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La telenovela errante, «un cuadro pictórico de Chile»

Lee la crítica de cine de Rosa Cáceres.

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Por Rosa Cáceres

Pareciera que Raúl Ruiz nos hace chistes incluso después de muerto. Aparece con nuevos escritos, poemas, entrevistas, se redescubren filmaciones olvidadas, polvorientos registros guardados y encontrados por casualidad en donde el fantasma de Ruiz nos ha señalado un mapa misterioso para redescubrir.

Grabada en los 90’s y estrenada en 2018, La telenovela errante marca el comienzo del retorno a Chile, el realizador nos abre un nuevo enigma a resolver, «no hay futuro». Esta temática será transversal en sus películas, retomándola en El tiempo recobrado (1998), obra que habla acerca de la vida y la obra del escritor Marcel Proust.

Una vez la dictadura culminó, Ruiz vuelve a filmar después de 20 años a modo de rito una película fallida, olvidada en la Cineteca Nacional y redescubierta casualmente. Ya fallecido el realizador, la noticia llega a Valeria Sarmiento, su viuda, y con ésta la posibilidad de entrever en esta obra los enigmas del fantasma.

«Supimos que estaban depositadas en la Cinemateca de Santiago las seis o siete bobinas de La telenovela errante y empezamos a buscar el material. Supimos que el sonido estaría en la Universidad de Duke por una copia de trabajo y fue gracias a (la productora) Poetastros que se consiguió el presupuesto y pidió el dinero para poder terminarla», comentó Sarmiento en una entrevista.

La película toma el género de la telenovela para satirizar al pueblo chileno, como diciendo «no alcanza para película, solo para telenovela» y este es un pretexto para hablar del lenguaje flotante, incoherente, de palabras mal pronunciadas, en un castellano ambiguo mezclado con mapudungun. Algo similar había planteado en Diálogos de exiliados (1975), película que fue duramente criticada e incluso censurada por los mismos actores por no entregar la imagen-país correcta de Chile.

Siempre hay algo mordaz en Ruiz, una especie de amor-odio con Chile, una suerte de contradicción en donde continuamente el humor es su cortina de humo para dejar la crítica ácida con un final abierto.

En palabras del director: «Se estructura en base a la presunción: la realidad chilena no existe, más bien es un conjunto de teleseries. Son cuatro provincias audiovisuales y se respira la guerra entre los bandos. Los problemas políticos y económicos están disueltos en una jalea ficcional dividida en capítulos vespertinos. Toda la realidad chilena está tratada desde el punto de vista de la Telenovela y cumple la función de filtro revelador de esta misma realidad».

El sacar la vuelta en algún bar y hablar de cualquier cosa es un gozo, que el chileno disfruta en demasía, sin ningún provecho más que quemar el presente en sí, perderse en el tiempo, y ocultar ser considerado flojo. Lejos de ser un rasgo negativo, vemos claramente que el realizador lo destaca y que él mismo constantemente acechaba los bares cada vez que venía de visita.

Todos los personajes van a hacer cosas importantes o trámites pero son detenidos por algún ser que se los lleva hacia ese presente para ubicarse en un momento sin tiempo. Ruiz lo expone como una contradicción interna de la apariencia y el doble estándar de la sociedad chilensis. «Ni chicha ni limoná…»

La modernidad instala el sentido del tiempo, el pasado es siempre precario en relación al futuro ya que este último es el objetvo final. Todo debe tener una mirada hacia ese lugar ficticio y absolutamente inalcanzable, idealizado, en donde todo va a ser mejor; ahorramos para mañana, sacrificamos para el mañana, etc. Lamentablemente ese mañana escasamente llega y si llega ya no existimos.

Este paradigma de pensamiento que no acaecía en la antigüedad ni por supuesto en nuestros indígenas, trastocó el tiempo y actualmente está amplificada por la tecnología virtual.

La idea aristotélica de presentación-conflicto y desenlace, de la cual el cine gringo se jacta mira hacia el futuro. Pareciera que Ruiz presenta verdaderas fórmulas para desenmascarar la estructura cinematográfica del momento, en este caso la nula creencia en el futuro como ideal de progreso, en vez de eso toma el presente y genera una detención rizomática en donde los personajes están desnudos con sus deseos.

En una entrevista a la Revista Paula en 1998 Ruiz señala que cada vez que vuelve ve un país semejante al cuadro del Bosco: «Son personajes que van al purgatorio o al infierno y esa antesala es un bar».

La errancia de los personajes es algo que Ruiz destaca, es más la errancia errática, por decirlo así, es parte de la coreografía. Chile venía saliendo de uan cruenta dictadura y los personajes se fagocitan, se asesinan y vuelven a vivir, en otro capítulo de la teleserie. Ruiz, en este sentido, es el espectador de un trauma colectivo que es invisible para la mayoría.

«Con el sistema económico Chile se ha convertido en un país de fantasmas, irreconocible -advertía-, a veces me perturba y vuelve a ponerse borroso, solo veo claro que es como una taberna a la que uno acude a tomarse la última cerveza antes de irse, sin boleto de regreso y, definitivamente, al mismísimo infierno».

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