El Nobel a Bob Dylan armó todo un debate sobre la literatura de la música. Algunos, lejos de reflexionar sobre el caso, si situaron en un negacionismo: no hay poesía en las canciones. Sin embargo, la música popular tiene, en sus letras, la belleza de la poesía. Basta revisar a los compositores peruanos, para ver un repertorio bastante nutrido.
Algunas preguntas son: ¿las letras de las canciones serían igual de geniales sin el sonido de fondo? ¿En el poema acaso no basta el sonido señalado por el silabeo del verso? Hace unos días, puse en youtube un repertorio de Amén, la banda que lidera Marcello Motta. Basta meterme un poco a mis recuerdos adolescentes, para evocar sus diferentes canciones, con ese aire de rock bastante desprejuiciado, que alienta las emociones más puras y la intensidad del amor.
Ese sentir de «pan con mantequilla», como una de sus mejores canciones canta: «Yo soy de un barrio humilde/ Un simple músico de blues.» (Difícil de leer sin oír la voz del cantante en nuestra mente, ¿no?) Esta primera etapa de la canción nos presenta al cantante, su realidad diaria y su sentimiento desprendido, que señala en la idea de humildad de un barrio. Pero también expresa que: «No tengo piscina/Ni carros pa’ regalar, ¡oh-oh! /Pero tengo una vecina/ Que se compró un celular».
Vemos que dibuja su realidad, encuentra en las carencias diarias una identidad, una forma de ser y sentir; y agrega acaso irónicamente la compra de un celular como un primer equilibrio de solvencia. Pocas letras del rock peruano tan intensas, simples y viscerales; sin embargo, creo que lo mejor de Motta se da en sus diversas baladas. El género balada rock, o las «lentas», tiene gran arraigo en el rock de todas las épocas: el lirismo, si es expresado con un sentir genuino, logra capturar el corazón. Hablamos de un estilo que, gracias a su excelente voz, cala todos los escenarios posibles del sentir amoroso.
Tenemos canciones del adiós («Decir adiós» o «Por amor»), canciones de la plenitud amorosa («Te quiero»), o incluso como imperativo vital («Fumar el Amor») donde afirma que «El amor no es dañino para la salud» Hay poesía en el rock de Amen, hay lírica en Marcelo Motta.
(Columna publicada en Diario UNO)