Nos movemos entre huellas, entre ‘negativos’, somos los restos de una multiplicidad vertiginosa de olvidos, de pérdidas. Vacíos, huecos, omisiones, desapariciones… ¿Somos algo más que eso? Nuestra identidad estaría justo en ese melancólico desasimiento, en ese des-hacerse, en la pérdida misma, en el centro del extravío.
Por contraposición a ese compuesto de trozos y cortes que somos, la película opera por continuidades letárgicas, por imágenes y sonidos que actúan como mantras. En un largo (o corto) paseo, insomne, sonámbulo, amnésico, hipnótico.
La colorida expresión ‘manos negativas’ tiene su origen en un descubrimiento arqueológico: manos, huellas de manos, encontradas sobre las paredes de las cavernas (en el caso que Duras refiere se trata de cavernas magdalenienses de la Europa sudatlántica). Manos que se ponían sobre la piedra después de haber sido untadas. Entonces, no es un misterio, se obtenía la imagen en negativo de las manos. El efecto de la mano impresa sobre la pantalla de la pared de piedra es muy sugerente. También será sugerente que no veamos mano alguna en el metraje.
La película está constituida por travellings, filmados desde un auto, de la laberíntica e incansable monotonía de las calles de París, de tarde o de noche. De la Plaza de La Bastilla hasta el Arco del Triunfo. Emblemas. Monumentos. La ciudad y su tráfico como las nuevas cavernas. La ciudad amplia, vacía, sucia.
Y lo que se despliega, ante nuestros oídos, junto con el violín que parece emitir por sobre todo (aparte de los trémolos) un anestésico y obsesivo zumbido en el que podrías diluirte, es un poema. Que habla de la cueva frente al océano. Y como es Duras, trata de la terquedad y la desolación del amor, como lo primero y lo último a lo que aferrarse.
La voz de Duras. Proviene de la propia ciudad, del presente, ya evaporado, en el que se realizó la película, pero el poema busca ese pasado (de ¿treinta mil años atrás? que no es un pasado del todo, que de alguna manera sigue aquí) donde lo mítico y lo antiguo se fusionan con lo íntimo y lo individual. Duras dice su poema de una forma semejante a cómo la cámara avanza por las calles. ¿Las películas durarán más que las manos en las cavernas?