Opinión

La tragedia del Fokker F27

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

Decía el ‘flaco’ Ribeyro: “Quien no ha sentido la tristeza en el fútbol, no sabe nada de la tristeza”. La noche del martes 8 de diciembre de 1987 el oscuro y vasto mar de Ventanilla se llevó la vida de 43 personas asociadas al club Alianza Lima, entre las cuales se encontraban los recordados ‘Potrillos’ dirigidos por el mítico entrenador de fútbol peruano Marcos Calderón.

Se van a cumplir 36 años desde esa tragedia y poco o nada se sabe sobre la causa principal de la muerte de todos sus ocupantes, a excepción del piloto, el teniente de la Marina Edilberto Villar, quien se convirtiera en el único sobreviviente.

Mucho se ha hablado sobre por qué solo él quedó con vida y no los jugadores profesionales, quienes, condicionados por su notable condición física y juventud, tenían más chances de soportar la bravura del mar hasta que los rescatistas lleguen a su auxilio.

Algunos apuntan que el avión venía ‘preñado’ de cocaína, la cual tenía pleno conocimiento la Marina peruana, pues serían ellos los que se encargaban de transportarla de la selva a la capital, y viendo que el avión se había accidentado en las costas de Ventanilla optaron por no dejar testigos. Otras voces mencionaron en su momento que los cuerpos de algunos jugadores fueron encontrados con impactos de bala, o que sencillamente hasta el día de hoy sus restos jamás han sido encontrados.

No fue gracias a una investigación periodística del año 2006 donde se diera luz a un mar de dudas. Un informe de la propia Marina, que data del 9 de febrero de 1988, había sido revelado. La versión oficial de ese informe indicaba que la aeronave presentaba fallas técnicas en uno de los trenes de aterrizaje, así como la impericia de los pilotos en vuelos nocturnos; cabe precisar que el vuelo había sido retrasado por la demora con un pasajero que no subía al avión, demorándose su salida de Pucallpa al menos media hora más.

Los deudos y todo el pueblo blanquiazul hasta hoy siguen esperando la versión del único sobreviviente, pues es solo él (de encontrarse vivo) quien puede dar testimonio de lo que verdaderamente sucedió aquella noche. Hasta ese momento, solo toca seguir mirando al mar, buscando una respuesta.

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