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LA ÚLTIMA MARCHA CONTRA KEIKO

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Multitudinaria, diversa y políticamente imposible. Así fue la última marcha contra Keiko. Una marcha a la deriva entre el ánimo guerrero y la resignación.

Una vez más todos gritaban Keiko no va. Viejos y jóvenes unieron su voz en una marcha de escaso protagonismo, más parecía un ocaso anímico de lucha. Hubo más entusiasmo en la anterior que en esta. Flotaba en el aire una sensación de aceptación de lo irremediable mientras la gente iba más abrigada, más ropa y menos piel. La esperanza  languidecía entre los pocos que coreaban las consignas antifujimoristas.

La presencia policial fue grande una vez más y la organización impecable, casi no hubo incidentes. El más llamativo fue el de un hombre frente al monumento de San Martin que se puso a gritar “Keiko PPK la misma porquería”, de inmediato fue abucheado y expulsado de allí por una turba impaciente y amargada por las últimas encuestas que dan la ventaja electoral a Keiko. Una ventaja acrecentada por el voto viciado y nulo (supuestamente un voto de dignidad) que es el que podría finalmente coronar el regreso del segundo Fujimorato.

Además de los infaltables oportunistas de siempre y figurillas del espectáculo bien pensante  hubo una presencia de gente de derechas, perdidas naturalmente en este ambiente  de protesta (para muchos era su primera marcha). El colectivo feminista abortista de “Déjala decidir” reto al frio invierno limeño con sus usuales toples con pintas antikeiko. Reivindicaban para sí unas desgraciadas esterilizaciones de unas mujeres que nada tiene que ver con  las políticas abortivas que su colectivo promueve. Lo lamentable sea que acaparen tremendamente la atención de la prensa utilizando algo tan sexista como sus cuerpos lúbricos mientras el público masculino a pocos metros se deshacía en bromas machistas alimentadas precisamente por esa forma tan marketera de protestar de las feministas. Una lástima que parte de la protesta se reduzca a alimentar el morbo.

Algo que llamaba la atención era que muchos manifestantes llevaban fotos  de los desaparecidos y muertos en la época del terrorismo. Gente random, x que son la cara de esos años oscuros. Era curioso que una de esos retratos también fuera  la de Rodrigo Franco, aprista militante del Opus Dei muerto por Sendero Luminoso. Nada tenía que ver con el fujimorato, pero expresaba la sola presencia de su fotografía allí en la marcha que también reivindicaba un No al retorno de la violencia política venga de donde venga, un signo de madurez que justifica la marcha de anoche.

Salvo eso nada interesante. Una marcha de frente amplio, incluida la derecha interesada, que más tenía aire a una marcha de despedida a la democracia. Ya  no acompañe la marcha, me quede en la plaza, o mejor dicho en El Bolívar tomando un café, viendo unas ancianitas entrar  con sus banderas peruanas (manifestantes de tercera edad) a pedir un pisquito,  escuchando a un par de apristas de la vieja escuela rememorar las persecuciones del general  Odría mientras en mi huesos podía sentir que el invierno se acerca.

Si el domingo gana el fujimorato los vivos empezaremos a envidiar a los muertos. Yo ya empiezo a envidiar a Oswaldo Reynoso.

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