Columnistas

Las fiestas Saturnales

Los días del 17 al 23 de diciembre eran símbolo de celebración, renovación, festividad, donde se otorgaban licencias a los esclavos para entrelazarse, como sus iguales, con sus amos; sentándose en la misma mesa los opresores y oprimidos, entonando en coro todos “¡Io Saturnalia!”, “¡Bona Saturnalia!”.

Published

on

Por: Raúl Villavicencio H.

Antes de que un ancianito rechoncho y barbón se apareciera en cualquier publicidad imaginable, donde las familias a medianoche se aprestaran a soltarse las correas para hincharse la panza con pavo, lechón, chocolate y panetón, entre cánticos y choque de copas, en la antigüedad los humanos no estaban tan ajenos de tan dispares costumbres; sin embargo, aquellos tenían una fuerte motivación de realizarlo.

Era el mundo dominado por las costumbres romanas donde el dios Saturno (posible adaptación del dios griego Cronos) sobresalía ante todas las demás deidades para iluminar a los humanos durante la época de las siembras, coincidiendo aquellos días con el Solsticio de Invierno, momento de preparación para los meses venideros de frío intenso, muerte y hambruna.

Los días del 17 al 23 de diciembre eran símbolo de celebración, renovación, festividad, donde se otorgaban licencias a los esclavos para entrelazarse, como sus iguales, con sus amos; sentándose en la misma mesa los opresores y oprimidos, entonando en coro todos “¡Io Saturnalia!”, “¡Bona Saturnalia!”.

Era tanta la algarabía por la finalización de las labores agrícolas que las personas solían entregar regalos a sus conocidos, encender velas en todos los rincones de sus viviendas, tratando así de asemejarlas con los rayos solares, esa fuente de energía proveniente de los cielos que les permitía una temporada más tener algo en el estómago.

La entrega de regalos, los banquetes y el encendido de velas se mantienen en la actualidad, pero bajo otro concepto más ligado al cristianismo predominante. A propósito de ello, fue el papa Julio I quien entre los años 320 y 353 astutamente hiciera coincidir las festividades paganas con el nacimiento de Jesús de Nazaret, para que los habitantes poco a poco vayan abandonando sus costumbres y celebrar la natividad del Salvador.

Con el transcurrir de los siglos esa costumbre ligada al ciclo agrícola se fue trasformando en la Navidad que ahora conocemos, esa misma que ahora tiene como locos a muchos por querer comprar hasta reventar las tarjetas de crédito, a tomar chocolate caliente a pesar de los 30 grados de sensación térmica, a empacharse y beber más que los peces en el río, tal como lo hicieran más de dos mil años atrás los humanos politeístas adoradores del trueno, los mares y las estrellas.  

Columna publicada en el Diario Uno.

Comentarios
Click to comment

Trending

Exit mobile version