Por Umberto Jara
Al final de esta tarde en la ciudad de Charlotte, en los Estados Unidos de Norteamérica, el técnico Marcelo Bielsa brindó una conferencia de prensa valiente y ejemplar. En estos tiempos la obligación de decir las cosas como son se ha convertido en un mérito, y Bielsa asumió esa obligación sin temor a las consecuencias. Dijo, en voz alta y firme, lo que todos sabemos y pocos se atreven a decir: la gran mayoría del periodismo continental es cómplice del poder.
En concreto, Bielsa dijo que el periodismo no se atreve a señalar la cuestionable actuación de los que ostentan el poder en el fútbol. Señaló que un buen sector del periodismo sirve a los intereses de los dirigentes y no cumple con la función que realmente debe tener: mostrar aquello que no se hace correctamente. Más todavía, manifestó que un gran sector del periodismo no cumple con su real función de informar porque elige servir a los intereses dirigenciales a cambio de las ventajas que obtienen. Y lo que Bielsa expresó alcanza no solo a los periodistas sino a los dueños de los medios que, en última instancia, son los que permiten la situación descrita.
Seguramente será criticado porque en un mundo Tik Tok no gusta el estilo frontal. También será discutido, por ejemplo, por varios de los impresentables de ESPN versión Argentina. Lo cierto es que expuso una inmensa verdad: los problemas del fútbol sudamericano provienen de la Conmebol, una institución corrupta presidida, desde el 2016, por Alejandro Domínguez, un personaje que, desde su sede central en Asunción, recluta a personajes con antecedentes cuestionables que, a cambio de prebendas, le permiten entronizarse en el cargo.
Lo dicho por Bielsa —cuyo derecho a hablar como habla se lo ha ganado por su gran nivel profesional y su limpia trayectoria— alcanza no solo a Uruguay, a cuyos futbolistas la Conmebol pretende sancionar para encubrir todos los errores cometidos en la organización de la Copa América 2024. En realidad, ha desnudado la corrupción del fútbol en Sudamérica: las componendas de la Conmebol con las empresas que transmiten los torneos; la designación de árbitros; los pactos con el periodismo; y las amenazas a directores técnicos y futbolistas que se atreven a levantar la voz.
Todo lo señalado por Bielsa alcanza al Perú. Un facineroso llamado Agustín Lozano preside la Federación Peruana de Futbol (FPF) junto a un directorio compuesto, en su mayoría, por gente de su misma calaña. El protector de Lozano es el titular de la Conmebol, Alejandro Domínguez, quien a sabiendas de que el fútbol peruano está destruido por la corrupción lo mantiene en el cargo.
Lo digo con pleno conocimiento de causa porque estuve en la Conmebol y presenté sólidas pruebas sobre la millonaria reventa de entradas liderada por Lozano y que constituye delito de lavado de activos. Han pasado cinco años y Lozano sigue en funciones. La misma información fue entregada a la FIFA y Lozano sigue en su puesto. ¿Qué significa? Que quienes detentan el poder en el fútbol son corruptos que protegen a los corruptos que manejan las federaciones locales. Y los protegen a pesar de que en sus reglamentos existen normas muy claras que deberían dejar fuera de juego a personajes como Agustín Lozano cuya actividad delictiva abarca, incluso, mas allá del fútbol por las decenas de denuncias penales que existen contra él.
¿Qué hace un mayoritario sector del periodismo peruano? Exactamente lo que Bielsa ha denunciado: desviar la atención para que el corrupto se proteja. El periodismo nacional cuestiona que no haya logros deportivos; se indigna porque la selección peruana fracasa en las competencias internacionales; se crispa porque el torneo local es un desastre pero pasa por alto la causa de todos los males: la gestión de Agustín Lozano en la FPF.
No existe ninguna campaña sostenida, ninguna investigación colectiva y firme que logre la caída de Agustín Lozano mostrando el problema principal: la dirigencia ha esfumado el dinero de la FPF; ha destruido las divisiones menores y por eso no surgen figuras; se ha apropiado de los derechos de televisión que era la única fuente de supervivencia de los clubes que, en poco tiempo, se irán a la quiebra.
¿Qué hace la mayoría del periodismo nacional? Nada. Muestra los problemas pero no se ocupa de aquel que origina esos problemas. ¿Alguien se atreve a investigar los pactos oscuros que tiene Agustín Lozano con el Ministerio Público y por eso no va preso a pesar de las numerosas pruebas? ¿Alguien se atreve a señalar que el famoso fiscal Rafael Vela Barba lo protege? ¿Alguien sabe que el fiscal Carlos Puma Quispe se niega a actuar?
No estoy descubriendo nada. En las páginas de ONCE Digital hemos publicado decenas de investigaciones y casi ningún periodista de televisión o prensa gráfica se ha interesado en hacer de todo esto una causa común para evitar que se siga destruyendo el fútbol peruano que bastante destruido ya está.
A este tema también se ha referido Marcelo Bielsa en su histórica conferencia de prensa hecha de decencia y valentía: “¡Todas las mentiras que han dicho diciendo que las canchas están perfectas, o los campos de entrenamiento están perfectos! Esto es una plaga de mentirosos”.
Así estamos. Lo único que existe es tristeza porque los hinchas, los abuelos, los padres, los hijos y los nietos no pueden disfrutar de la hermosa alegría que da el fútbol. Lo que Marcelo Bielsa ha dicho, desde su amor al fútbol, es que no debemos dejar que los dirigentes corruptos nos quiten la alegría incomparable que otorga una pelota que no se mancha.