negra (2005), ambos escritos en coautoria. Suyos son, La noche es de color turquesa (2008), el único editado en Buenos Aires, pues los demás lo hizo en Lima. Y finalmente, El vuelo de la mariposa mayor (2014) y Ese otro país (2017).

He leído Los gatos también escriben y descubro una novedosa manera de seleccionar los temas, pues derivan de situaciones cotidianas vividas al día por día, y no aparecen para nada, esas historias estridentes, violentas o espeluznantes o morbosas, tan de moda en esta nueva literatura universal, donde el hombre es un deshecho de sí mismo, con la esperanza muerta y sin que aparezca un algo de solidaridad. Los relatos de Hernán Santiváñez (al menos en el título que menciono, pues no conozco los otros) resumen situaciones que todos hemos experimentado de alguna manera, como la época de la pandemia en la que el autor rescata la entrega  valerosa de todos esos personajes (médicos, enfermeras, policías, bomberos, barrenderas, serenos y la gama variopinta de gente )que se expuso a ser contagiado sacrificando incluso reposo y alimento, para que el resto, nosotros, tuviéramos algo de calidad de vida en aquella etapa tan complicada. Estos son ejemplos de esa solidaridad humana que aún existe, pese a todo.

Y Santiváñez lo narra de manera muy natural, sin hacer aspavientos o exagerar los hechos ni menos dramatizarlos, utilizando un lenguaje muy propio del limeño clasemediero con dichos típicos como solo ellos los suelen emplear.

Otra de las novedades que encontramos en Los gatos también escriben, son sus apuntes biográficos al pie de página, como una especie de fotografía literaria para mostrar quien es el que está relatando las historias. En conjunto, este último libro de Hernán Santiváñez, es una invitación a una lectura sin mayor pretensión que la de mostrarle al lector, que la vida es aún bella, si así lo decidimos que sea.

Por algo, Los gatos también escriben, obtuvo una Mención Honrosa en el International Latin Book Ward este año, en la categoría Isabel Allende Most Ynspirational Book Awar.

Lima Gris conversó con Hernán Santiváñez, sobre esta edición y otros aspectos de su incursión en la literatura.

Leyendo el título de su última entrega, le pregunto si es usted fan de los gatos o esa es una expresión limeña de otros tiempos?

Mi hijo mayor, Javier, me apodó “el gato”, sujeto a distintas categorías, que iban de “gato malo”, a “señor don gato” y categorías más superlativas en función de las circunstancias.

 He leído con detenimiento los relatos, algunos cortos y otros más largos de Los gatos también escriben y he notado un estilo muy personal en lo suyo. ¿Es fruto de múltiples lecturas o fruto de la asistencia a talleres de escritura? si lo hizo, quienes fueron sus maestros?

 Los talleres son formativos, instruyen y son indispensables. Como maestros destaco a Cronwel Jara por su paciencia, su puntillazo para rematar un cuento y su trayectoria como misionero cultural, a Juan Rivera que me corregía con un lapicero rojo que dolía en la pepa del alma y rescato al periodista Guillermo Vera como director cultural de dichos Talleres. Concluida esta etapa formativa, fundamos el Grupo de Narrativa “EL FARO”, sin maestros. Distribuimos material didáctico, exponemos cuentos personales donde cada miembro comentaba y el autor se limita a escuchar y sin derecho a réplica. Era un ejercicio de humildad para domar la vanidad. Lo abriremos en fecha próxima. Pero si a estos instrumentos se le añade buenas lecturas, le sumo lo vivido, la permanente observación y la imaginación, encontré la receta elegida.

¿Qué lecturas son sus preferidas? ¿A quienes prefiere dentro de la literatura universal, latinoamericana y peruana?

 ¿Lecturas preferidas? las que leo en el momento. Admiro o descarto. Leo todos los cuentos que caen en mis manos, soy infiel, no me aferro y olvido pronto. Si a Neruda le preguntaron si existió una mujer única en su vida respondió: “sí, sucesivamente únicas”, podría aplicarlo a mis lecturas. En ese universo, inalcanzable para el continuo aprendiz como me considero, empecé con Chejov, admiré a Juan Bosch y al uruguayo Filisberto Hernández, me conmoví con Rulfo, seguí con Faulkner que en» Luz de agosto» me obligó a preparar un cuadro matricial para acompañar en el tiempo y espacio a los personajes, y en Paraguay descubrí a la escritora Renee Ferrer. Ahora leo a Muñoz Molina que me abruma con su capacidad descriptiva. Entre la narrativa peruana, Manuel Beingolea, Julio Ramón Ribeyro, Héctor Velarde y Carlos Zavaleta.

Yendo a la temática de sus relatos, descubro que ha tenido un papel de observador durante la pandemia y de ese ejercicio ha recogido especialmente el trabajo heroico de múltiples profesionales, sin hacer hincapié, en desenlaces trágicos, no se ha recreado en el dolor que sufrieron los contagiados y sus familias. ¿Fue una manera de ver la pandemia desde otra perspectiva?

Fue así , en efecto. Desde mi ventana, impotente y confinado, observaba el mundo exteriory habría tiempo para llorar a nuestros muertos. Descubrí a las barrenderas, al policía, al sereno de mi barrio, reconocí el sacrificio de los médicos, de las enfermeras, la habilidad silenciosa de los cónsules de nuestra Cancillería y el riesgo venezolano en las Brigadas de Emergencia, todo un amplio escenario en el que actuaron los personajes de la esperanza. Creo que la sociedad necesita agradecer a muchos tras esa dolorosa experiencia y decidí escribir el libro como un gesto de justicia. Podría ser que esta temática haya conseguido que resulte premiado  con una Mención Honrosa del “International Latin Book Award” 2024  de los Estados Unidos , una prestigiosa organización dedicada a fomentar la difusión del libro latino en tres lenguas y que mi libro sea mostrado en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara 2024.

¿Por qué utilizó el pie de página para hablar de su historia’? Esto rompe con el molde de hacer una biografía anexada a los escritos, le pareció más apropiada?

En los escritores de prestigio, al lector se le enumera la obra, que no refleja al ser humano. Preferí entonces describir mi vida para que muchos veteranos y jubilados como yo se incorporen en la aventura de escribir.

¿Tiene otros proyectos literarios?

En la actualidad me encuentro borroneando la participación de nuestros negros en la lucha por la Independencia del Perú, sazonada con pinceladas de  la historia oficial.

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