Yo creía haberlo visto todo en la televisión abierta, y está bien que haya cierta flexibilidad después de la medianoche, pero lo de anoche se pasa de la raya, o más bien enfoca en primer plano sin censura la raya del loco Wagner para todo el Perú.
Ya había sido demasiado ver a Carlos Carlín años atrás cuando era conductor de La Noche es Mia vestido de pene gigante, pero con Galdós como que la cosa va cada vez más lejos, que ya no reconozco la delimitación entre lo bizarro, lo escatológico o lo meramente grosero.
Funciona, lo admito, yo me partí el culo de risa con el último programa de La Noche es Mía, pero sinceramente los limites cada vez se estiran más y más que ya no sé si sentirme cómplice doloso de algo infame. Porque ya no ubico donde esta lo permisible y lo censurable, ¿acaso estamos volviendo a los días de Laura Bozzo en que era licito ver en señal abierta y sin censura personas lamiendo los pies y axilas de otra persona? Ya sé que suena a cantaleta y sermón barato de padre de familia (no me refiero a Peter Griphin) que esto lo hemos oído tantas veces, pero lo cierto es que ayer sentí que habíamos tocado fondo, aunque la verdad es que para bajar de nivel nunca hay fondo que se toque. Los límites de la estupidez son bastante difusos y Galdós está profundizando en cuan bajo puede llegar Latina por sintonía.
Como no soy un televidente habitual de La Noche es Mía (la veo una vez a la semana a lo mucho) no tengo idea de que ritmo ha tomado el programa este último año, que exacerbaciones visuales que queman el iris han propalado cual peste negra. Tal vez de aquello que me quejo (el culo del loco Wagner en señal abierta) sea un pálido e inocente reflejo de cosas peores. No quiero imaginar a donde se ha llegado, aunque sinceramente la curiosidad de consumidor me embarga (coma basura, 500 mil millones de moscas en el mundo lo recomiendan).
En resumen lo que me indigno ayer, retomando de tiempo el programa de Galdós fue como gradualmente en un solo sketch nos metía de lleno al público en la sordidez del espectáculo. En un espacio de diez minutos he escuchado más altisonantes que los que mencionaban los cómicos ambulantes del centro de Lima, y sin pito que lo censure. Un conchasumadre y un que cagona eres. Hubo un momento bien heavy que en fue censurada parcialmente con una carita feliz cuando aparecía el Loco Wagner supuestamente masturbándose en un video que enviaba a una de las castigadoras de Jeny Kume.
Después cuando la cosa no podía ir peor pasan un video en que una de las castigadoras se presenta ante la puerta de un cuarto de un hostal y le abre la puerta al Loco Wagner, aunque solo se ve su barriga chelera y vestido únicamente por una toalla que luego se cae apenas el Loco se voltea y ¡zás! Un primer plano al culo alicaído y pálido en señal del Loco para toda la nación. Después de esta parte, el momento culminante el programa se fue a comerciales, y el anuncio que vino muy a tono con lo antes acaecido en la pantalla era un comercial de Nikzon el anti hemorroides. Ni mandado hacer.
Galdós es un genio para hacerte reír y el Loco un avezado, pero ya cánsense. Cierto que me morí de risa, peor después vine a pensarlo mejor, a reflexionar críticamente, llámalo complejo de culpa de colegio de jesuitas, pero lo cierto es que no sé cuántos avemarías son la penitencia adecuada por ver y divertirme con ese facilismo cómico. Que soy cómplice o acaso coautor de un crimen al buen humor y al brutalismo en que estamos sumergidos.
Las cosas no cambiaran mientras sigámonos regodeándonos en nuestra crapulencia. Porque la culpa de que la televisión esta infestada de crápulas es nuestra por sintonizarlos, cuando lo más sensato que podemos hacer es lo que nos dice tantas veces el buen Buho del Trome, apagar el televisor.
Que acaso lo peor no sea eso. Que lo más malo sea en todo caso saber que el Loco Wagner es nieto del filósofo y diplomático Wagner de Reyna, una autoridad intelectual del siglo XX, que el padre del Loco es Patrick Wagner, catedrático de la UNIFE también filósofo y psicólogo. Que el nieto de un filósofo acabe haciendo un espectáculo hasta el culo deja mucho que pensar sobre como tienen en consideración a la cultura y la civilización los que están al otro lado de la televisión. Hasta el culo.