Opinión

Las malas artes del ministro Fabricio Valencia Gibaja

Lee la columna de Edwin Cavello

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Desde su nombramiento como ministro de Cultura en septiembre de 2024, Fabricio Valencia Gibaja ha estado en el centro de diversas controversias que han puesto en duda su capacidad para liderar una institución encargada de preservar y promover la identidad cultural del país. A pesar de ser cusqueño, el mayor rechazo a su gestión precisamente proviene de la ciudad imperial.

Uno de los episodios más polémicos fue su manejo de la obra teatral «María Maricón», presentada por la PUPC. La pieza, que generó una ola de rechazo por parte de diversos sectores religiosos, fue calificada como «espectáculo público cultural no deportivo» por una resolución emitida por la Dirección General de Industrias Culturales. Valencia Gibaja, al enterarse de la decisión, calificó el acto como un «error administrativo» y anunció el inicio de un proceso de nulidad, además de la renuncia de la funcionaria responsable. Sin embargo, la falta de supervisión previa y la tardanza en la respuesta evidencian una gestión reactiva más que proactiva.

Otro punto crítico ha sido la ejecución de proyectos faraónicos sin una planificación adecuada. Se destinaron 500 millones de soles para la construcción de un museo en Pachacamac. Un elefante blanco sin estudios previos sobre accesibilidad ni proyecciones turísticas, en un contexto donde el patrimonio cultural del país sigue siendo vulnerable y desprotegido. Durante la gestión de Valencia, el MUNA sigue sin ser inaugurado.

Dentro de su paupérrima gestión, también ha mantenido en el Mincul a funcionarios que arrastran investigaciones fiscales por presunta corrupción, y ha llenado el ministerio de allegados mediocres que mantiene mes a mes mediante órdenes de servicio.

El caso de la señora Shirley Hopkins es solo una muestra del manejo oscuro de los recursos públicos. Además, la reciente reducción del perímetro de las Líneas de Nasca. Fuentes del Ministerio de Cultura aseguran que la Resolución Viceministerial de las Líneas de Nasca habría sido una negociación política para mantener al ministro Fabricio Valencia en el cargo. Esto se sostiene con el apoyo de congresistas, tras el reciente escándalo de las órdenes de servicio a favor de Shirley Hopkins.

Finalmente, la gestión de Fabricio Valencia Gibaja se caracteriza por una serie de decisiones polémicas, presunta corrupción y favores políticos, todo esto sin importar la destrucción de nuestro patrimonio arqueológico.

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