Arte Urbano

LARGA VIDA A «EL AVERNO»

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LARGA VIDA A «EL AVERNO»

Texto y fotos Martha Robles

Pese al inminente desalojo que se aproxima, en El Averno la energía por seguir haciendo movidas culturales no se detiene. Por ello, los avernícolas se preparan para esta nueva era con nuevas propuestas bajo la manga, para el público que entiende su mística urbana.

La cita pactada para visitar El Averno de Quilca por tercera vez en el año 2012 fue un viernes a las diez de la mañana, aunque me reprogramaron a las cuatro de la tarde, decidí aparecerme un poco más del mediodía porque según dicen lo no planeado sale mejor y así fue.

La invitación a ingresar a la casa provino de un personaje con acento extranjero, estaba apostado sobre la fachada y a punto de encender un cigarrillo. Entonces me asomé por la puerta y el recibimiento fue cálido, Leyla Valencia – una de las tres mentes que dan vida a esa especie de ayllu urbano como ella llama a El Averno –, se encontraba coordinando a través del celular.

Aunque el ambiente se encuentre vacío del Cristo Antitaurino, un símbolo de rechazo total contra las corridas de toros y el que días anteriores vi resguardado en la casa Poco Floro de Alfonso Ugarte-, y es que desde que se supo que el desalojo era inminente los afiches, cuadros irreverentes y otros objetos más fueron mudados hacia otros locales o espacios culturales. Por estos días El Averno podrá ser un espacio vacío de atavismos, solo sus paredes pintadas hablan sobre el espíritu de libre pensamiento que ahí habita, pero de lo único que no les podrán quitar son los amigos que les caen para compartir su arte. Esta vez la sorpresa era la visita del maestro chicano Mario Torero, un articulador de la Resistencia Cultural en San Diego (EE.UU.) y Latinoamérica. Fue quien estampó el mural tildado de pinta vandálica: “Un día en la vida de Perú”, el cual en el 2004 generó una campaña de ¡No a la censura! Arte libre.

A golpe de cajón y masticando las palabras, Mario alzaba la voz: “Qué viva la raza. Lo que no podrán quitarnos son las ganas de hacer arte. El Averno no puede parar”.

Y razón no le falta, lejos de percibir un espíritu decaído por la noticia anunciada del desalojo, noté a Leyla con la misma fuerza y entusiasmo para coordinar con celular en mano las actividades más próximas: “sí se llama Encuentro  Del Cóndor y El Águila. Habrá intervenciones, murales, con el maestro Mario Torero. Las fotos están ahí, El Cóndor y el Águila The Condor and The Eagle”. Se trata de una serie de actividades culturales latinoamericanas del 17 de diciembre 2012 al 18 de enero de 2013 enmarcadas por el estilo místico y ancestral”. Además es  el evento ideado bajo la concepción maya del 21 de diciembre, que marca el final de una era y el principio de otra que se llamará: “El Averno: Universidad de las Artes”. Esa es la razón por la que vi a una Leyla atareada en conversaciones con la Municipalidad de Lima, para que el nuevo local pueda ser una realidad.

Ese es el espíritu de Resistencia que se percibe en los amigos de El Averno. Resistencia es una palabra que escuché mucho cuando los visité por segunda vez en el 2012. Resistencia a detener un trabajo ininterrumpido de 14 años, con más de cinco mil actividades en su haber. Más de cinco mil movidas de arte integracionista, diversas manifestaciones sociopolíticas incómodas para el gobierno de turno. Vale recordar que El Averno nació en 1998, entonces se vivía el gobierno autocrático de Alberto Fujimori. Era una época en la que los medios de prensa adecuaban sus pautas sistemáticamente con tinta amarillista, cumpliendo así con las órdenes del (SIN), para mantener a la población maniatada y ajena a los narcoaviones, a las matanzas de Cantuta, Barrios Altos, Putis y otros latrocinios más. Fue el mejor escenario para que los avernícolas expresaran con su talento protestas irreverentes, desafiantes, explosivas para el régimen. Combatían a punta de ejercicio intelectual interviniendola PlazaSanMartín con mensajes como: Higiene Mental Urgente!!!

Y si hablamos de los inicios de El Averno, es precisamente Jorge “El Negro” Acosta quien se integra a la conversación luego de unos minutos con un lenguaje llano para la raza, vistiendo la misma sencillez de siempre y el tatuaje en el brazo izquierdo que denota un espíritu guerrero. Tampoco en él se percibe las ganas de aferrarse a un local al que dio vida de entre los escombros, fue comiendo polvo que rescató este terreno abandonado que encontró al costado de la tienda que alquilaba. Su dedicación y paciencia convirtieron a El Averno en el templo de la música de raza (la que peleaba por una identidad en medio del culto anticomercial). Fue ahí donde los acordes de El Pueblo del “Negro” hicieron temblar las paredes, luego vendrían los Manganzoides para desinfectar las mentes de tanto Baile del Chino. Por esos días sucedería la combinación perfecta: músicos de naturaleza avernícola con aliento urbano tocando por un lado; mientras que por el otro se daban pinceladas de irreverencia, de espíritu contestatario, rebelde, pues se trataban de los murales de Herbert Rodríguez al puro estilo de El Huayco. Herbert es quien también entrega talento y alma para que El Averno perdure en el tiempo.

El Averno se va de Quilca, es cierto; y dejan atrás los malos ratos causados  por los saqueos, por los matones que los despojaron de sus bienes, de sus obras, de su dinero. Dejan atrás un litigio perdido en lo civil, pero no en lo espiritual. Y para los vecinos y para quienes piensan que la idea de desalojarlos es lo mejor porque es un “fumadero”, “El Negro” cuenta que hace unos años en Quilca asesinaron a un joven un sábado por la noche. Recuerda también que ese día se encontraba en el local reunido con unos amigos. “Los sábados no hay presentación” – aclara-; sin embargo, sorpresivamente le llega una notificación para declarar como testigo del hecho. Frente al policía, “El Negro” no dejaba de sorprenderse. Luego de responder el interrogatorio, el jefe le advirtió de cuidarse de sus vecinos porque eran ellos quienes lo involucraron sin causa alguna. Y es que ni a Leyla ni a Jorge les parece raro que los de afuera comenten que en El Averno venden droga, por eso se quedan con las palabras del policía: “Tranquilo Sr. Acosta que Inteligencia se infiltró en su local y no ha encontrado nada”.

La idea del desalojo además de las gestiones municipales indiferentes al cambio, echan por tierra un proyecto que en El Averno se conserva silenciosamente. Se trata del proyecto cultural multidisciplinario llamado Bulevar dela Diversidad, que comprendía a los cafés, bares artísticos, centros culturales, libreros de Quilca. Era el sueño de dar otro rostro a Quilca, transformar sus polvorientas fachadas por murales multicolor. El Boulevar de Quilca (hasta el momento en papeles) es un proyecto que cuesta aceptarlo pero que se entrega al polvo del olvido.

Para entender la verdadera gesta de El Averno es necesario estar adentro y percibirlo, pues quién desde afuera puede siquiera sospechar que también ahí han organizado talleres de títeres, de teatro, chocolatadas para los niños del barrio y también para los hijos de los artistas amigos, como pude notarlo la segunda vez que los visité.

No cabe duda que en estos catorce años de trabajo arduo de sus gestores, de sus colaboradores El Averno ha hecho historia con el Cristo Antitaurino, el de los artistas Aurelio dela Guerray Gabriel Darvasi, dejando en claro que la “¡La tortura no es arte ni cultura!” (2003) en sucesivas procesiones por los alrededores y frente ala Plazade Acho. Para la memoria urbana quedaron también manifestaciones como La selva no se vende, la selva se defiende, luego del Baguazo (2009) o la marcha denunciando a los policías corruptos quienes fueron cómplices de los saqueos del 2006. Se trata de un intenso trabajo de campo que se gana el respeto de aquellos que reclamaron la presencia de El Averno en el programa “Cultura Viva” de la Municipalidad de Lima. “¿Dónde está El Averno? decía la gente”, con una sonrisa ligera nos comenta “El Negro”, además de lo difícil que es derribar las barreras de la élite cultural.

La tarde avanza y los tengo que dejar para que sigan dando marcha a sus proyectos, el mural del 31 de diciembre, la movida de El Cóndor y El Águila, el documental memoria que se prepara como un homenaje a la vida de El Averno, proyectos que se ven plasmados en las cartas que lleva Leyla en un maletín negro. Sueños, propuestas como los tambos culturales, una red de espacios de producción cultural, arte, música, cocina peruana y todo aquello que de vida y esperanza a los barrios oprimidos por la delincuencia, todo ello se conserva en esos papeles. Por tanto, El Averno o esta especie de ayllu urbano, como se le pueda llamar, no puede parar.

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