Opinión

La voz de Carmen Berenguer

Lee la columna de Julio Barco

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Hablar de Carmen Berenguer es situarnos en la realidad de nuestro continente: poesía popular y culta, voz individual y colectiva. Mujer, madre, muchacha solitaria, joven sin trabajo, protesta. El uso de la palabra que libera las mecánicas del consumo y las restricciones sociales: “Digamos que soy amarga ¡Rotunda! como la cicuta./ Para engatusar el alma ¡A estas alturas!/Nadie me alcanza.” Era la voz del Chile de a pie, el que se moviliza y protesta. El Chile que lucha y nos enseña a luchar. Canción de las calles de Santiago, que buscó, en la década de los ochentas, la bocanada de libertad ante una dictadura imperante.

Los Prisioneros cantaban Muevan las industrias y Berenguer escribía sus primeros versos. Así, se sitúa en el horizonte poético de la poesía conversacional, que surge de la necesidad de hacer un himno rebelde como respuesta a  una sociedad enajenada y consumista. Poesía sabor a asfalto, calle y sopaipilla. En libros como Bobby Sands desfallece en el muro (1983), o, Naciste pintada (1999), se consume en el fuego de la protesta y reivindicación. Hay que añadir que la estructura del segundo poemario es orgánica y de una apuesta elevada, transformando las formas, seguramente siguiendo el trazo heredado por De Rokha o Martínez. Hablamos de una tradición ubérrima, que va de Neruda a Nicolás López-Pérez, pasando por Mistral, Rosabetty Muñoz, Elvira Hernández o Lihn. La poética chilena es variada y protagonista en nuestro continente; y de esa variedad, nace su voz singular. Así era Berenguer, libre y cercana, con su voz diáfana. Sin olvidar sus triunfos: Premio Pablo Neruda, del 2008.

Sobre Plaza de la Dignidad, publicado en el 2020, un proyecto de corte experimental inspirado en las últimas protestas sociales, expresó: el pueblo chileno despertó y fue un amanecer temprano.

El último 16 de mayo partió a la eternidad y nos queda su Palabra: ¡Ay!/Si redoblara como si hablara./De cotorra vieja habla la abuela,/tum tum responde la nieta. /Así hablan las tías a sus sobrinas,/cuando la lengua fija su muda./Y es viva la jerigonza, leve, la muy furtiva,/va y viene lo que no dice./Pausa, allá ¡Ay!

(Columna publicada en Diario UNO)

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