Opinión

Las lecciones de Ucrania

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Por Tino Santander Joo

Ucrania se encamina a ser un Estado fallido, disputado por los países europeos (Inglaterra y Francia), interesados en sus puertos; por Estados Unidos, que busca sus tierras raras y otros recursos naturales; y por Rusia, que ocupa más del 20% de su territorio. Los ucranianos creyeron en el cuento de que los europeos y los norteamericanos luchaban con ellos por la libertad y la soberanía de su pueblo. La guerra siempre ha sido un negocio para los ingleses y franceses; su pasado colonial y cruel lo demuestra. El espíritu de los norteamericanos se basa en los negocios con la guerra, el hambre y los recursos naturales de toda índole.

La primera lección es clara: no confiar en los países imperialistas. No creen en la libertad ni en la democracia, mucho menos en el derecho internacional. La ONU es un ente burocrático contingente.

La historia ha demostrado que todas las guerras tienen un trasfondo económico. En la Primera Guerra Mundial, se disputaba el control de los recursos naturales en África, Asia e Hispanoamérica. La guerra comercial y el nacionalismo económico fomentaron la carrera armamentística y desencadenaron una de las mayores matanzas en el viejo continente, que supuestamente era el faro de la cultura de la humanidad. La Segunda Guerra Mundial fue la continuación de esas disputas por el control del mundo y la humillación impuesta a Alemania con el Tratado de Versalles.

Segunda lección: Los países imperialistas o desarrollados no son amigos de los pueblos; solo buscan sus recursos y someterlos a sus intereses económicos.

Las ideologías más crueles nacieron en Europa: el fascismo, el nazismo, el racismo, el colonialismo y su expresión imperialista. Nada ha cambiado. El fascismo y el nazismo se han metamorfoseado en los partidos de ultraderecha europeos, que tienen un programa racista e imperial. Por su parte, chinos y rusos buscan, a través de la inversión en infraestructura y el comercio de armas, controlar el sur global para estar en una mejor posición de negociación con Estados Unidos.

El liberalismo, el socialismo y la democracia son valores que utilizan como herramientas para afianzar su dominación. No creen en ellos. No nos engañemos: para ellos, solo somos la mano de obra barata que necesitan por el momento.

Tercera lección: Nos consideran pueblos inferiores, destinados a ser su mano de obra barata.

Ni la historia, ni las guerras que hemos visto en Medio Oriente por el petróleo, ni la lucha de los pueblos de África por acabar con el neocolonialismo francés e inglés nos conmueven. Menos aún la masacre del pueblo palestino a manos de judíos y norteamericanos, que buscan convertir su patria en una ribera turística tras una limpieza étnica.

Los problemas económicos, sociales y políticos no les interesan a los europeos, mucho menos a los norteamericanos. Para los rusos y los chinos, solo somos una oportunidad política y comercial.

Cuarta lección: La guerra en Ucrania nos demuestra que, a pesar de los intentos de cooperación entre los países del sur global, estos no han sido suficientes para hacer frente a los imperialismos. La clave no está en la resignación, sino en fortalecer la unidad económica, comercial y política de nuestras naciones.

Los gobernantes de los países desarrollados e imperialistas representan los intereses de la oligarquía financiera mundial, de los grupos tecnológicos y de la industria armamentística. En Hispanoamérica, estamos gobernados por una clase ignorante y corrupta, incapaz de comprender el tablero de ajedrez mundial.

Esta es la lección más dolorosa que debemos aprender de Ucrania: no confiar en payasos ni en políticos ignorantes. Pero la alternativa no es el llanto, sino la acción. Si queremos dejar de ser peones en ajedrez de las potencias, debemos construir una autonomía real basada en la integración regional, el desarrollo tecnológico propio y una política exterior que priorice nuestros intereses antes que estar subordinados a las potencias imperialistas. Solo así podremos cambiar nuestro destino y dejar de depender de quienes nos ven como pueblos inferiores destinados a su servicio.

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